El concierto de un muchachito llamado Justin Bieber en Barcelona trae cola. Tanto trae cola, que parece ser que la cola generada para comprar las entradas en la mañana anterior al concierto, hizo que muchos, y sobre todo muchas, adolescentes se cepillaran olímpicamente las clases para poder participar en ellas, y así conseguir una entrada para ver al idolatrado jovencito. Un niño por lo demás, que ha pasado por España haciendo gala de su pésima educación y de su infinita soberbia. Él que debería ser, por el contrario, el adalid de la gratitud a la inmensa suerte que acompaña su existencia. Parece ser que muchas de esos niños y niñas incluso estaban acompañados en esas colas por sus padres, lo que hace el hecho doblemente incomprensible, pues de haber decidido los padres dedicar su tiempo a tal actividad, bien podrían haber “invitado” a sus hijos a asistir a las clases mientras ellos hacían la cola. Amén de que el propio hecho de acompañarles en la trasgresión no es sino la manera más evidente de avalarla.
Pues bien, el hecho no ha pasado desapercibido a la Generalitat, cuya consejera de enseñanza, Irene Rigau, ha considerado, para empezar, que la guardia urbana debería haber notificado el absentismo escolar ocurrido esa mañana. Y para seguir, que va a tomar cartas en el asunto.
Hasta aquí de acuerdo, totalmente de acuerdo. La cuestión es que, en primer lugar, quiero ver que lo haga y que no se quede todo en una aparatosa declaración de cara a la galería. Y lo segundo es lo de siempre: la única sanción que, al parecer, se plantea la consejera es la única que conocen nuestras administraciones: la multita de turno para agrandar las depauperadas arcas de hacienda con las que poder seguir financiando, como lamentablemente se hace desde las diversas y excesivas administraciones españolas, los cursitos de masturbación para muchachos, los informes sobre la enervabilidad del clítoris, los restaurantes para cocineros vascos millonarios, las jubilaciones anticipadas con cargo al erario público, las numerosas mariscadas a las que tan acostumbrados se hallan ya nuestros políticos, y todos los dispendios incalificables a los que nos tienen acostumbrados.
Hasta aquí de acuerdo, totalmente de acuerdo. La cuestión es que, en primer lugar, quiero ver que lo haga y que no se quede todo en una aparatosa declaración de cara a la galería. Y lo segundo es lo de siempre: la única sanción que, al parecer, se plantea la consejera es la única que conocen nuestras administraciones: la multita de turno para agrandar las depauperadas arcas de hacienda con las que poder seguir financiando, como lamentablemente se hace desde las diversas y excesivas administraciones españolas, los cursitos de masturbación para muchachos, los informes sobre la enervabilidad del clítoris, los restaurantes para cocineros vascos millonarios, las jubilaciones anticipadas con cargo al erario público, las numerosas mariscadas a las que tan acostumbrados se hallan ya nuestros políticos, y todos los dispendios incalificables a los que nos tienen acostumbrados.
Hará bien la Sra. Rigau en consumar las sanciones para los muchos jovencitos catalanes que se pimplaron olímpicamente sus clases para poder asistir al concierto de un muchachito prepotente y maleducado. Pero son muchas las sanciones que se pueden establecer y que serán, sin duda, mucho más educativas que la multita de rigor. Deberían los muchachos, para empezar, recuperar las horas lectivas perdidas y con su oportuno suplemento. Y deberían, después,llevar a cabo alguna actividad suplementaria que les sirva para recordar que, en adelante, no se deben pimplar las clases en el modo en que lo han hecho: fregar el patio del colegio el sábado o el domingo, ordenar la biblioteca del cole o la municipal, ayudar en un asilo de ancianos, son sólo algunas ideas, pero estoy seguro que a la Sra. Rigau se le ocurrirán muchas más.
En cuanto a los padres que acompañaron a sus hijos a la cola, ni palabras tengo... Vergonzoso. Ya lo pagarán cuando sus churumbeles, educados en los maravillosos principios aprendidos en casita, sean los que tengan que dotar las arcas de la seguridad social para que ellos cobren sus pensiones. Se tiene lo que se recoge. Lo grave es que lo vamos a recoger todos, también los que no negamos a participar en la siembra.
Y por último una pregunta: cuando este muchachito malcriado y altanero actuó en Madrid, ¿se produjo algo parecido?