SER PERSEGUIDOS ES SU GLORIA

Seguimos comentando la carta a Diogneto para ver cómo vivían los cristianos del siglo II, para ver cómo debiéramos vivir nosotros en el Siglo XXI en medio de un mundo que va caminando hacia un paganismo semejante al del Siglo II.

Sigue diciendo la carta:

Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho.

En este párrafo hay como tres puntos a considerar:

Viven como forasteros en su patria, pero encajando muchos golpes, es decir que si los pudiesen hacer desaparecer, no dudarían en hacerlo; molestan, no les resulta cómoda su presencia porque tienen un estilo de vida diferente.

Además cuando se encuentran en tierra extraña, viven como en su propia patria aunque se les trate como extranjeros.

Y tercero, no se deshacen de los hijos que conciben. Los paganos se deshacían cuando les parecía; los cristianos no. Tenían mesa común, pero el lecho, no.

Ante la realidad que estamos viviendo en nuestros días ¿muchos de nuestros cristianos no se parecen a los paganos tanto en lo de lecho común como en el caso de los abortos? ¿Qué significa ser cristiano para un adúltero o para quienes son capaces de matar a su propio hijo?

La gran lección que nos dan los primeros cristianos es que “Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo”.

¿También la ciudadanía de nuestros cristianos está en el cielo?

Es muy bonito y muy real el siguiente párrafo: ¡Anda! pues casi nada se dice en el mismo:

“Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo. Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida. Los judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad”.

¿No es esto lo que está pasando en la actualidad? Indudablemente. Ninguna asociación del mundo ha hecho tanto a favor del bien común como la Iglesia ni en la actualidad ni a lo largo de la Historia. Ninguna. Y lo digo sin aires de superioridad.

Lo que pasa es que si de la Iglesia sólo se habla de fallos y defectos sin tener en cuenta lo positivo, no hay objetividad y se falsea la verdad. A veces he dicho que estoy orgulloso de pertenecer a la Iglesia, y lo repito ahora. ¿Fallos y defectos quién no los tiene? Y ¿por qué hay quienes se fijan sólo en los defectos de la Iglesia?

¿Quién ha hecho lo que la Iglesia en atención a los pobres? Sólo por poner un ejemplo, ahí están las órdenes religiosas extendidas por todo el mundo. Hacen el bien, y son castigados como malhechores perseguidos y condenados a muerte, y ¿por qué? Tampoco hoy nadie sabe explicar el motivo de su enemistad.

Sólo pongo este ejemplo, pero podríamos hablar también del depósito cultural, y de la tarea educativa, no sólo de las órdenes y congregaciones religiosas sino de tantos seglares que han destacado como educadores de niños y jóvenes. También hoy podríamos aplicar a nuestra sociedad aquello de que sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria.

Aparte de que en la tarea propiamente evangelizadora y testimonial a través de la Historia, es única y ha contribuido a elevar la moral de los pueblos. También hoy podemos repetir hacen el bien, y son castigados como malhechores.

(Continuará)