¿Cuántas cumplen esta condición? Sólo una: el Cristianismo. Pero además lo cumple de manera espectacular porque resulta que Cristo no sólo dijo repetidas veces que Él era el enviado de Dios sino que fue más allá: dijo que Él y Dios ¡eran la misma cosa!
Los Evangelios están llenos de relatos de hechos extraordinarios, pero ¿estos hechos extraordinarios que hizo Jesucristo son verdaderos milagros o son explicables racionalmente? Sobre algunos de ellos hay quien argumenta como posible explicación la sugestión, la hipnósis, etc., pero no quiero entrar en eso ahora. Porque otros son totalmente inexplicables por medios naturales, como es la resurrección de personas ya fallecidas desde hace varios días y en putrefacción, y, sobre todo, el más grande y decisivo, ¡resucitarse a sí mismo! En realidad, sólo con este último ya tendríamos prueba suficiente.
Un detalle importante de estos milagros es que Cristo los hacía en nombre de Dios. Si Cristo fuera un farsante, es de suponer que Dios no le concedería la gracia de complacerle. Sin embargo, cada vez que Cristo invocaba a Dios, este le escuchaba y lo que pedía se cumplía. Un buen síntoma, sin duda.
Más. Cristo dijo en repetidas ocasiones que hacía milagros precisamente para que creyéramos en Él, que eran la prueba de su divinidad. Por ejemplo, cuando cura al paralítico (Mt 9,1-8: “…Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar los pecados, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.”), o cuando resucitó a Lázaro (Jn 11,1-4; 38-44: “Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, a fin de que por ella sea glorificado el Hijo de Dios (...): Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sabía que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la multitud que está alrededor, para que crean que Tú me enviaste.”).
Por tanto, tenemos que Cristo fue un enviado de Dios que lo probó con la única prueba posible: haciendo milagros. ¡Y qué milagros! Nada menos que ¡autoresucitar…! La conclusión, por tanto, está clara: el Cristianismo es la única religión verdadera, porque es la única que aporta pruebas de ello. Pero mucho mejor que yo lo expresa el libro El Evangelio Olvidado que recomendó Athos en su día: “La prueba definitiva de la Verdad de Cristo y del Cristianismo en su autoresurrección (nótese que digo autoresurrección y no resurrección). Es la prueba que sólo posee la religión cristiana, la que la hace radicalmente distinta al resto de confesiones religiosas, por bienintencionadas que estas sean, y la que interperla decisivamente a toda persona sincera e interligente” (pgs.176 y 177).
Y es que es por la autorresurrección de Cristo por lo que creemos en Él.
Aramis