La Editorial San Pablo, como ayuda a la XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos (del 3 al 28 de octubre próximos) “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional” ha recogido en el librito “La voz única del ideal. En diálogo con los jóvenes”, dos encuentros de 2010 y 2013 que tuvo el actual presidente de la Fraternidad de Comunión y Liberación, sacerdote extremeño, D. Julián Carrón Pérez (Navaconcejo, Caceres, 1950), con los “maturandi” (alumnos que se preparan para realizar la prueba de acceso a la universidad) de “Gioventú Studentesca”. El primero llevó por título “La voz única del ideal” y el segundo “Atentos a los signos del misterio en nuestra vida”.
En el encuentro de 2010 trata sobre la vocación. Parte de las preguntas más elementales o fundamentales, como: ¿Para qué existo? ¿Para qué he venido al mundo? ¿Para qué merece la pena vivir? ¿Para qué sirve el yo? ¿Para qué sirve mi yo, mi vida? ¿Qué estoy llamado a hacer? ¿Para qué soy útil? Para responder es necesario entender qué sentido tiene el mundo, cuál es el significado y sentido del mundo. Esto es realmente algo muy difícil de alcanzar, pero el Misterio se ha apiadado de nosotros y se ha hecho hombre para ayudarnos y desvelar el sentido último del mundo y de la vida: el reino de Dios.
Dice Julián Carrón que, si nuestro valor radica en nuestra colaboración con el reino de Dios, en la medida que ayudamos a la humanidad caminar a la felicidad, tenemos que preguntarnos cómo podemos, cómo puedo yo, con todo lo que soy, servir mejor al reino de Dios. Así, divide en tres grandes criterios que hay que mirar, como dice D. Luigi Giussani, fundador de la Fraternidad de Comunión y Liberación, para descubrir la vocación: el conjunto de inclinaciones o dotes naturales, las condiciones o las circunstancias inevitables y la necesidad social, o mejor, del mundo y de la comunidad cristiana.
Teniendo en cuenta esto, reflexiona sobre dos cuestiones fundamentales que cada uno de nosotros está llamado a hacer en la vida, en dos apartados: a) la vocación como elección del estado de vida (matrimonio o virginidad, ambas para abrirse más profundamente al Misterio, bien a través de la mediación de otra persona o por la imitación del estado de Cristo en su plenitud), y b) la vocación como elección de la profesión que hemos de desempeñar, no centrándonos -como casi todos- en el provecho, gusto o comodidad individual, sino como una lucha entre seguir la voz única del ideal o dejarnos engullir por la mentalidad del mundo.
Y estas reflexiones sobre la vocación las ofrece D. Julián Carrón como sugerencia, invitación, posibilidad intuida, consciente de dejar la libertad dramáticamente en manos de los jóvenes.
En la segunda parte del librito se recogen los apuntes de la asamblea de 2013, también con los “maturandi”, en que va respondiendo a distintas preguntas donde vemos la respuesta concreta a la experiencia estudiantil y de discernimiento de la vocación, en base al escrito anterior de 2010: ¿Cómo mirar a todos y a todo como una ayuda para el estudio? ¿Cuál es la utilidad de ese estudio, el sostenimiento de la pasión por el mismo, y saber si se está siguiendo la voz del ideal o a una ideología? ¿Cómo puede comprenderse a los diecinueve años cuál es la necesidad del mundo y cuál es el método para responder a fondo esa pregunta? ¿Por qué la virginidad es adentrarse en una posición más profunda y definitiva de las cosas, ocupando acaso el matrimonio un segundo plano?
Al final, concluye D. Julián Carrón, su agradecimiento a D. Giussani, fallecido en 2005, porque con él ha aprendido a hacer un camino humano, es decir, que uno pueda percibir las circunstancias como la posibilidad de aprender el camino, y durante el mismo, de modo que aquello que uno experimenta le ayude a comprender. El método que D. Giussani propone es la experiencia, y así se encuentra la razonabilidad del camino. Éste es el instrumento, concluye D. Julián Carrón, que Dios nos ha lanzado al mundo con la confianza en nuestro corazón, en nuestra experiencia elemental, todo el deseo de plenitud que tenemos, para que podamos comparar todo con él. Y si uno lo hace sistemáticamente, como decía don Giussani, se dará cuenta de que la experiencia nunca nos engaña.