“Se puso a gritar: ‘¿Qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios’”. Atormentado y a pesar de la intensidad de los sufrimientos que le hacen gritar, no ha abandonado su hipocresía. Esconde el decir la verdad, el sufrimiento le aprieta, pero la malicia le impide decir toda la verdad: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret?” ¿Por qué no reconoces al Hijo de Dios? ¿Es este hijo de Nazaret el que te tortura, y no el Hijo de Dios?...
¿Acaso Moisés no era un santo de Dios? E Isaías y Jeremías, ¿no eran santos de Dios?... ¿Por qué no les has dicho: “Sé quién eres, santo de Dios”?... No digas “Santo de Dios” sino “Dios Santo”. Te imaginas que sabes, y no sabes nada; o bien si lo sabes, te callas por esa misma doblez. Porque no es solamente el Santo de Dios, sino Dios Santo. (San Jerónimo (347-420) Comentario al evangelio de Marcos, 2; PL 2, 125s)
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Cada vez es más normal escuchar que las calles son lugar de escarnio para quienes creemos en Dios y somos fieles a la Iglesia. En Granada ha vuelto a acontecer uno de estos episodios de odio a pocos días de la manifestación atea de Madrid. La historia se repite desde hace más de 2000 años.
Este tipo de hechos me recuerdan al pasaje evangélico que San Jerónimo con tanta certeza comenta. ¿Qué quiere Cristo de nosotros? ¿Ha venido a acabar con algo? Cristo quiere que nos convirtamos y que le sigamos. El demonio tenía toda la razón, ha venido a acabar con algo, con nuestro pecado.
¿Qué hace gritar a las personas contra nosotros? Solamente puedo imaginarme que les repele vernos reunidos en Nombre del Señor, ya que hacemos presente a Cristo en la sociedad. Entonces se comprenden los gritos e insultos. Aunque parezca que nos gritan a nosotros, no es así. Gritan a Cristo:
‘¿Qué quieres de nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sabemos quién eres: el Santo de Dios’