La jugadora de La Garriga recibió la pelota en banda, corrió rápidamente en diagonal, entró al área y lanzó otro disparo fortísimo... ¡Pero Marta realizó su enésima parada del choque! El balón salió rebotado hasta media pista. Los árbitros vieron el reloj y pitaron el final. El Alpes ganaba 41, demostrando ser el mejor equipo Infantil (14 años y menores) de la liga escolar de fútbol sala de Barcelona. Una semana antes, sus compañeras del Alevín (12 y menores), invictas durante toda la segunda vuelta, habían conquistado el título de Liga, marcando un éxito sin precedentes e impensable en la incipiente historia deportiva del club…
En realidad, esta historia la iniciaron los Nachos (Puyuelo y Roig), cuando empezaron a convocar unas niñas a entrenar en la terraza –de no más de 20 metros cuadrados- del Club Alpes. Habían existido ideas y tentativas de formar un equipo de fútbol femenino, pero por primera vez el tema cogía forma. Las convocatorias fueron todo un éxito. Había muchas chicas, como Cristina Roig la hija de Nacho, o María, mi hija mayor, a las que les encantaba el fútbol; otras no querían dejar pasar la oportunidad de escaparse un día a la semana, eso sí con toda la legalidad del mundo, del comedor escolar y echar unas risas con las amigas. No podemos obviar al tercer mosquetero del grupo, Oriol de Riba, quien se encargaba de llevar a los entrenadores, al final de las sesiones, bocadillos de butifarra blanca y jamón, preparados en pan con un tomate perfectamente rallado. También es importante destacar a Raimon Serrahima, todo un artista a la hora de colocar una red, para que el balón se mantuviera en la terraza, en lugar de volar por todo el barrio.
Y así, la cosa fue ganando en seriedad y surgió la pregunta obvia: “¿Y si apuntamos al Alpes a competir en una liga de fútbol sala?” Pregunta que no dejaba de ser extraña, ya que en la Web (www.clubalpesbcn.org), en el apartado Acerca del club, no sale la palabra deporte y mucho menos fútbol sala.
Los Nachos y yo tuvimos una pequeña reunión y decidimos tirar adelante. A mí, más por la experiencia de estar ya en el mundillo del fútbol sala y por tener libre la tarde de los viernes, que por ninguna otra cosa, me acabó tocando hacerme cargo de unos entrenamientos ya más serios, que se llevaban a cabo en un pabellón. El no entrenar ya a la hora de comer significó perder varias jugadoras, pero siguieron aquellas a quienes más les gustaba el fútbol. Y, finalmente, nos apuntamos a la liga escolar de Barcelona.
Los inicios no fueron duros, sino durísimos. Competíamos en la categoría Infantil y, mientras todas las rivales tenían 14 años, nuestras jugadoras contaban con una media de 12, incluyendo a mi hija, Nuria, que en aquel entonces tenía sólo 9. El primer partido levantó la expectativa que estos acontecimientos arrastran y hasta las Consagradas, alma mater del club, asistieron. En una de las primeras jugadas, una de las rivales, de la Escola Pia de Sant Antoni (nos ganaron 5-0), pegó un chut descomunal que se topó con Ana de Riba -la hija menor de Oriol, el de los bocadillos-, quien cayó al suelo como una regla. Ana se levantó adolorida y yo no pude dejar de preguntarme: “¿dónde nos hemos metido?”
Nuestra primera temporada (2009) concluyó con un triunfo y dos empates. Uno de ellos, a 3 goles, logrado en la segunda vuelta contra la propia Escola Pia, fue celebrado como una auténtica victoria. Sin embargo, los cimientos se habían puesto. ¡Habíamos comenzado, lo cual ya era mucho! Para el año siguiente, volvían a jugar todas las chicas en la misma categoría y las contrarias no serían tan grandes como en esta campaña inicial.
El 2010 pudimos ya vivir momentos fenomenales. Nos tocó un grupo muy sencillo y accedimos a los cuartos de final, a pesar de perder 0-6 en casa contra el equipo más temido, el Instituto Manel Blancafort de La Garriga, cuyas niñas eran, además de gigantescas, consumadas especialistas en fútbol sala. Los cruces nos favorecieron y realizamos la primera gran hazaña. En la semifinal, contra el colegio barcelonés Pau Vila, remontamos un 01 adverso con el que se llegó a la media parte, para acabar ganando 4-2 en una segunda mitad impresionante en que Natalia Puyuelo y mis hijas, María y Nuria, revolucionaron el partido. María empató el choque, Nuria marcó dos veces en menos de un minuto y Natalia firmó un 41 que acabó siendo decisivo. Pero el camino por recorrer todavía era inmenso. En la final, las chicas de La Garriga nos metieron un impresionante 10-0, resultado que no nos privó de realizar una Misa de acción de gracias, en la que ofrecer el trofeo ganado.
Afrontar la campaña 2011 también fue todo un reto. Cristina y su prima Ana Roig, excelente portera, habían pasado de categoría. Sólo teníamos tres niñas en edad Infantil (María, Natalia y Ana de Riba); las demás contaban con dos años y varios centímetros de estatura menos. Pero, volviendo a ser bastante inconscientes, nos lanzamos a la piscina y esta vez, además, inscribiendo dos equipos: uno en la categoría Infantil y el otro en la Alevín, lo cual implicó que muchas niñas tuvieran que jugar dos partidos cada semana.
El entusiasmo de Nuria y de su compañera de clase, Sonsoles, dio frutos rápidamente. Se apuntaron dos amigas suyas: Sara, un muro en la defensa, y Marta, hija de Raimon -el de la red-, que vino a llenar valientemente el espacio de la portería y que posteriormente arrastró a su hermana pequeña, Anna, vital para no perder un partido en que nos faltaba gente. Pati, la hermana pequeña de Natalia, poseedora de uno de los mejores regates de izquierda que se hayan visto, también animó a un par de compañeras, Lucía y Cristina (más tarde también a Berta), y pudimos entonar la típica frase catalana ja tenim equip.
Los inicios de temporada volvieron a ser durísimos: enfermedades, lesiones… pero, cuando estábamos de nuevo a punto de tirar la toalla, apareció Miriam, el mejor fichaje de invierno que un equipo pudiera soñar. Su ímpetu, fuerza e interés catapultó a los dos equipos, que realizaron remontadas impresionantes. Las pequeñas ganaron todos los partidos de la segunda vuelta para acabar conquistando un merecido título, gracias a superar por un punto al colegio SIL, que entrena Pablo, un gran entusiasta del deporte infantil.
Las mayores, si cabe, tuvieron más mérito aún, pues su camino al éxito fue mucho más complicado. Habían obtenido únicamente una victoria y un empate en los cinco primeros partidos, incluyendo un duro correctivo 51 en La Garriga, pero remontaron el vuelo, ganando en pistas dificilísimas, resistiendo hasta insultos en algunos casos. Cedieron únicamente un empate en sus últimos 13 encuentros y se clasificaron a disputar la final de nuevo contra el IES Manel Blancafort, al que ya habían derrotado 4-2 en la segunda vuelta. Tres goles de Miriam y uno de María, en un partido en que Marta y la suerte –por qué no decirlo si ellas estrellaron tres balones en el poste- brillaron enormemente, permitieron al equipo Infantil destacarse también como el mejor de Barcelona.
Ha sido una temporada increíble, quizá irrepetible. La guinda la puso el torneo jugado en La Cerdanya, del que os hablaré en el próximo post.
El Alpes es una pequeña gran lección de lo que debe ser el deporte de equipo: trabajar juntos para lograr un objetivo, siempre con optimismo y alegría y siempre poniendo nuestras acciones en manos de la Santísima Virgen María (el color azul de la camiseta no es casualidad). Pero también, el Alpes ha sido un gran nexo de unión familiar, donde todos, especialmente los padres de familia, han arrimado el hombro: asistiendo a los partidos a pesar de sacrificar una esquiada, cargando una furgoneta azul o gris con siete u ocho niñas, quedándose sin gasolina en la moto pero llegando a la pista antes de que pitara el árbitro, corriendo de un partido de voleibol para llegar a tiempo a uno de fútbol sin saber dónde aparcar el coche en L’Hospitalet...
Esta temporada ha quedado grabada a fuego en mi alma y me imagino que en la de muchos más. ¡Gracias a todos los protagonistas de esta historia: a las niñas, sus padres, hermanos y abuelos! Y, por favor, disculpad si me he dejado algún nombre en el tintero.