Soy un gran admirador y me gustaría ser también un imitador de la reforma espiritual que llevaron a cabo Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Me honro con la amistad de las carmelitas descalzas de la Encarnación, en Ávila, de cuyas oraciones dependo. Cuando puedo, además, me escapo a Segovia para rezar ante la tumba de San Juan de la Cruz. Junto al templo que custodia los restos del gran santo abulense, los carmelitas descalzos tienen una casa de espiritualidad.
En varias ocasiones he coincidido con grupos que llegaban, salían o se encontraban en ella participando en un retiro zen, yoga o de algún otro tipo de espiritualidad hinduista o budista. En un caso, al menos, lo impartía un sacerdote jesuita. Siempre me he preguntado el por qué. ¿Por qué se ofrece una casa de religiosos para este tipo de eventos? ¿Es una mera cuestión económica, ya que sin ellos no habría gente suficiente para que la casa de espiritualidad se mantuviera abierta? ¿Es fruto de un mal entendido ecumenismo que, aplicado a otros casos, lleva incluso a prestar las iglesias para que en ellas se celebren los cultos islámicos? Más aún, ¿por qué no hay religiosos que ofrecen retiros basados en la espiritualidad carmelitana? Seguro que los hay, pero también es posible que debiera haber más y que a lo mejor deberían dedicarse más a eso, que es lo suyo, que a otras cosas. Es posible que se me diga que este tipo de espiritualidad ya no interesa a los hombres de hoy; en eso no estoy de acuerdo; la gente lo que necesita es estar con Dios y si se van a buscar a ese Dios a sitios extraños y para ello tienen que llegar incluso a ponerse en posturas tan raras que se les pueden romper las piernas, es porque no han tenido acceso a las propias fuentes de espiritualidad que, entre otras cosas, son más acordes con su propia cultura.
La normativa que ha sacado el Vaticano no sé si tiene el carácter de orden taxativa que hay que cumplir. Me temo que no y me temo que no se le hará mucho caso. Sería una lástima que así sucediera. En todo caso, es una seria llamada de atención. Si no somos capaces de llenar el vaso del sediento con nuestro propio agua y tenemos que apelar a fuentes ajenas, es que estamos ya muertos aunque aparentemente sigamos vivos. Pero esto no es así. Recordemos, con el santo del “todo” y de la “nada”, aquello de “que bien me sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche”. En la Iglesia es de noche, pero decisiones como la que ha tomado el Vaticano indican que empieza a verse el nuevo día.
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