Cuántas maravillas has hecho,

Señor, Dios mío,

cuántos planes a favor nuestro;

nadie se te puede comparar.

Intento proclamarlas, decirlas,

pero superan todo número.

(Salmo 40,6)

 

 

Decídme, ¿quién puede hacer que amanezca?,

¿quién, cada mañana, la vida renueva?,

¿quién pone, en todo, el orden, unidad, verdad y belleza?

 

¡Despierta, hombre, de tu letargo, olvido e indiferencia!,

¡despierta, limpia tu corazón con Su perdón y penitencia!;

¡si vieras con cuánto amor sigue llamando a tu puerta!

 

Entre vosotros hay quienes no creen en milagros,

tienen ojos y no ven aunque les pasen cerca;

hay quienes desearían poder creer en ellos, los sueñan,

se los inventan a su medida, vanamente pretenden lograrlos;

hay también quienes los necesitan y hasta los piden,

Él los tiene en cuenta antes que pudieran pensarlos,

porque de sus hijos siempre el Padre vela y recuerda.

Sólo hay unos pocos, para quienes todo ha sido gratis dado,

sólo ellos, los pequeños, confían y se abandonan a Su Providencia,

para tales todo es don maravilloso de Su amorosa mano, es Su Presencia,

confían en que todo confluye para el bien,

todo es motivo de un sí, un gracias y un así sea (amén).