Millones de personas en todo el mundo, de toda edad y condición, han sido y son probadas y atribuladas por el zarpazo del dolor físico o moral. Nadie busque razones lógicas, pretendiendo explicar el mal existente en sus vidas.

Es preciso para los creyentes ponerse en contacto con el Evangelio para encontrar algo de luz y dar sentido al dolor, el sufrimiento y la tribulación.

En el Evangelio encontramos el ejemplo de Jesús y de María-las personas más buenas e inocentes del mundo, sufriendo en Getsemaní, el Calvario y en toda su vida, el mal, el dolor y la injusticia. ”Pase de mi Padre, este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. He aquí el ejemplo a seguir por toda persona atribulada.

Mientras no haya un abandono progresivo y completo en Dios- muy costoso y doloroso, pero a la vez muy meritorio y purificador, la persona no encontrará paz y consuelo en su pena y dolor.

Es muy humano y comprensible rebelarse frente al dolor, la injusticia o la muerte e incluso mezclar a Dios, Padre bueno en el drama humano del sufrimiento.

En estos casos la persona creyente experimenta en sí mismo el valor del don de la fe.

Cierto, que por mucha fe que se tenga, hay que pasar el trago amargo del dolor “hasta las heces”,pero tiene al menos el consuelo y la seguridad de saber que, éste no es algo absurdo y sin sentido.

Al fin y al cabo, siempre tendrá razón el dicho popular, no suficientemente comprendido que reza de este modo: “Dios escribe derecho con renglones torzidos” o como dice el apóstol S.Pablo.:”Todo converge al bien de los que aman al Señor”.

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN