Pues la verdad es que, con los tiempos que corren, es un milagro que haya un Convento que no sólo no tiene crisis vocacional, sino que en el último año han entrado más de cuarenta postulantes, convirtiéndose así en todo un récord mundial en la Iglesia Católica.
Desde hacía mucho tiempo tenía ganas de conocer el famoso Convento de las monjas Clarisas de Lerma, recién refundado con el nombre de Iesu Communio. Por fin pude visitarlo el pasado sábado día 4 de junio. La excusa era que una persona a la que conocí dos años atrás, acababa de ingresar hacía cinco meses como postulante.
Como digo, ya no son Clarisas, y la mayoría de las monjas tampoco están ya en Lerma, sino que residen en un antiguo Monasterio Franciscano en el pueblo de La Aguilera, en Burgos. Por lo visto, ya antes de su refundación, y dado el crecimiento de las vocaciones, les cedieron el citado Monasterio que, junto con el Convento de Lerma, se ha traspasado al nuevo Instituto de Vida Contemplativa.
Lo primero que sorprende es que, a pesar de que la fundación del citado Monasterio a las afueras de La Aguilera data del siglo XV, cuando entras, todo lo que ves es completamente moderno. Lo siguiente que sorprende es que una monja sea la que abra la reja de acceso al recinto, vestida con un hábito de tela vaquera con cordón blanco y con una pañoleta azul en la cabeza. Son monjas de clausura, pero no es una clausura severa, por lo que muestran su rostro. Las hermanas reciben a la gente en un Locutorio circular en el que ellas ocupan, en gradas, la mitad de la circunferencia, dejando la otra mitad para los visitantes, y se las puede ver y charlar con ellas. No en vano las hermanas tienen precisamente ese carisma: tiene una esencial dimensión evangelizadora que se desarrolla, no sólo a través de la oración y de la vida entregada a Dios, sino también mediante los encuentros con las personas que deciden visitarlas, principalmente los fines de semana.
Cuando llamé por teléfono para intentar organizar el viaje, me aconsejaron que hiciera coincidir mi visita con algún acto de las hermanas, puesto que en esos momentos es donde ellas verdaderamente se vuelcan. El sábado pasado coincidió con el acto de iniciación como Novicia de una Postulante llamada María. Cuando llegamos mi mujer y yo, María estaba dando su testimonio con una sencillez, claridad y sinceridad enorme, explicándonos cómo había llegado a parar ahí. Esta mujer de 39 años, arquitecta de profesión, había tenido una vida completamente normal, ejerciendo su profesión, saliendo con sus amigos e incluso había tenido algún novio. Sin embargo, no era feliz y algo le iba llamando en su interior, aclarándole que ése no era su camino. Poco a poco se fue acercando cada vez más a Dios, hasta que, dado que conocía ya este Convento, ingresó hacía justo un año.
Después hablaron otras monjas, cantamos, celebramos la Eucaristía donde se impuso el pañuelo de novicia a esta postulante y, posteriormente, tuvimos otro rato de charla y cantos con toda la comunidad. Si tuviera que destacar tres cuestiones de esa tarde diría lo siguiente:
-La alegría, ingenuidad (en el buen sentido, no infantilismo, sino verdadero candor y falta de maldad), espontaneidad y AMOR que allí se respiraba. Me emocionó ver con qué respeto y cariño hablaban y cómo comulgaban concentrándose en profunda oración de acción de gracias cuando habían tomado ya el Cuerpo de Cristo. Ahí entendí verdaderamente el nombre del nuevo Insituto: Iesu Communio, es decir, verdadera comunión con Jesús. Estas monjas viven esa común unión con Cristo y su carisma es hacernos vivir a los demás también esa unión.
-Sor Verónica María Berzosa, que es la Superiora general del nuevo Instituto. La llamada “Madre Superiora” es una jovencísima mujer de 45 años, que además es guapísima. Es una persona que irradia caridad por todo su ser. Me impresionaron los detalles de cariño que demostraba, principalmente hacia la nueva novicia que comenzaba su andadura ese día. Sin afectación, con profundo respeto, pero con una delicadeza y un amor inmenso, no dejaba ni un segundo de estar pendiente de todo, de todos y, especialmente, de dicha nueva novicia y de su familia. Es una mujer que con su mirada azul celestial y con sus estilizadas manos irradiaba Santidad.
-Por último, me emocionó el rato que pudimos charlar con la postulante que conocíamos mi mujer y yo. Cuando mi mujer y yo conocimos a Laura, que así se llama, era una chica mona, muy normal, tranquila y que sí que es cierto que inspiraba cierta paz. Sin embargo, nada nos hacía pensar que dos años después ingresara en un convento de clausura. Ahora, y después de los cinco meses que lleva en el convento, Laura está, no mona, sino guapísima, no normal sino extraordinariamente exultante, y no sólo irradia cierta paz, sino que es un volcán de fe, y de amor, lleno de gratitud hacia el Señor. Estuvo con nosotros casi una hora contándonos cómo había entrado en el convento, todas los pasos que había dado su vida y cómo, poco a poco, Cristo, de la mano de la Virgen María, le había llevado hacia El, eso sí, siempre dejándola ser absolutamente libre. Nos dijo que estos cinco meses habían sido, sin duda, el período más feliz de su vida y nos dio en ese poco tiempo que estuvimos con ella una catequesis vital digna del mejor de los teólogos.
Lo único triste de ir a visitar este convento es no poderte quedar por más tiempo y no tener la oportunidad de hablar más y con más hermanas, porque puedo asegurar que uno se quedaría horas y horas. Y todo ello en el día en que mi mujer y yo cumplíamos 6 años de casados. Vaya regalazo del cielo para celebrar nuestro aniversario. Seguro que nos acordaremos siempre de ese día.