Hace semanas que no publico en este blog de ReL, lo que no quiere decir que no escriba. Suelo escribir dos o tres textos todas las semanas, pero no siempre los publico. Si no me parecen realmente constructivos, los prefiero dejar fermentando. Algunas veces recojo uno de estos textos y lo transformo de forma que me parece adecuada su publicación. Este es uno de estos textos.
Cuando lo escribí me pareció innecesariamente oscuro y trágico. En estos momentos ya no me lo parece. Haciendo algunos ajustes permite reflejar el oscuro momento que vivimos. Si miramos los medios encontramos guerras, muertes sin sentido, problemas económicos, soledad, pobreza y enfrentamientos fraternos. Encontramos que la dureza e indiferencia con nuestros hermanos se han convertido en lo normal.
Si nos fijamos en el Evangelio de hoy 28º domingo del Tiempo Ordinario, tenemos una parábola maravillosa. Una de esas que suelo citar con frecuencia en mis humildes escritos: El Banquete de Bodas. En este Evangelio, Cristo habla especialmente a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, pero también nos habla a nosotros. Entre una docena de elementos importantes, nos encontramos con algo que es un contrasentido hoy en día: ser expulsado por no ir adecuadamente vestido al banquete.
«Exponnos —dirás— cuál es el traje de boda». Sin duda, es el traje que solo poseen los buenos, los que quedarán en el banquete, los reservados para el banquete al que ningún malo tiene acceso, los conducidos a él por la Gracia del Señor. Esos son los que tienen el traje de boda. Busquemos, pues, hermanos míos, quiénes entre los fieles tienen algo que no poseen los malos; eso será el traje de boda. ¿Los sacramentos? Veis que son comunes a buenos y a malos. ¿El bautismo? Es cierto que nadie llega a Dios sin el bautismo, pero no todo el que tiene el bautismo llega a Dios. Por tanto, no me es posible identificar el traje de boda con el bautismo, es decir, con el sacramento: es un traje que veo que llevan buenos y malos. Tal vez lo es el altar o lo que se recibe de él. Pero vemos que muchos lo comen, pero comen y beben su condenación. ¿Qué cosa es, entonces? ¿El ayuno? También los malos ayunan. ¿Asistir con los demás a la Iglesia? También asisten los malos. Para concluir, ¿el hacer milagros? No solo los hacen los buenos y los malos, sino que a veces no los hacen los buenos. Ved que en el antiguo pueblo hacían milagros los magos del faraón y no los hacían los israelitas. Entre estos solo Moisés y Aarón los hacían. Los demás no los hacían, pero los veían, temían, creían. ¿Acaso eran mejores los magos del faraón, que hacían milagros, que el pueblo de Israel que no podía hacerlos y, con todo, como pueblo pertenecía a Dios? Ya dentro de la Iglesia, escucha al Apóstol: ¿Acaso son todos profetas? ¿Acaso tienen el don de curaciones todos? ¿Hablan todos lenguas? ¿Cuál es, pues, el traje de boda? Este: El objetivo del mandamiento —dice el Apóstol— es el amor que procede de un corazón puro, de una conciencia recta y de una fe no fingida. (San Agustín. Sermón 90, 5-6)
San Pablo dice en 1Tm 1, 5: "Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida..."
Corazón limpio y puro ¿Por qué?
En la Bienaventuranzas Cristo indica: Dichosos los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios (Mt 5,8)
¿Ver a Dios? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Por qué?
A Dios lo vemos en toda la creación, ya que ha dejado su huella indeleble. A Dios lo vemos en el prójimo, porque ha sido creado a imagen y semejanza divina. Lo vemos en nosotros, porque somos templos del Espíritu Santo. ¿Cómo lo vemos en todos estos sitios? Aquí necesitamos atrevernos a dar un paso en el Misterio y dejar que la Gracia ilumine aquello que da sentido a nuestra vida. Encontraremos trazas de ese sentido en todo y todos. ¿Por qué? Porque sólo si llevamos la lámpara llena de esperanza, Dios nos verá y nosotros veremos a Dios. Esto queda claro en la parábola de las doncellas sensatas e insensatas (Mt 25, 1-13). Las doncellas insensatas corrieron a buscar aceite para su esperanza y Cristo no las reconoció cuando volvieron.
Hoy en día nos parece inadmisible que se expulse a una persona por venir con un vestido inadecuado. Curiosamente, nosotros hacemos esto continuamente juzgando a quienes no siguen la línea que nos parece adecuada o aceptable. Les invitamos a salir, desaparecer, porque nos estorban. No siguen nuestro juego, Quien se atreve a decir que el rey "está desnudo", merece ser recriminado y expulsado. Un ejemplo real: si nos atrevemos a decir que los católicos deberíamos dejar de darnos golpes unos a otros por la causa que sea, no tardarás en ser expulsado por los del bando A, B o Z. ¿Por qué? Porque evidencias la falta de amor y sobre todo, la ceguera que llevamos con nosotros y que nos impide ver a Dios en los demás. ¿No existe bando 0? Desgraciadamente, quienes siguen a Cristo únicamente no tienen bando. Tienen esperanza. Saben que estamos en tiempos de una espera llena de sentido. Aunque nos inviten a desaparecer, no perdamos la Esperanza. La Esperanza es mano de Cristo que llama a la puerta de nuestro ser.
Hoy en día las tristes y dolorosas guerras generan partidismos que nos enfrentan. ¿Y tú de quién eres? Si dices que eres de Cristo, te mandan a casa rápidamente. Si eliges cualquier otro segundo salvador, serás recibido con palmas por sus seguidores. Sobre todo, si estás dispuesto a maltratar a los otros bandos. La realidad es que no somos capaces de ver a Dios. Nos nubla la vista el egoísmo, los intereses grupales y el cínico orgullo que hoy es tan valorado. Como dice San Agustín, intentemos que Dios sea centro y sentido de todo. El traje adecuado es "el amor que procede de un corazón puro, de una conciencia recta y de una fe no fingida." Pidamos que la Gracia lo haga posible en nosotros. Arrodillémonos diciendo que nada podemos si no abrimos a puesta de nuestro ser al Señor. Porque si la esperanza recae en cualquier persona o cosa que no sea Cristo, lean en el Evangelio hoy. Ahí se indica lo que nos espera y lo que ya estamos sufriendo por nuestra terrible ceguera.
Espero que este breve texto que comparto no sea oscuro, sino que aporte algo de luz en este momento tan horrible que vivimos.