Ocurrió que el padre de Maximino Giraud no andaba muy convencido de las “visiones” de su hijo. El revuelo había ido a más y el padre sentía la dura mirada de sus paisanos señalándole como culpable por omisión de las mentiras de su hijo, el ignorante y embrutecido pastorcito de 11 años. ¿Qué la Virgen se le ha aparecido a ese, junto a la ruda de Melanie? Chismes de niños malcriados. Pero el padre no sabía que creer. Por un lado conocía a su hijo, y le sabía incapaz de mentir, pero por otro, ¿aparecérsele la Virgen, a él? Imposible.
-Padre, la Virgen me ha contado lo que pasó aquella tarde.
-¿Qué cosa?- dirá el carretero Giraud.
Entonces le relata el diálogo con la Señora:
-¿No habéis visto trigo estropeado, hijos míos?
-No, Señora- responden. Entonces ella se dirige a Maximino:
-Pero tú, mi pequeño, tienes que haberlo visto una vez, en Coin, con tu padre. El dueño del campo dijo a tu padre que fuera a ver su trigo estropeado. Y fuisteis allá, cogisteis dos o tres espigas de trigo en vuestras manos las frotasteis, y todo se quedó en polvo. Después, al regresar; como a media hora de Corps, tu padre te dio un pedazo de pan, diciéndote: "¡Toma, hijo mío, come todavía pan este año que no sé quién lo comerá al año que viene si el trigo sigue así!" Maximino responde:
-Ah sí, es verdad, Señora, ahora me acuerdo, lo había olvidado.
Su padre, al contrario que él, no lo había olvidado. Revivir aquello le estremece. Y le vienen a la cabeza, como en tromba, recuerdos de sufrimientos y miedos todavía no vencidos. Cae rendido. Eso sólo puede saberlo por que la Virgen se lo ha dicho, que no sólo ha relatado un hecho objetivo, sino que ha penetrado en lo más íntimo de sus miedos, en lo más frágil de su alma.
“Os he dado seis días para trabajar; me he reservado el séptimo, ¡y no se quiere conceder! Esto es lo que hace tan pesado el brazo de mi Hijo.
Y también los que conducen los carros no saben jurar sin poner en medio el nombre de mi Hijo.
Son las dos cosas que hacen tan pesado el brazo de mi Hijo. Si la cosecha se pierde, sólo es por vuestra culpa. Os lo hice ver el año pasado con las patatas, !y no hicisteis caso! Al contrario, cuando las encontrabais estropeadas, jurabais, metiendo en medio el nombre de mi Hijo. Van a seguir pudriéndose, y este año, por Navidad, no habrá más.
¿No comprendéis, hijos míos? Os lo voy a decir de otra manera
¿No comprendéis, hijos míos? Os lo voy a decir de otra manera
Si tenéis trigo, no debéis sembrarlo. Todo lo que sembréis, lo comerán los bichos, y lo que salga se quedará en polvo cuando se trille. Vendrá una gran hambre. Antes de que llegue el hambre, a los niños menores de siete años les dará un temblor y morirán en los brazos de las personas que los tengan. Los demás harán penitencia por el hambre. Las nueces saldrán vanas, las uvas se pudrirán.”
Terribles, ciertamente. Pero más terrible por cuanto que todo lo predicho se cumplió al pie de la letra. No hace muchos años Vittorio Messori investigó al respecto y su informe fue concluyente.
Aquel 19 de septiembre de 1846 diría la Virgen a los niños: "¿no comprendéis?" Hoy de nuevo nos hace la misma pregunta ante lo que está pasando. "¿No comprendéis?"
Son hoy tantos y tan complejos los problemas que acucian a nuestra nación, a las naciones, son tantas las cosas que parecen tambalearse, que la Virgen pone el dedo en un llaga que occidente y la mentalidad práctica del hombre contemporáneo se resiste a aceptar. La paz del mundo, la estabilidad económica y social se sustentará únicamente en dos pilares:
-el primero el culto debido a Dios, especialmente en el descanso dominical y la Santa Misa del domingo.
-y el segundo, en el respeto al nombre de Dios.
Desconcierta y escandaliza, pero clara fue nuestra Señora y clara y cumplida su profecía. ¿Seguiremos sin entender?
Pero más aún, cuando la blasfemia forma parte del estrato cultural del hombre libre, ¿no sé está dando un paso más allá en la burla de lo sacro, de lo divino, con montajes, obras, exposiciones, programas, series… (sin olvidar la dejadez de occidente ante las persecuciones a lo cristiano en países islamistas e hindúes) donde el motivo de ser es la blasfemia más vergonzante? Si las malas palabras de los carreteros ocasionaron tan tremenda profecía, ¿qué no ha de esperar a este mundo de seguir en esta burla de lo divino? Y callo las burlas sacras más dolorosas: las ocasionadas por los payasos del altar que convierten el santo Sacrificio en un teatro de vanidades (y no lo digo sólo yo, el valiente de Nicola Bux lleva tiempo denunciándolo).
Cierto que no es agradable escuchar estas cosas, pero que el miedo a escuchar estas verdades no nos evite mirar de frente el remedio. Y es que esa es la parte buena, el remedio de los males del mundo no exige un cambio en las superestructuras, sino en el vivir diario del hombre.
"¿Hacéis bien vuestras oraciones, hijos míos?" Respondieron los dos: ¡Oh! no, Señora; no muy bien."
"¡Ay, hijos míos! Hay que hacerlas bien por la noche y por la mañana. Cuando no podáis hacer más, rezad un Padrenuestro y un Avemaría; y cuando tengáis tiempo y podáis, rezad más."
Para con su voz maternal y solícita terminar diciendo: "Pues bien, hijos míos, decid esto a todo mi pueblo".
x cesaruribarri@gmail.com
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