Como sencillo y pequeño homenaje a la figura del cardenal García Gasco, arzobispo de Valencia, y cuya muerte repentina ha sentido profundamente la comunidad valenciana, quiero recordar su intervención, recién nombrado cardenal, en la embajada de la Santa Sede en Roma, ante dos figuras socialistas de pro, el ex embajador señor Vázquez y la vicepresidenta señora Teresa de la Vega.

Con mucho tacto y diplomacia –cual conviene en tales sitios y circunstancias- pero no exentas de firmeza, verdad y contundencia, el purpurado contestó con ellas al discurso de la vicepresidenta, que hizo cierto alarde de oportunismo político, con una clara cita agustiniana: “No se puede construir una ciudad sin Dios” dijo el cardenal. Palabras que debieron resonar en el ánimo inquieto de la ministra socialista por la obra de su partido.

Con la panoplia llena de armas mortíferas y la ayuda de unas leyes nefastas, como las del aborto, el divorcio exprés, el gaymonio, la de Memoria Histórica, y la asignatura de EpC, los socialistas han pretendido construir una nación de raíces cristianas , pero troceada por la división y el enfrentamiento, en una sociedad sin Dios. Poco les ha faltado para lograrlo. La España que dejan tras de sí, como dijo el ínclito Guerra “no la conoce, ni la madre que la parió”.

Ingente y titánica obra de restauración material, -5 millones de parados- y moral con las familias y juventud destrozada, la que aguarda al partido o coalición, que venza en las urnas. Este es el reto que espera la mayoría del pueblo español el 22 de mayo.

MIGUEL RIVILLA SAN MARTÍN