Otro de los puntos sobre los que incide la corriente "Somos Iglesia" es la sexualidad en su relación con la moral. En nuestro mundo hay quienes dicen que está superado aquello de pecado o no pecado. Si no se perjudica a nadie, ¿por qué no disfrutar de la sexualidad?

Pase que esto lo digan personas que no tienen fe, pero que grupos que dicen pertenecer a la Iglesia admitan como algo normal el placer sexual incluso entre homosexuales, es grave; y algo de esto dicen algunos componentes de la corriente "Somos Iglesia". En una de sus reivindicaciones dicen que se valorar la sexualidad de forma positiva" como una dimensión más del ser humano, abierta en sus posibilidades y expresiones, sean hetero u homosexuales, y que reconozca la capacidad de decisión en base a la conciencia personal". Como si la Iglesia no la valorase.

Verdad. Para que una valoración sea correcta, hay que partir de la verdad del hombre y de las cosas. Los cristianos vemos al hombre como un ser trascendente y con una relación filial con Dios, como principio y meta de todo lo creado. Sin esta concepción de Dios y del hombre falla todo lo referente a la fe, a la moral y a la vida social. Ni se ve el sentido de pecado ni el por qué de la virtud. No plantear la vida desde esta visión de fe tiene consecuencias muy graves. Ya dijo Jesús: "Por sus frutos los conoceréis..." y algunos de estos frutos los estamos viendo ya.

Conciencia. Aquí entre en juego la conciencia de cada uno. Todos debemos obrar según nos diga la conciencia, pero también todos tenemos el deber de formar bien nuestra conciencia de modo que se corresponda con la verdad. Con una conciencia que prescinda de la verdad se entra en una pendiente irracional y de moral subjetiva.

¿Dónde encontrar esta verdad? El cristiano, y esto es una gracia de Dios, la encuentra en el Magisterio de la Iglesia. Si no es la Iglesia, ¿quién la puede presentar con certeza? ¿Nadie? Y si nadie, ¿no queda la moral reducida a un puro subjetivismo? ¿Habrá que dar por buena la conciencia del terrorista porque actúa de acuerdo con su conciencia?

Cierto que hay que respetar la conciencia de los demás, cierto que debemos comprender situaciones difíciles por las que pasa mucha gente. Lo que no podemos es dar por bueno lo que cualquiera decida hacer, porque diga que lo hace en conciencia. Debemos proclamar la verdad del Evangelio y ayudar a todos a encontrarla y a vivirla.

Sexualidad. Bajando ya al campo de la sexualidad, hay quien no acaba de ver la distinción entre querer y amar. Se quiere tanto lo que se ama como lo que se desea; el desear a una persona no significa que se la ame; se la puede desear para instrumentalizarla o para disfrutar de ella. Cuando se ama a una persona se la quiere como se quiere uno a sí mismo; se la quiere servir y no servirse de ella. Hoy se desea mucho y se ama poco, aunque se llame amor al deseo.

La unión sexual puede ser fruto del deseo o expresión del amor total. Si se busca el goce y el placer sin más, se está falseando el amor.

Por otra parte, el amor total expresado en la mutua donación y posesión, tiende a plasmarse en un nuevo ser. Por eso el hijo debe ser el fruto del amor total del padre y de la madre. Podemos decir que el "yo" del padre y el "yo" de la madre se plasman en un nuevo "yo", el “yo” del hijo. En función de este amor está la sexualidad.

Moralidad. Por eso es inmoral poner el acto que es la expresión de esa donación total sin haber llegado a la donación total y definitiva. Se critica a la Iglesia por considerar inmorales las relaciones prematrimoniales, pero la Iglesia no puede hacer otra cosa dentro de la coherencia con la fe evangélica. Y desgraciadamente, esas relaciones van en aumento y se va degradando el sentido del amor. Habría que preguntarlo a los miembros de tantas familias destrozadas porque los padres o los hijos se han dejado llevar por el placer sexual por deseo y no por amor.

Una vez más insistimos en la necesidad de formar la conciencia de acuerdo con la verdad del hombre que nos ofrece nuestra fe. Recordemos las dos razones que nos da San Pablo para la vivencia de la castidad vista desde la fe cristiana: Somos templo de Dios y miembros de Cristo.

Para vivir la castidad hay que mirar con limpieza de corazón nuestro cuerpo y el de los demás; para ello se requiere la pureza de intención y de la mirada. Ya dijo el Señor: "Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón" (Mt. 5, 28). Esa limpieza de corazón nos permite ser señores de nuestras tendencias y ofrecerle al Padre el culto agradable en el templo de nuestro cuerpo. No es esta concepción cristiana del amor y de la sexualidad la que sostiene la corriente "Somos Iglesia".

El Magisterio nos da la garantía de la verdad. Magisterio y sentido de fe de los fieles no pueden disociarse. Han sido unidos por el Espíritu. Dice el Concilio: "La totalidad de los fieles... no puede equivocarse en la fe. Se manifiesta esta propiedad... cuando desde el Obispo hasta el último de los laicos cristianos muestran estar totalmente de acuerdo en cuestiones de fe y de moral... El Pueblo de Dios, bajo la dirección del magisterio, al que obedece con fidelidad, recibe no ya la palabra de los hombres, sino la verdadera palabra de Dios" (G. Sp. 12).
También aquí podemos decir que lo que Dios ha unido no lo separe el hombre.

José Gea