Traigo aquí la plegaría eucarística del VI domingo de Pascua, respetando las rúbricas. Disfrutadla y rezadla.
de la oblación, en la cual se incita también a la alabanza de Dios
a todo el conjunto de criaturas terrestres y virtudes celestiales,
y se canta el Hosanna in excelsis, porque naciendo el Salvador
del linaje de David, hasta lo más excelso ha llegado la salvación
al mundo (S. Isidoro, De Ecl. Of., 1,15,2).
Durante toda la plegaria eucarística, cerca del altar, los acólitos con dos incensarios en la Misa episcopal, esparcen el humo del incienso.
El Obispo se acerca al altar y dice:
Me acercaré al altar de Dios.
Todos responden: A Dios que es nuestra alegría.
El diácono dice: Oídos atentos al Señor.
Todos responden: Toda nuestra atención hacia el Señor.
El Obispo, extendiendo las manos, prosigue: Levantemos el corazón.
Todos responden: Lo tenemos levantado hacia el Señor.
El Obispo, juntando las manos, dice:
A Dios y a nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios,
que está en el cielo,
demos debidas gracias y alabanzas.
Todos responden: Es justo y necesario.
El Obispo, con las manos extendidas, dice (en tono de prefacio):
(Acción de Gracias-Variable en cada Misa)
Es justo y necesario
que alabemos la potencia de tu poder, oh Señor,
la plenitud de la majestad del Padre.
Por él restituyes y restauras todas las cosas;
tú lo enviaste al mundo revestido de la naturaleza humana,
para amar en nosotros lo que amabas en tu Hijo.
Se ha cumplido cuanto habías anunciado
por la boca de los profetas;
se ha realizado cuanto habías predicho acerca de su venida.
Éste es pues el león de la tribu de Judá, valeroso en la lucha.
Éste es el cachorro de león que surge victorioso de la muerte.
Éste es el Cordero inmaculado
desde mucho tiempo necesario para ser inmolado.
Éste es la piedra que desecharon los constructores,
que llegó a ser después admirable,
establecida como piedra angular de la Iglesia.
Éste es el caudillo y príncipe del ejército celestial.
Éste es el Esposo y Señor de la Iglesia.
Estaba prefigurado en Noé no sólo como piloto del arca,
sino también de la Iglesia;
estaba en Abrahán como fiel culmen de la estirpe patriarcal;
en Isaac como misterio de su gloriosa inmolación;
en Jacob como inmejorable ejemplo de paciencia;
en todos los santos como plenitud de toda justicia.
Por esto, todos los ángeles y arcángeles
no cesan de cantar cada día, a una voz, diciendo:
Todos los concelebrantes y el coro cantan el Sanctus, y el coro, después del Hosanna, añade el triple Hágios y un único Kyrie o Théos:
Sanctus, Sanctus, Sanctus,
Dominus Deus Sabaoth.
Pleni sunt caeli et terra gloriae maiestatis tuae.
Hosanna Filio David.
Benedictus qui venit in nomine Domini.
Hosanna in excelsis.
Hágios, Hágios, Hágios, Kyrie o Theos.
Santo, Santo, Santo, Señor Dios del universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu majestad gloriosa.
Hosanna al Hijo de David.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
Santo, Santo, Santo, Señor Dios.
El Obispo con las manos extendidas y los concelebrantes (éstos en voz muy baja sin extender las manos), dicen la oración:
(Oración después del Santo-Variable en cada Misa)
para que la oblación que se ofrece a Dios, santificada por el Espíritu Santo,
se conforme al cuerpo y a la sangre de Cristo (S. Isidoro, De Ecl. Of., 1,15,2).
Santo y bendito es en verdad
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
en quien, al ser crucificado,
se manifestó realmente la debilidad de su carne,
y, en quien, mientras vivió,
permaneció escondida la fuerza de la divinidad.
Como hombre poseía lo que es propio del hombre
en su auténtica naturaleza humana;
y como Dios lo que es propio de Dios,
en la autenticidad de la sustancia divina,.
Demostró la realidad de su cuerpo al ser herido,
su impasibilidad en la fuerza que lo sostuvo,
y apareció en la muerte como mortal.
Así, experimentando la muerte, pudo vencerla muriendo,
y pudo asegurar la vida a los fieles sufriendo
y resucitando de entre los muertos.
El mismo Cristo Señor y Redentor eterno.
En inmediata conexión con su final prosigue:
El cual, la víspera de su pasión, tomó pan,
Toma la patena con el pan y, elevando los ojos, continúa:
dio gracias, pronunció la bendición,
Tomad y comed:
Esto es mi Cuerpo
que será entregado por vosotros.
Cuantas veces lo comáis,
hacedlo en memoria mía.
Todos responden: Amén.
El Obispo deja la patena sobre el altar y hace inclinación profunda. Toma el cáliz y prosigue:
Lo mismo hizo con el cáliz al final de la cena, diciendo:
Éste es el cáliz
de la nueva alianza en mi Sangre,
que será derramada por vosotros
y por todos los hombres
en remisión de los pecados.
Cuantas veces lo bebáis,
hacedlo en memoria mía.
Todos responden: Amén.
El Obispo deja el cáliz sobre el altar, hace inclinación profunda y, con las manos extendidas, dice:
Cuantas veces comáis este pan y bebáis este cáliz,
anunciaréis la muerte del Señor
hasta que venga glorioso desde el cielo.
Todos aclaman: Así lo creemos, Señor Jesús.
El Obispo, con las manos extendidas, dice la oración y todos los concelebrantes en silencio extienden igualmente las manos:
:
(Invocación-Pieza variable en cada Misa)
Oh Dios Padre,
esta es la víctima santa y saludable,
que reconcilió al mundo contigo.
Este cuerpo es el que colgó de la cruz.
Esta sangre es la que manó abundante de su costado.
Por tanto, dando gracias por tu gran amor,
porque nos redimiste con la muerte de tu Hijo
y nos has salvado con su resurrección,
humildemente te rogamos, Dios de bondad,
que hagas descender sobre estas ofrendas
la bendición de tu Espíritu Santo
y santifiques las almas de quienes participarán de ellas,
para que, purificados de la mancha de las culpas,
podamos alegramos sin medida en este día de la resurrección.
Al final todos responden: Amén.
El Obispo junta las manos y concluye con la siguiente doxología:
Concédelo, Señor santo,
pues creas todas estas cosas para nosotros,
indignos siervos tuyos,
y las haces tan buenas,
las santificas, las llenas + de vida,
Y al decir “las llenas de vida”, hace la señal de la cruz sobre los dones sagrados.
las bendices y nos las das,
así bendecidas por ti, Dios nuestro,
por los siglos de los siglos.
R/. Amén.