UNA DE LAS FIGURAS SACERDOTALES MÁS IMPORTANTES DEL SIGLO XX
Esto podría parecer una exageración... pero, para quien se descargue estos tres libros y sus 1.005 páginas, verá que no lo es...
En el cuadro doloroso, amplio y nutrido, de nombres ilustres que decoran con sacrificio y sangre esta etapa española de la gran persecución religiosa (1931-1939) figura con letras de oro el beato José Polo Benito. Salmantino, de cuna humilde, de actividad briosa, de talento infatigable y poderoso. Con un bagaje enorme de cultura. Hombre de palabra vigorosa y encendida, polemista combativo, era un publicista católico formidable; y a tono con su tiempo, dirigió sus actividades al campo católico-social, y en la prensa, en el libro, en la conferencia, en el folleto; su energía, su palabra y su pluma, le hicieron ser el primer publicista católico de la España de aquellos años: sus escritos así nos lo demuestran. La campaña sobre las Hurdes, como vimos en el primer tomo de esta trilogía, los temas agro-sociales, enfocados con luz de católico, movido por un corazón de fortaleza ejemplar, le dieron prestigio nacional. Podía haber sido mucho más, en el terreno eclesiástico -se dice que estuvo varias veces en ternas para ser elegido obispo- y aun en la vida civil, pero su espíritu y su temperamento laborioso, no eran para ceñirse a un encuadre o a un automatismo. Soldado de Cristo y de María Santísima, impetuoso y de batalla, eso sí, pero nada más. Y la otra llama que le encendía era su España, la de sus evocaciones, llenas de calor y vida. Así tenía que ser víctima predilecta de las ferocidades rojas en Toledo. Con esos dos grandes amores ya tenía merecida la corona del martirio; por ellos murió derramando su sangre gloriosa, en doble ofrenda por Dios y por su patria. Esto a algunos les traerá resonancias de otras épocas… pero los mártires siguieron hasta el final lo que Cristo pide a los que le siguen: ser conocido por todos, que todos sean bautizados… Nuestros mártires, nuestro don José lo quería para su patria, lo quería para su España. Para eso vale la nación y aquellos que la forman: para salvar sus almas. Después de un par de décadas manejando la documentación que se me entregó, me atrevo a escribir que el beato José Polo Benito es una de las figuras sacerdotales más importantes del siglo XX. Una figura de la Iglesia y de España. De Salamanca, Plasencia y Toledo. Una gran figura, brindada a los odios de unos hombres, que son las más terribles de todas las fieras.
Beato José Polo Benito, ruega para que España vuelva a sus raíces cristianas. Ruega para que los católicos demos a conocer a Jesucristo y a su Madre Santísima a nuestra nación. Y que la sangre de los mártires siga siendo semilla de auténticos cristianos.
Beato José Polo, ruega por nosotros.
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Y aquí la crítica, escrita hace unos días, por Martín Ibarra:
Jorge López Teulón, Beato José Polo Benito. Tomo tercero. Toledo y martirio, Talavera de la Reina 2024, 363 págs.
Concluye don Jorge López Teulón (postulador de la Provincia eclesiástica de Toledo y de la diócesis de Ávila), la trilogía sobre el beato José Polo Benito, dejándonos un ejemplo de biografía de un sacerdote mártir, uno de los primeros publicistas españoles del siglo XX, persona ejemplar en todos sus aspectos. Ha finalizado este trabajo con el mismo brío, pulcritud, claridad y precisión con que lo inició. Y resulta evidente, que está marcando una singladura, una ruta que otras publicaciones han de recorrer.
¿Qué falta todavía mucho que investigar en los archivos, relacionado con su correspondencia y actos de gobierno? ¿Qué hay mucha documentación que se puede adjuntar, en lo referente a su detención, estancia en la cárcel, martirio, etc.? Naturalmente. Ya se realizará esa labor por quien corresponda en tesis doctorales u otros libros de investigación. Pero esta trilogía no solo llena un hueco importante, sino que resulta un faro que ilumina y marca el camino a seguir, para una divulgación de calidad, comprensible, certera. Que explica perfectamente el mundo que les tocó vivir a nuestros mártires, la mayor parte de las veces con sus propias palabras.
Eso es un acierto evidente que hay que agradecer e imitar.
1. Una excelente factura.
El libro está dividido en cuatro partes: 1ª. De Plasencia a Toledo (17-175). 2ª. Del cardenal Segura al cardenal Gomá (177-207). 3ª. Apostolado incesante (209-299). 4ª. Los 80 del Cambrón (301-359). A esto añade el autor una relación de los libros de Polo Benito (360) y la oración a los beatos mártires de Toledo (361).
Nos encontramos con un libro bien editado, pulcro, a dos tintas, prolijamente ilustrado con fotografías, periódicos, revistas y documentos. Muchos de ellos son interesantísimos, como la carta del párroco Reinold de 11-IX-1937 (11) pidiéndole noticias, ignorando que había fallecido violentamente un año antes. Maneja la documentación de la familia del beato Polo Benito, abundantísima, y la que había y ha ido reuniendo en su trabajo como Postulador.
Utiliza con abundancia algunas publicaciones, cuya información rescata, como Toledo, revista de arte (31-5), El Castellano gráfico (39-40, 42-50, 51-3), La hormiga de Oro (106-110, 168, 212), Nuevo Mundo (111, 191), Caras y caretas, de Buenos Aires (258, 263, 267), La patrie, de Canadá (220), La Correspondencia de España (217), Estampa (165), La Época (155-8). Los diarios ABC y El Castellano aparecen de manera constante, con crónicas o reproduciendo los artículos del beato Polo Benito.
Las fotografías resultan un complemento imprescindible de los artículos del deán de Toledo y una crónica gráfica de la época. Seleccionamos algunas, como las de la coronación de la Virgen de Guadalupe el 12 de octubre de 1928 (135-9); la visita realizada al cardenal Segura en su palacio, en la que se le distingue junto a otras personalidades y al siervo de Dios Alfredo van den-Brule (que dejó de ser alcalde con la Segunda República, por ser católico y monárquico, 177); don José Polo en la cubierta del barco dictando sus boletines, durante la peregrinación a Cartago con motivo del XXX Congreso Internacional Eucarístico, 223); en la cubierta del barco con el siervo de Dios Manuel Irurita, obispo de Barcelona, antes de partir a Tierra Santa en peregrinación (207); los ejercicios espirituales de los jóvenes de la Acción Católica de Toledo, celebrados en el seminario conciliar, donde aparecen el siervo de Dios Antonio Gutiérrez, consiliario de la Acción Católica y el también siervo de Dios Antonio Rivera, “el ángel del Alcázar” (290); celebrando un enlace matrimonial (291), o visitando la rotativa de un periódico (296); la exhumación de sus restos incorruptos realizada en 2007, con la bandera de España (355); la fotografía de la contraportada de los peregrinos camino de Buenos Aires para participar en el XXXII Congreso Eucarístico, a bordo del “Madrid”, en el que aparece al lado del arzobispo de Toledo Isidro Gomá.
No son abundantes las citas bibliográficas, aunque sí suficientes, lo mismo que las notas a pie de página. Es algo que el Autor hace de intento.
Muy interesante resulta el soneto que Rómulo Muro Fernández –periodista, dramaturgo y poeta español- dedica al beato Polo, que finaliza así:
El arte más sublime es lo infinito,
y la virtud el don más venturoso
que en el cielo con soles está escrito,
donde le espera el eternal reposo
a quien como el Doctor Polo Benito,
es en la vida, sabio y virtuoso (51).
2. El beato Polo, “sabio y virtuoso”.
Queda bien patente la actuación del beato Polo como deán de la catedral de Toledo desde el primer momento. Desde la restauración de la capilla de San Blas de la catedral (29-30), pasando por la fundación de la Esclavitud de Nuestra Señora del Sagrario de Toledo (37-46) o el Rosario Monumental. En esto último puso su empeño, tal y cómo escribió en El Castellano gráfico de 24-VIII-1924: “¿Por qué ha de ser menos nuestra ciudad que Zaragoza, Valladolid y Vitoria, para no citar otras?”. Poco después contaba con 160 faroles. ¿Y para qué este rosario monumental? Contestaba él mismo:
“Nos proponemos nosotros recabar la cooperación de todos los pueblos de la provincia: cada uno de ellos traería su escudo, su historia y su piedad en tributo a la Virgen toledana y… ¡figuraos el grandioso espectáculo de toda la región nuestra, rendida a los pies de la Señora, proclamando un regionalismo que el día 15 de Agosto de cada año renovaríase fraternal y triunfante!” (49).
Polo Benito participa activamente en la III Asamblea Nacional de Prensa Católica celebrada en Toledo en 1924 (62-5); en el II Congreso Nacional de Sindicatos Católicos Obreros de Madrid (66). Ingresó como académico de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo en 1925 (68-72); colaboró en el VII centenario de la catedral primada (73-85). Resulta interesantísima la crónica de la coronación de la Virgen de Guadalupe el 12 de octubre de 1928, que contó con numerosos artículos del beato Polo (120), publicándose el manuscrito titulado “La Virgen de la raza coronada en Guadalupe”. De este destacamos dos párrafos:
“Sobre el concepto etnográfico y hasta por encima del peso generador de la corona y de la sangre, culminan en la unidad de la raza los elementos formativos de la fe y del idioma, constituyendo juntamente con los otros, ese núcleo homogéneo que caracteriza nuestra colonización y la hace tan distinta de la protestante, como la materia se diferencia del espíritu.
La Virgen de Guadalupe de Méjico, que hoy enciende los bríos de centenares de mártires es la misma que hace un minuto escuchaba mis plegarias; la misma que en Rosario de Santa Fe era recientemente coronada con majestad y pompas dignas de la religiosidad de los argentinos; la misma que en Sucre tiene un santuario ilustre, rico y celebradísimo; la misma que en Colombia y en Lima recibe el homenaje de los fieles americanos” (126).
Con motivo del XXV aniversario de la instalación de la orden franciscana en el monasterio de Guadalupe (provincia de Cáceres, de la archidiócesis de Toledo) en noviembre de 1933, escribe un interesantísimo artículo en ABC, que hay que poner en relación a lo que se celebra y además, al momento político en que se vive en España:
“Y no era la nota más característica y diferencial en lo religioso su veneración a Cristo crucificado y su amor a la Madre Inmaculada? El concepcionismo brota a raudales en los concilios toledanos; en el IV de ellos pide Sisenando defensa para esta creencia del pueblo, y Chindasvinto suplica a san Isidoro el oficio propio de la Purísima; en el X solicita Recesvinto la festividad del 8 de diciembre, y Wamba, la misa en honor de la Niña sin mancha”.
Y un poco más adelante:
“Pues si tal y tan grande era el ideario del concepcionismo español, ¿cómo no habíase de declarar esta grandeza en uno de los santuarios que mejor encarnaba el genio de la raza?”
“La Virgen de Guadalupe de Méjico, que hoy enciende los bríos de centenares de mártires, es la misma que tantas veces ha escuchado mis plegarias, la misma que en Rosario de Santa Fe fue ha poco coronada con majestad y pompa dignas de la religiosidad de los argentinos”. “Cuando se forjaba la historia de luz y de oro, de cuyo recuerdo mal vivimos, el santuario y monasterio de Guadalupe eran la Casa Hispanoamericana. Y debe serlo siempre” (145-7).
Lo que nos une, sobre todo, es la Religión Católica, el amor a la Santísima Virgen, la lengua… Nos unen los mártires, que tanto en España como en Méjico, han rezado a la Virgen y han muerto con el nombre de Dios en los labios, defendiendo su Realeza. Toledo, como entonces, debe de ser faro, Norte y guía. En la imperial ciudad se encuentra como arzobispo, desde hace cinco meses, don Isidro Gomá.
El beato Polo Benito es un sacerdote valiente. En todo momento defiende al cardenal Segura, cuando se le persiga en el año 1931, con sentido penetrante de la realidad: “Bueno será que los católicos españoles estén advertidos. No se combate a la persona del señor cardenal, sino a lo que representa. Contra él se enderezan en apariencia los tiros, pero con el secreto designio de herir a la Iglesia misma” (181-2). En la festividad de la Virgen del Sagrario, 15 de agosto, el deán predica en su homilía, con el recuerdo del desterrado cardenal Segura:
“Y entonces, ya lo veis, da comienzo esta oración colectiva, esta gran ofrenda de los hijos reunidos; entonces se oye el himno gigantesco de las almas cuya resonancia es más honda, más conmovedora, si cabe, que las resonancias orquestales de la capilla primada… Y es entonces cuando la voz de los señores capitulares que celosa y generosamente han aportado su consuelo, ataca y defiende, compara y evoca, estimulando fervores y combatiendo briosa el error político, la negación social y la apostasía religiosa” (186).
El deán es un hombre apostólico, ingenioso, que no se arredra. Ante la prohibición de realizar procesiones por las calles, escribe con motivo del Corpus Chisti del año 1932:
“No salió la procesión. Por primera vez, desde hace cinco siglos, la custodia de Arfe, realidad de ensueño de un artista creyente, no ha recorrido, trono humanamente sublime del mismo Dios, las calles de Toledo a la sombra amable de los típicos toldos, perfumado el ambiente por todos los aromas de Castilla en primavera”. […]
“Dios no salió a la calle y por eso la calle vino a Dios. He aquí una aleccionadora verdad claramente contrastada. Oh, no ha desaparecido la fe de España, antes al contrario, se ha vivificado, se ha robustecido, como el torrente que viene de lo alto se crece ante los obstáculos que se le oponen”. […]
“Aunque la persecución lo intente no se interrumpe, como lo estáis demostrando, la historia eucarística de Toledo y de España. Dios no ha salido a la calle, pero la calle ha venido a Dios” (209-211).
Me ha sorprendido gratamente la entrevista que don José Polo realizó al siervo de Dios Wilhelm Finnemann, obispo auxiliar de Manila y vicario apostólico de Calapán, Filipinas, que se publicó en ABC, el 23-I-1936. En ella, el obispo dice que el idioma castellano “constituye la expresión del sentimiento, el lenguaje familiar”. La enseñanza está influida por la tradición “y esa influencia que implica expansión de cultura y aliento cordial de hispanismo, la ejercitan con heroica abnegación las órdenes religiosas” (274).
También resulta sorprendente lo referente al pintor y grabador ruso Sergéi Rovinsky, que recorrió España y comprendió el alma de este pueblo. Regaló un magnífico cuadro a la catedral, fruto de su estancia en Toledo, “La Adoración de la cruz”. Antes de ser colocado en la catedral, estuvo expuesto en la casa del deán, para que lo contemplaran los que lo desearan (281). Todo esto nos demuestra, una vez más, la singularidad humana del beato Polo Benito.
[El beato José Polo dictando sus artículos al mecanógrafo en la cubierta del barco].
3. Los 80 del Cambrón.
Por último, el Autor hace un estudio documentado y ágil de lo relacionado a la detención y martirio del deán de la catedral y de sus otros compañeros. Utiliza los datos de don Aniceto Castro Albarrán, los datos conservados por la familia del deán, el artículo de Luis Moreno Nieto y los del Martirologio Marista (301-9). La digresión que hace sobre el número de los cadáveres, si 63 o, si como se ha dicho siempre, 80, parece acertada (310). Después procede a enumerar a los 63 primeros y posteriormente hasta el número de 80 (311-349). Se describe luego lo sucedido con los cadáveres y su entierro en el cementerio (349). Es en este apartado donde más se echan en falta otra clase de documentos que, seguro, conoce el Autor. Yo los hubiera agradecido de manera extraordinaria, tanto en lo referente a la detención, prisión, como en el número de asesinados en la saca, etc. Se hubiera agradecido mucho la cita de informes, declaraciones y testimonios de aquellos años (1936-1944), que hubieran dado mayor solidez a lo ya expuesto.
Lo referente al cementerio de los canónigos, traslado de los restos en 1941, exhumación de 2007 es información de primera mano, magistralmente traída. Al exhumar los restos de Polo Benito, ante el cardenal primado de Toledo monseñor Antonio Cañizares, la emoción se palpaba.
“Al abrir el nicho y extraer la caja, se encontraron con la primera sorpresa: el excelente estado de conservación del ataúd. Dentro del féretro apareció la bandera de España junto a una estola morada. ¡El cuerpo apareció incorrupto! La sorpresa fue mayor, sabiendo como se sabía que el beato José había permanecido por más de 4 años en una fosa común” (356-7).
Las fotografías que recogen ese instante, en color y a toda página, son una crónica fidedigna que nos impresiona vivamente.
4. El martirio corona sus dos amores, Dios y España.
Así lo escribe el Autor en su prólogo y así queda demostrado en estos tres tomos, en los que ha rescatado abundantísimo información gráfica, periodística y documental. Es acertada su afirmación de que el beato José Polo Benito es el primer publicista católico de la España de aquellos años (12).
Con esta trilogía, el Autor consigue dar a conocer la figura del beato Polo Benito a miles de personas. Contribuye a que comprendamos mejor cómo eran las circunstancias sociales, económicas, políticas, eclesiásticas y religiosas de aquellos años. Nos muestra la vitalidad de una gran parte de los sacerdotes, religiosos y laicos. Muestra un camino a seguir, que complementa mucho otras investigaciones importantes –lo relacionado con la correspondencia de la Nunciatura en España con la Santa Sede de Cárcel Ortí, algunas biografías de obispos, algunos martirologios-, mostrando una realidad que nos resulta bastante desconocida. Muchos martirologios resultan, en la actualidad, difícilmente comprensibles para el lector de hoy sin la necesaria contextualización.
Por otra parte, la finalidad de que estos libros sirvan para la formación de los seminaristas, de los sacerdotes y de otras personas interesadas en nuestros mártires, resulta evidente. No estamos solo ante un libro erudito –porque a pesar de las escasas citas lo es y sin pedanterías-, sino de un libro que forma, alienta y estimula. Y nos demuestra que algunos mártires son para todos nosotros un faro encendido con su vida y con su muerte.
Como se lee en la pasión de Policarpo de Esmirna:
“Hemos colocado sus restos en un lugar conveniente. Siempre que es posible nos reunimos allí, con alegría y espíritu festivo. El Señor nos concederá festejar el aniversario de quienes ya han combatido, para así ir formando y preparando el relevo” (18,2).
Martín Ibarra Benlloch.
Pueyo de Santa Cruz (Huesca), 24-X-2024