Jerusalem, entre los derechos y los errores. Por Ana Jerozolimski. Semanario hebreo. Uruguay.
Jerusalem celebró ayer su día. De acuerdo al calendario hebreo, se festejaron este miércoles 44 años desde la reunificación de la capital de Israel, desde aquel 7 de junio de 1967 en el que los paracaidistas lograron irrumpir a la Ciudad Vieja por la Puerta de los Leones, se acercaron llorando al Muro de los Lamentos y cantaron el “Hatikva”- la esperanza- el himno nacional de Israel.
No nos gustó el recorrido que hizo la tradicional “marcha de las banderas” que festeja la fecha, comenzando por uno de los barrios árabes de la parte oriental de la ciudad. No nos gusta nada lo que huela siquiera a provocación. Tampoco nos gusta que los líderes no tengan siempre la cordura y el buen criterio de sugerir alternativas que respeten la propia dignidad, sin entrar en innecesarios campos minados…en términos de tensión y choques por cierto.
A aquellos de los participantes en la marcha que no iban para celebrar la liberación de Jerusalem hace 44 años sino para que los árabes los vean frente a sus narices, nuestro repudio. Esa actitud, aunque haya sido de algunos, no la intención de la iniciativa toda, nada aporta a Jerusalem. No honra por cierto la memoria de los caídos en su defensa, en aras del retorno judío a la ciudad, bloqueado años antes por la agresión de la vecina Jordania.
Comenzamos, intencionalmente, por los problemas. Y claro que esta es sólo una corta versión de los mismos. Ha habido otras actitudes equivocadas de gobiernos israelíes desde el 67. A ellas hizo referencia ayer el propio Presidente del Parlamento, Reuven Rivlin, del Likud-de quien nadie podrá decir que es “de izquierda”, ya que es considerado de las figuras más conservadoras de su partido- al decir que es bueno haber vuelto a la Ciudadela de David, pero que fue un error no hacer lo suficiente por Wadi Joz y Ras el Amud, en referencia a la mucho menor dedicación al desarrollo de barrios árabes en la parte oriental de la ciudad.
Pero empezamos por los problemas, por los errores, porque tenemos certeza de que aunque es imperioso corregirlos o intentar minimizar sus efectos, ni ellos pueden hacer olvidar la historia de la ciudad. Hoy en día, cuando el tema de Jerusalem es presentado como uno de los principales escollos en el camino hacia la paz, cuando la comunidad internacional toda parece aceptar como verdad caída del cielo que Jerusalem debe ser dividida como si lo más normal fuera que en la parte oriental funcionara la capital de un Estado palestino independiente, nos parece esencial recordar un poco la historia.
Y no hablamos sólo de los derechos milenarios, de Jerusalem como ciudad del Rey David, del Templo Sagrado de Salomón y la ciudad de la peregrinación..Sobran las pruebas arqueológicas y las históricas del vínculo de generaciones entre el pueblo judío y Jerusalem.
Sólo el pueblo judío la convirtió en capital. Sólo el pueblo judío la vio como corazón y centro neurálgico, no como provincia alejada.
No consideramos a los árabes de Jerusalem extraños en la ciudad ni restamos importancia a las mezquitas Domo de la Roca y Al Aqsa construidas en Jerusalem…Pero no podemos dejar de recordar que llegaron a ella siglos después de que la ciudad fue capital del Reino de David…y que los santuarios fueron erigidos sobre las ruinas del Templo Sagrado…Por algo los propios árabes, durante mucho tiempo, llamaban a Jerusalem “Beit el Makdas”, la casa del Templo….
¿Suena a juego de niños, a quién llegó primero? Lamentablemente, a veces esta maniobra desagradable le es impuesta a Israel, cuando del otro lado hay quienes alegan que el vínculo entre los judíos y Jerusalem es un invento y las pruebas arqueológicas, una imaginación. Ya hemos escrito al respecto repetidamente en otras ocasiones.
Pero saltemos hacia adelante, acerquémonos mucho más a nuestro tiempo…y volvamos a la resolución 181 de las Naciones Unidas (que tan a menudo surge como foro al que se alega que Israel no acata) que fue adoptada el 29 de noviembre de 1947, recomendando la partición de Palestina “en un Estado judío y otro árabe”. Perdón por repetirlo por enésima vez…pero esa resolución fue aceptada por el liderazgo sionista y rechazada por los árabes, que la desafiaron lanzándose a la guerra.
Pues bien, esa resolución incluía un párrafo importante: Jerusalem sería un “corpus separatum” bajo control internacional, hasta que en un plebiscito, una década más tarde, su población decidiera su destino, de qué lado quería estar. Nuevamente…unos aceptaron…y otros rechazaron. Y cuando el liderazgo sionista aceptó, no era porque no le importara Jerusalem, sino porque necesitaba el Estado y su opción no era el todo o nada.
¿Dónde está el control internacional pues?-se preguntarán algunos.
Quedó enterrado bajo los escombros de la guerra lanzada por los árabes apenas se declaró la independencia de Israel. En los combates, que no fue Israel quien comenzó, Jerusalem quedó dividida entre las dos partes. La línea no existía antes. La mención de Jerusalem oriental, que nosotros mismos usamos a menudo porque la referencia es clara, a la zona que se halla más allá de las líneas del 67, en realidad requiere explicación: no era una línea que existía antes, sino que fue determinada por el fin de los combates entre Israel y la Legión Jordana.
No había antes una Jerusalem palestina en la parte oriental y una israelí del lado occidental...era toda una ciudad que quedó dividida por la guerra. Y cuando los árabes la tuvieron, no la convirtieron en capital.
La línea divisoria del 67 fue símbolo de veda, de prohibición absoluta a los judíos: hasta que la ciudad fue liberada en junio del 67, ningún judío podía pasar al otro lado y llegar a su santuario más sagrado, el Muro de los Lamentos. Habrá quienes digan…bueno, era una línea de armisticio, había habido guerra..no es que ahora habrá libre pasaje….Pero el problema es que la política hostil no se limitó a no permitir el acceso de los judíos al Muro de los Lamentos, sino que se tradujo también en una total falta de respeto a las 57 sinagogas que se hallaban en el barrio judío de la Ciudad Vieja, del que echaron a todos los habitantes. No quedó ni una en pie. Lápidas del cementerio de los Olivos fueron utilizadas como letrinas y piedras de pavimentación en las calles..
Aunque más no sea por eso, Israel tiene derecho a celebrar el Día de Jerusalem. Más allá de lo que suceda en el marco de acuerdos futuros, que deben necesariamente-a nuestro criterio-incluir la posibilidad de que barrios de población árabe en la ciudad estén bajo control árabe (lugares como Shuafat nada tienen que ver con la historia judía), Israel tiene motivos para celebrar la liberación.
El 7 de junio de 1967, en la explanada del Muro de los Lamentos, el entonces Ministro de Defensa Moshe Dayan, declaró: “Esta mañana, las Fuerzas de Defensa de Israel liberaron Jerusalem. Hemos unificado a Jerusalem, la capital dividida de Israel. Hemos retornado al más sagrado de nuestros santuarios, para no abandonarlo nuevamente jamás. A nuestros vecinos árabes, extendemos también en este momento-y con énfasis, a esta hora- nuestra mano, en señal de paz. A nuestros ciudadanos cristianos y musulmanes, prometemos solemnemente plenos derechos religiosos y libertad de culto”.
La promesa ha sido cumplida. Claro que hay limitaciones por razones de seguridad, como ser el acceso a las mezquitas a jóvenes hasta determinada edad, en épocas de tensión. El lugar ha sido foco de choques violentos y la intención es tratar de minimizarlos.
Pero aún en medio de problemas puntuales y sin olvidar ni por un momento que cuando Israel cierra los territorios y no permite libre entrada de palestinos a Jerusalem, se está socavando el derecho de quienes lo deseen de orar en la ciudad, no hay punto de comparación entre la situación bajo gobiernos de Israel y la anterior a la liberación del 67. Hasta musulmanes de otras latitudes han llegado a Jerusalem a orar..y bien saben los cristianos cuanto se ha respetado sus santuarios desde que Jerusalem es la capital unificada de Israel.
Esto no quita que haya que pensar en forma realista en el futuro…intentando hallar una fórmula que permita mantener todo esto, sin dejar dentro de las fronteras de la capital israelí, a barrios árabes cuya población es lógico que esté del otro lado.
Es importante recordar que ya ha habido jefes de gobierno israelíes que propusieron, de hecho, la división de Jerusalem, de modo que los barrios árabes pasen a control palestino en el marco de un futuro acuerdo de paz. Ehud Barak y Ehud Olmert lo ofrecieron a Yasser Arafat y Mahmud Abbas respectivamente. Es bueno tenerlo presente cuando hay quienes dan a entender que la falta de paz y solución en la zona se debe a que Netanyahu rige hoy los destinos de Israel.
NOTAS
Jerusalem, entre los derechos y los errores. Por Ana Jerozolimski
Semanario hebreo. Uruguay