[Santa Catalina oyó que Dios decía:] En el último día del juicio, cuando el Verbo, mi Hijo, revestido de mi majestad, vendrá a juzgar al mundo con su poder divino, no vendrá como pobre y miserable tal como se presentó cuando nació del seno de la Virgen, en un establo y en medio de animales, o tal como murió, entre dos ladrones. Entonces, en él mi poder estaba escondido; como hombre le dejé sufrir dolores y tormentos. No fue, en absoluto, que mi naturaleza divina se separara de la naturaleza humana, sino que le dejé sufrir como a hombre para expiar vuestras faltas. No, no es así que vendrá en el momento supremo: vendrá con todo su poder y con todo el esplendor de su propia persona.
A los justos les inspirará, al mismo tiempo que un temor respetuoso, un gran júbilo. No es que su rostro cambie: su rostro, en virtud de su naturaleza divina, es inmutable porque no es sino uno conmigo, y en virtud de la naturaleza humana su rostro es igualmente inmutable porque tiene asumida la gloria de la resurrección. A los ojos de los réprobos, aparecerá terrible, porque le verán con ese ojo de espanto y turbación que los pecadores llevan dentro de sí mismos. ¿No es lo mismo que ocurre con un ojo enfermo? Cuando brilla el sol no ve más que tinieblas, mientras que el ojo sano ve la luz. No es que la luz tenga algún defecto; no es que el sol cambie. El defecto está en el ojo ciego. Es así como los réprobos verán a mi Hijo: en la tiniebla, el odio y la confusión. Será por culpa de su propia enfermedad y no a causa de la majestad divina con la que mi Hijo aparecerá para juzgar al mundo. (Santa Catalina de Siena. El Diálogo, cap. 39)
-oOo-
No hace falta esperar al día del juicio para preguntarnos ¿Cómo vemos el rostro Dios cada uno de nosotros? ¿Qué les sucede a nuestros ojos? ¿No somos capaces de ver a Dios de forma clara?
Cuando hablo con ateos es frecuente que ellos lo pinten como algo innecesario y en todo caso sádico, desprovisto de lógica y hasta malo por naturaleza. Lo entienden como una pintura de nosotros mismos, que encima está hecha para asustar a quienes son “tan tontos” de acercarse a la Iglesia.
Pero ¿Cómo ver a Dios lo más objetivamente posible? Cristo nos da una pista maravillosa en las bienaventuranzas:
“Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8)
¿Pero podemos ver a Dios o no? ¿Cómo ver a Dios?
Y si alguien nos pregunta por qué está dicho: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios" (Mt 5,8), nuestra posición, a mi juicio, se afirmará mucho más con esto, pues ¿qué otra cosa es ver a Dios con el corazón, sino entenderle y conocerle con la mente, según lo que antes hemos expuesto? En efecto, muchas veces los nombres de los miembros sensibles se refieren al alma, de modo que se dice que ve con los ojos del corazón esto es, que comprende algo intelectual con la facultad de la inteligencia.Así se dice también que oye con los oídos cuando advierte el sentido de la inteligencia más profunda. Así decimos que el alma se sirve de dientes cuando come, y que come el pan de vida que descendió del cielo(Orígenes de Alejandría. Los Principios)
Ver realmente a Dios es imposible. Para nosotros, ver a Dios es entender el sentido que tiene en nuestra vida. Pero todo entendimiento que tengamos de Dios está influenciado por nosotros mismos. Influenciado por “nuestra propia enfermedad” ocular, tal como Santa Catalina nos indica.
Si somos ciegos de entendimiento, no podremos ver a Dios. Si tenemos problemas en el entendimiento, lo veremos deformado según la misma deformación interior que tengamos cada cual. A veces la deformación es tal, que en nuestra desesperación buscamos “lentes” o prótesis externas para poder encontrar algún sentido en la distorsionada forma de entender que tenemos. Las lentes nos ayudan, nadie lo niega, pero no llegan transformar nuestra naturaleza. Nos permiten seguir adelante sin la debida y necesaria conversión. Las lentes son cómodas formas de no tener la necesidad de cambiar. Además, hay lentes que colorean y distorsionan a propósito lo que vemos. Hay que tener cuidado y reflexionar sobre estas ayudas que nos hacen dejar la conversión para más adelante.
Y ¿Qué tiene que ver todo esto con el Corazón de Jesús? Hoy es la fiesta en que hacemos memoria del Corazón de Cristo y es bueno entender qué a través de esta figura lo que vemos es al propio Cristo y a Dios.
El corazón de algo, es su parte más interna, la esencia de su propio ser. Ver el Corazón de Jesús es ver la naturaleza de Dios que se manifiesta ante nosotros en su expresión más clara y diáfana. Por lo tanto, no se trata de una fiesta segundaria de devoción emotiva. Esta celebración es una oportunidad que nos brinda Dios para la reflexión y la conversión.
Al menos para mí, esta celebración me mueve a reflexionar sobre la limpieza y naturaleza de mi corazón, ya que en la proporción de su transparencia y perfección, podré entender y admirar el Corazón de Jesús. También me lleva a reflexionar sobre las “lentes” que he elegido para paliar mis defectos “visuales” ¿Son adecuadas las lecturas, compromisos, sentimientos que albergo en mi corazón? ¿Necesito más oración y voluntad de dejarme en manos de Cristo?
En la eucaristía de hoy podríamos pedir a Dios que nos ayude a limpiar-convertir nuestro corazón. De esta forma no tendremos que buscar prótesis externas para ver-entender el rostro de Dios. Rostro de Dios que se nos presenta como el Corazón de Jesús.