HOY HEMOS INVITADO A:
P. Fernando Pascual Aguirre de Cárcer, L.C.
Nació en Barcelona en 1961. Ha estudiado humanidades en Salamanca, Filosofía, Teología y Bioética en Roma. Recibió el doctorado en Filosofía en 1995, y la licenciatura en Teología en 1997. Actualmente enseña Filosofía y Bioética en el Ateneo Regina Apostolorum (Roma). Ha publicado, entre otros, los siguientes libros: "Educación y comunicación en Platón" (1996), "Abrir ventanas al amor" (2000), "La vida como don" (2002), "Modelos de bioética" (2005) y "Valores, bioética y vida social" (2009). Es sacerdote de la congregación de los Legionarios de Cristo.
Internet es un mundo abierto, lleno de potencialidades, en donde millones de personas vuelcan sus intereses y sus ideas, actúan y reaccionan, hablan y escuchan, ven y escriben.
En este mundo multifacético la Iglesia descubre un horizonte inmenso de posibilidades, unas sumamente valiosas, otras no carentes de peligros, algunas claramente dañinas.
Vamos a ver, con ayuda de documentos del Magisterio católico, algunos puntos positivos y otros negativos que pueden darse en el universo casi ilimitado de la Red global.
1. Aspectos positivos y posibilidades
Es importante subrayar desde el inicio que la Iglesia ve los medios de comunicación e Internet como medios valiosos para establecer relaciones y para poder transmitir la doctrina católica. Podría decirse que son un nuevo areópago, o, en una fórmula atrevida usada por Juan Pablo II, el “primer areópago” (cf. Juan Pablo II, Redemptoris missio, n. 37), en el que existen grandes oportunidades para la evangelización (cf. Pontificio Consejo para las comunicaciones sociales, Iglesia e Internet, n. 4).
Los creyentes que navegan y viven de modo habitual en Internet saben que en este amplio océano de informaciones hay estudios sobre la Biblia, bibliotecas digitales con buena información católica, textos y documentos de los Padres de la Iglesia, un gran número (por desgracia, no siempre en traducciones de calidad) de documentos eclesiales de todos los siglos, instrumentos de trabajo para la catequesis, material sobre liturgia y música sagrada, obras de espiritualidad de gran valor, trabajos sobre historia, noticias eclesiales de muchos lugares del planeta, ayudas en línea y consultorios católicos...
La enumeración es incompleta, pero da una idea de las enormes riquezas que se encuentran en Internet, gracias a tantas personas (que van desde quienes trabajan en el Vaticano hasta quienes publican material en parroquias o como bautizados en sus hogares) que han tomado en serio la tarea de hacer presente la fe en el mundo digital.
Hay un aspecto que tiene su relevancia. Lo que en el ámbito “tradicional” de las publicaciones en papel, en la radio o en la televisión, implicaba altos costos y serias dificultades para realidades eclesiales pequeñas o dotadas de pocos medios humanos y económicos (para muchos era un sueño tener un boletín parroquial, editar una revista, preparar y difundir programas de radio o de televisión a nivel diocesano o nacional), resulta ahora asequible a muchos (por desgracia, todavía no a todos), hasta el punto de que son cada vez más los individuos, las asociaciones, las parroquias o las diócesis que pueden crear su propia página en Internet.
Además de la información y material didáctico (algo que caracteriza lo que ha sido llamado Red 1.0 o Web 1.0), Internet permite crecientes posibilidades de interactuar y de establecer grupos de contacto o redes sociales (lo que es conocido como Red 2.0 o Web 2.0), lo cual tiene un valor relevante para los católicos.
Por ejemplo, Internet permite establecer relaciones ágiles y articuladas entre católicos de una misma parroquia, de un movimiento o comunidad eclesial, o de diferentes lugares del planeta. Facilita, además, la intercomunicación en la Iglesia a todos los niveles (desde el Obispo de Roma hacia todos los bautizados, entre obispos, entre obispos y sacerdotes, entre religiosos, entre pastores y fieles, entre fieles...). Bastaría con evocar como ejemplo la facilidad de acceso a documentos y discursos del Papa y de la Curia romana desde la creación de la página www.vatican.va, así como las amplias potencialidades de información y de comunicación gracias a las páginas de las conferencias episcopales o de numerosas diócesis de la Iglesia. Pueden también crearse sistemas de intercambio de información, modos concretos para elaborar planes o para compartir programas que permitan informatizar los archivos parroquiales o diocesanos, etc. (cf. Pontificio Consejo para las comunicaciones sociales, Iglesia e Internet, nn. 5-6).
2. Algunos riesgos y situaciones problemáticas
Junto a lo mucho bueno, Internet no carece de elementos que merecen una atención crítica. Existen, además, peligros, que pueden llevar a un mal uso de este nuevo espacio comunicativo, como ya ocurría (y sigue ocurriendo) con los mass media tradicionales.
Ya el Concilio Vaticano II, en el decreto Inter mirifica (n. 2), avisaba del peligro de un mal uso de los medios de comunicación. La idea se aplica a Internet en el documento del Pontificio Consejo para las comunicaciones sociales que lleva por título Ética en Internet (n. 2). En cierto sentido, al aumentar el poder de los medios, especialmente con la facilidad y rapidez de acceso que ofrece Internet, los peligros se hacen más tangibles y aumenta así su potencial dañino.