¿Hay en España hostilidad contra la fe, como ha denunciado el Papa ante la nueva embajadora de España ante la Santa Sede? Depende de cómo se mire.

Si se mira desde el Gobierno actual, sin ninguna duda la hay. Los siete años de Zapatero han sido la ejecución de un claro proyecto de laicismo agresivo, con leyes dirigidas no sólo a demoler las raíces cristianas de España sino incluso a herir deliberadamente a los católicos. Es cierto que en los últimos meses, las malas perspectivas electorales debido a la crisis económica le han obligado a moderar su cristianofobia, pero todos sabemos que esto es sólo una tregua.

Si nos fijamos en el pueblo, hay que introducir matices. Hay un sector claramente hostil a todo lo que huela a religión. Pero, no nos engañemos, este sector ha existido siempre. Desde antiguo se ha dicho que en España la gente siempre va detrás de los curas, o con una vela para ensalzarlos o con una estaca para apalearlos. No creo, incluso, que los anticlericales sean más ni más agresivos que en el 36. Están ahí, hacen mucho ruido –lo de la “procesión atea” es un ejemplo- y últimamente han encontrado aliados en nuevos grupos poderosos como el lobby gay. Pero no son, ni de lejos, la mayoría de la población. Al contrario, son muchísimos menos que los católicos practicantes que aman sinceramente a la Iglesia.

La mayoría, sin embargo, no está ni en un lado ni en otro. El gran logro de Zapatero en estos años ha sido precisamente engrosar esa mayoría. Me refiero a los indiferentes, entre los cuales hay que incluir a casi todos los jóvenes. La religión, para ellos, es una cosa del pasado, que les molesta cuando los medios de comunicación les dicen que les debe molestar, pero a la que respetan siempre y cuando no se meta en sus vidas personales –lo cual sucede cuando la Iglesia afirma que es malo algo que ellos practican y que se ha convertido en socialmente admisible, como las relaciones sexuales sin control ético o el aborto-. Esta masa indiferente, ligeramente inclinada a la cristianofobia por el influjo de los medios de comunicación, debe ser el principal objetivo de la evangelización de la Iglesia. La mayoría de ellos son hijos o nietos de buenos católicos practicantes y llevan aún en su subconsciente moral las enseñanzas que aprendieron en sus casas o en los colegios religiosos donde estudiaron.

¿Y el resto? ¿Dónde están los católicos practicantes españoles? Aunque sea más fácil criticar que defender, creo que honestamente hay que decir que en España hay muchos buenos laicos y también muchos buenos curas que están dando la batalla diariamente por defender a Cristo y a la Iglesia. Hay más de un millón de personas que va a misa diaria (el 3 por 100 de la población). Gracias a esos católicos –porque son los laicos los que pagan- Cáritas ayuda a un millón de personas en esta difícil situación de crisis. Son generosísimos con los extranjeros –tanto con los que viven aquí como con los que padecen necesidades fuera y para los cuales se hacen continuamente colectas especiales-. Repito, sé que no está de moda y que vende mucho más ser un profeta de calamidades que destacar lo bueno, pero es que no puedo dejar de ver lo positivo que me rodea. La Iglesia española tiene un grave problema con los jóvenes y uno también importante con una parte de su clero –y no por problemas sexuales-. Nos falta todavía mucho, ciertamente. Pero es una Iglesia viva, sobre todo en ciertas zonas. Y es pujante. Y ha aprendido a dar batallas contra el laicismo, como ha sucedido con la “procesión atea”. Tenemos motivos para tener esperanza.

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