A veces, tendemos a pensar erróneamente que el hecho de que algo sea prohibido lo hace de inmediato atractivo. Ahora bien, si se prohibiera ingerir excremento en la vía pública, ¿acaso alguien en su sano juicio se animaría a hacerlo?
Visto esto, en todo caso, lo que haría la prohibición es reforzar una atracción que, de por sí, aquello que es prohibido ya posee. ¿De dónde brota esta atracción? Trataremos de responder a esta pregunta a la luz de la idea de creación de Santo Tomás de Aquino.
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