El otro día una persona me estuvo contando cómo los psicólogos que le habían atendido en su vida, que habían sido muchos, le habían dicho que como había sufrido abusos en la infancia y esto había quedado grabado en su cerebro a muy tierna edad, pues que nunca podría superarlo y que siempre acarrearía todas las secuelas, nada podía hacerse. Bueno supongo que algo sí porque si no, no le hubieran dicho que siguiera yendo, pero esta era la conclusión.

¿Será verdad que es así? Yo no tengo ni idea de cuestiones fisiológicas del cerebro ni donde se quedan grabadas las cosas, pero si sé que no es verdad, y que no es verdad porque lo he visto y lo he experimentado.

Todas estas personas, que han hecho peregrinación de psicólogo en psicólogo y de psiquiatra en psiquiatra, me recuerdan a la hemorroisa del Evangelio, que había gastado su fortuna en médicos sin conseguir curarse hasta que se encuentra con Jesús.

La cuestión no es lo que nos ha sucedido, que puede ser, muchos pequeños sufrimientos o un drama terrorífico, lo importante es la actitud que uno tome ante ellos y lo que haga con ese sufrimiento. Muchos criminales han tenido una infancia de abusos… pero también muchos santos. Muchas activistas proaborto totalmente desquiciadas han tenido un aborto provocado… pero también otras muchas mujeres han hecho de tan terrible suceso una fuente de conversión y han sido sanadas y restauradas.

Creo sinceramente que hay heridas que solo Dios puede sanar completamente y que nos equivocamos pensando que todo lo tienen que hacer los profesionales de la salud mental. Ellos hacen su trabajo, pero hay “moradas” del corazón humano donde solo su Soberana Majestad puede entrar y puede curar y estamos despreciando la acción de la Gracia de Dios.

Hay un pasaje de las revelaciones a Santa Faustina en el que Jesús promete que, aunque un alma esté descompuesta y yerta, y verdaderamente hay personas que están muertas en vida y con heridas terribles, Él puede restaurarla, volverla a la vida y, dice más, en su plenitud

"Aún si un alma estuviese en descomposición como un cadáver y humanamente sin ninguna posibilidad de resurrección y todo estuviera perdido, no sería así para Dios: un milagro de la Divina Misericordia resucitaría esta alma en toda su plenitud. (Diario #1448, p.510)

Sí se puede nacer de nuevo, sí se pueden superar experiencias verdaderamente traumáticas (superar, no olvidar) sí se puede tener una vida nueva, solo hay que tocarlo…

¿Y cómo podemos ahora tocar a Cristo para sanarnos como la hemorroisa? Benedicto XVI nos da pistas:

Se le puede tocar buscándole junto al Padre, dejándose encaminar por Él. Tocar significa ahora adorar”.

No nos conformemos sólo con remedios humanos que nunca podrán sanar plenamente nuestro corazón, no nos conformemos con sobrevivir si podemos vivir en plenitud, no asumamos nuestro papel de víctima, no afrontemos nuestro problemas como paganos, como si Dios no existiera, decidle a todos que vengan a la Fuente de la Vida.