En mi post anterior dije que me marchaba a Medjugorje, y que contaría como ido todo por allí. También dije a mis lectores que rezaría por ellos. Y lo he cumplido. Y debo decir que la nueva experiencia ha sido muy positiva.
Hace ya nueve años que visito aquel lugar mariano de la antigua Yugoslavia, en Bosnia-Herzegovina. Hace treinta años que el día 24 de Junio, fiesta de San Juan Bautista, allí ocurrió algo sobrenatural. Un grupo de seis niños y niñas normales de aquel pueblecito escondido entre montañas, dijeron que se les había aparecido la Virgen en un montículo cerca de sus casas. Nadie los creía, pero la Virgen los citaba para el día siguiente. Los niños, entre expectantes y temerosos, acudieron a la cita. Y la Virgen María los fue instruyendo en el amor a Dios y en la necesidad de orar por la Iglesia y el mundo. Aquel fenómeno trascendió, y la gente acudía en masa al monte de las apariciones. Todo ello suponía un peligro serio debido a que el régimen político de Yugoslavia era comunista y ateo militante. Empezó para los niños un verdadero calvario por la intervención de la policía y del ejército. Pero ellos seguían diciendo con toda firmeza que la Virgen se les aparecía cada día.
El párroco, P. Jozo, estaba muy preocupado. El pueblo y la Parroquia corrían serio peligro. El no sabía si los niños decían o no la verdad, pero los defendía. Pidió una señal a la Virgen para saber a qué atenerse. Y un día, estando rezando con la gente el Rosario en la iglesia parroquial, la Virgen se apareció en el presbiterio. Desde entonces el P. Jozo se convirtió en el mayor defensor de la verdad de los niños y de los mensajes que la Virgen les estaba transmitiendo. Esto le costó dieciocho meses de cárcel.
A los niños los sometieron a toda clase de pruebas psicológicas y médicas. Los niños estaban sanos y nada hacía sospechar que sus afirmaciones eran cuentos y fábulas infantiles. La Virgen María acompañó todo su proceso de educación en la fe vivida desde el corazón, con signos físicos y espirituales que nadie se explica. Un sacerdote español que regenta una parroquia cerca de Roma fue a Medjugorje y compró una imagen de la Virgen. La puso en una hornacina en el atrio de la Iglesia protegida con un cristal, y a los pocos días aquella imagen comenzó a llorar lágrimas de sangre. Intervino el Obispo que la hizo encerrar en una caja fuerte. A los tres días abrió la caja en presencia de sus colaboradores y la imagen seguía llorando sangre. El fenómeno trascendió llegando hasta el Vaticano. Y así muchos casos inexplicables, como curaciones de enfermos incurables, fenómenos naturales inexplicables y, sobre todo, miles de conversiones de gente de todo el mundo. De esto soy testigo yo.
La Iglesia es muy prudente y no se define sobre el particular. El Papa Juan Pablo II dijo que Medjugorje era el confesionario del mundo, y que si él no fuera Papa iría allí a confesar. Benedicto XVI anima a que vayan los fieles acompañados de sacerdotes. Y ha nombrado una importante Comisión de teólogos, juristas y expertos en estos temas para que estudien el caso y, en su día, den su autorizada opinión. Todo hace pensar que hasta que no cesen las apariciones y los mensajes, por que lo decida la Virgen, o porque mueran los videntes, la Iglesia no emitirá su juicio sobre el caso. Hay que tener en cuenta que la Iglesia no canoniza a nadie mientras viva, sino una vez muerto y comprobado que nada dijo ni hizo contra la fe cristiana.
En estos días he participado en el Retiro mundial de sacerdotes sobre el tema “El sacerdote y el Sacramento de la Confesión”. Lo dirigió un profesor de la Universidad católica del Zagreb. Muy positivo. Estábamos cuatrocientos sacerdotes. El grupo de cuarenta laicos que me acompañaban tuvieron su programa especial. Y sobre todo destacaría las horas de oración, de adoración, de celebración eucarística y de convivencia que hizo posible que todos descubrieran la importancia de vivir el amor a Dios y al prójimo con todo el corazón.
Yo no me defino sobre la autenticidad de lo que allí ocurre. Someto mi juicio al dictamen de la Jerarquía, pero todo hace pensar que allí la Virgen está llevando un “plan pastoral” muy serio para millones de personas, y con frutos abundantes. ¿Qué es lo que la Virgen sugiere para nuestra vida espiritual? Cinco cosas muy sencillas: oración, confesión, eucaristía, lectura de la Palabra de Dios, y ayuno. Todo muy normal, pero hay que hacerlo con corazón y constancia. Que Ella nos siga ayudando, que falta nos hace.
Estoy seguro que la Virgen se está manifestando en otras partes del mundo, entre ellas España. Hay que aprovechar lo que nos ofrece para nuestro bien, y que cada uno ponga los medios para enriquecerse espiritualmente y hacer el bien a todos.
Juan García Inza