Mucha gente cree, o dice creer, que da igual de la religión que seas, y esto siempre me ha parecido de una simpleza considerable. Otra idea similar es que ninguna religión es la verdadera, simpleza que me parece mayor aun que la anterior.

Porque, digo yo, que si Dios nos ha creado es de suponer que se habrá comunicado con nosotros y querrá que nosotros nos comuniquemos con Él. Pero ¿cómo hacerlo? Esto es precisamente para lo que sirve la “religión”, que para eso viene de religare, es decir, “lo que une”, a Dios, se entiende.

Por tanto, no todas son iguales sino que habrá que encontrar cuál es la religión que Dios quiere. Y este es el problema, porque hay tantas… Son muchos los que han dicho “Yo soy el enviado de Dios” y han fundado una religión. Mi vecino, por ejemplo, podría hacerlo; o mi jefe; o un tipo en la India, por decir algún país lejano. Por eso, si uno tiene que empezar a buscar de cero, no le va a ser fácil saber cuál de las miles de religiones que hay en el mundo es la que Dios ha dicho que “usemos” para comunicanos con Él. Y estudiarlas todas una a una creo que es inviable…

Entonces ¿qué hacer? ¿Cómo saber cuál es la religión verdadera, la revelada por Dios, de forma rápida? ¿Existe una prueba definitiva de veracidad, con la cuál, si se tiene, podemos decir que esa religión es realmente la buena?

Sí existe: la única prueba posible de que disponemos para saber que una religión es verdadera es que el enviado de Dios de esa religión haga milagros en nombre de Dios. Sin milagros no tenemos manera alguna de distinguir entre un profeta y un cuentista, entre un enviado de Dios y un aprovechado. Por el contrario, con milagros hechos en nombre de Dios, no cabe duda de que esa religión nos pone en contacto con Él. Si hay una religión que cumpla esta condición, podremos decir que es verdadera.

Pues ya sólo queda ver qué religión cumple con esta sencilla prueba...

Aramis