Este artículo fue publicado en "La Hormiga de Oro" el 6 de marzo de 1930. Con motivo del centenario de la consagración de España al Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles, recordamos al presidente mártir del Ecuador, Gabriel García Moreno, que fue asesinado por la masonería. Este estadista gigante, tuvo una providencial tarea: sacar al Ecuador del caos; firmar un Concordato con la Santa Sede; consagrar el Ecuador al Corazón de Jesús. Mortalmente herido gritó ante sus asesinos: ¡Dios no muere!
Este año va a celebrarse en la República Ecuador el primer centenario de su completa independencia. Digo de su completa independencia, porque si bien es verdad que su emancipación de España tuvo lugar seis años antes, esta República integró, a raíz de la célebre victoria de Pichincha, el territorio colombiano, y no pudo llamarse con propiedad independiente hasta el año 1830, en que, siguiendo el ejemplo de Venezuela, se separó de Colombia.
Los territorios que hoy forman la República del Ecuador son los del antiguo reino quichúa de Quito, que a fines del siglo XV fue conquistado por los Incas del Perú. Pizarro y sus compañeros lo conquistaron a su vez, de 1531 a 1533. En 1538 fue convertida esta comarca en gobierno que luego tomó el nombre de Audiencia de Quito, y estuvo sometido a la autoridad del virrey del Perú, por lo cual la historia del Ecuador se confunde con la del Perú hasta la guerra de la Independencia.
Con tal motivo se evocarán hechos y figuras que la crítica histórica había relegado a segundo término para dar lugar a la ponderación del aspecto totalmente cambiado que ofrece en la actualidad aquella República hispanoamericana.
Sin duda, una de las personalidades más destacadas que aportaron a la joven República el floreciente estado de prosperidad de que goza actualmente, fue el insigne Presidente García Moreno, cuya relevante figura pretendo bosquejar en líneas generales.
Había nacido don Gabriel García Moreno, en Guayaquil, el 24 de diciembre de 1821, de una familia distinguida. Su padre era español, natural de Castilla la Vieja, y su madre era tía del Cardenal Arzobispo de Toledo, D. José Ignacio Moreno. Estudió latín y filosofía en la Universidad de Quito, donde terminó la carrera de jurisconsulto. Cuando estudiante, ya destacaba por su carácter serio, raro talento y ferviente piedad, granjeándose la amistad de sus camaradas y el respeto y distinción de sus profesores. Más tarde fue elegido rector de la Universidad de Quito. Su ferviente vocación para la política le llevó a arrostrar serias dificultades y en varias ocasiones poner en peligro su vida. Casó con la hija del célebre general y presidente Juan José Flores. Ocupó los más altos cargos de la República, siendo un gran defensor de los intereses de la nación y arrojado paladín de la Iglesia Romana, por cuya causa murió vilmente asesinado, bajo el puñal del masón Rayo, en 6 de agosto de 1875, siendo Presidente de la República.
Quizás no exista otro personaje en la historia de las Repúblicas Hispanoamericanas en el que la crítica se haya ensañado tanto. Hombre culto, capacitado para gobernar, austero y de arraigadas creencias católicas, García Moreno ha sid0 juzgado excesivamente cruel y fanático. Sin embargo, su pasado por la Presidencia ecuatoriana marcó una época de florecimiento coartada por la oposición violenta de ciertos elementos perturbadores.
Una mirada retrospectiva nos dará idea del estado en que se hallaba El Ecuador cuando el gobierno de García Moreno.
La naciente República sufrió idénticas crisis y luchas intestinas que las demás repúblicas americanas al principio de su independencia. A la independencia ecuatoriana sucedieron las turbulencias políticas, persecuciones religiosas, expulsiones; a éstas, el malestar general y la inestabilidad de los nativos. Fue un periodo de formación nacional dificilísimo y que tardó bastante tiempo en madurar. La vida de aquella joven República era periódicamente perturbada por luchas civiles, secundadas, las más de las veces, por importaciones extranjeras. A esos exotismos que prostituyen el ideal patrio, había que añadir la corriente sofocadora y neutralizante del liberalismo, importado, también, de más allá de las fronteras ecuatorianas. Para colmo de males, las sectas masónicas se difundieron por toda la nación asentando sus reales en las principales ciudades de la República, donde fundaron logias y establecieron contubernios secretos. El país, con tal porcentaje de elementos padecido deletéreos, habría padecido por largo tiempo su situación precaria y decadente si no hubiese poseído un espíritu altamente patriótico y de arraigadas creencias católicas. El Ecuador puede considerarse como una de las repúblicas más católicas de América.