Es Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad. Cristo prometió a los Apóstoles que no los dejaría solos y que enviaría un defensor. Pasaron los días desde la ascensión y en Pentecostés les envió el Espíritu Santo. Todo cambio para ellos. ¿Cómo podemos entender esto? Repasemos algunos pasajes de los Padres de la Iglesia:
Nos dice San Agustín en el comentario al salmo 118:”Este es aquel Espíritu en el que clamamos: "iAbba, Padre!", y, por lo mismo, El nos hace pedir a quien deseamos recibir, El nos hace buscar al que deseamos encontrar, El nos hace llamar al que nos proponemos llegar“
En el sermón 268, también nos dice San Agustín: “Quien tiene el Espíritu Santo está dentro de la Iglesia que habla las lenguas de todos. Cualquiera que se halle fuera de ella, carece del Espíritu Santo”
Nos dice San Cirilo de Jerusalén en su catequesis XV: Pero el Espíritu Santo no es algo que se exhala hablando con la lengua, sino alguien vivo, que nos concede hablar con sabiduría, siendo Él mismo el que se expresa y habla.
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Las palabras que os he dicho son espíritu» (Jn 6, 63), de modo que no pienses que éste (el Espíritu) es sólo algo que nosotros decimos, sino doctrina sólida.
El Espíritu Santo es una realidad, pero a veces nos olvidamos de El ¿Cómo se manifiesta en nosotros? Conocemos al Espíritu Santo por medio de los dones, frutos y carismas que nos ofrece. Repasemos brevemente los dones:
- Temor de Dios, que no es miedo. Es asombro, respeto y adoración. Sin temor de Dios estamos a merced de creernos con capacidad de caminar por nosotros mismos. Sin la gracia de Dios nada podemos hacer.
- Fortaleza, que no es fuerza física. Es la fuerza de Dios que se manifiesta por medio nuestra. Sin fortaleza no somos más que títeres sin sentido.
- Piedad, que no es quedarse rezando todo el día. Es la capacidad de reconocernos como adoradores activos de Dios. Ser capaces de orar a Dios más allá de nuestras necesidades personales. Es la necesidad entender la vida como una realidad sagrada que se hace oración en cada acción o inacción.
- Consejo, que no es ir dando opiniones y pareceres personales. El consejo es la transmisión directa de la gracia de Dios a quienes necesitan ayuda en su camino. Comunicar a Dios es un Don y una inmensa responsabilidad.
- Entendimiento, que no es saber lo que nos dicen otras personas. Es la capacidad de introducirnos en la Verdad y recibir de Ella comprensión de la revelación de Dios. Sin entendimiento andaríamos ciegos por este mundo.
- Ciencia, que no es física, química o matemáticas. Es mucho más que simple entendimiento; es capacidad de relacionar la Verdad con la vida. Ser capaces de discernir el Orden de Dios y reconocer este orden en las causas segundas.
- Sabiduría, que no es saberse mil aforismos y frases bonitas. Es la cumbre de los Dones del Espíritu. Capacidad de vivir en equilibrio con los Dones antes descritos. Sabemos que la sabiduría es verdadera cuando lleva implícita el Amor que es Dios.
¿Se ha preguntado por qué no abundan en nuestros días estos dones? Yo tengo la impresión que no los solicitamos realmente. Recibirlos conlleva tal responsabilidad que nos asusta pedirlos de verdad.
Orígenes os dice en su obra “Los Principios”, "…la acción del Espíritu Santo está limitada a los que se van orientando hacia las cosas mejores y andan en los caminos de Cristo Jesús, a saber, los que se ocupan de las buenas obras y permanecen en Dios" (Orígenes – De Principis, 1305).
¿Cómo orientamos nuestra vida? ¿Recogemos la acción del Espíritu Santo en ella? No se usted, estimado lector, pero yo tengo claro porque la acción del Espíritu no llega a mi vida con facilidad. Todo se resume en una palabra: necesidad de conversión.