Para salir de los atolladeros de la vida el hombre, ser creado y contingente, necesita del auxilio de su Señor y Creador. El único Ser necesario, omnipotente, bueno e infinito en todos sus atributos, es el Dios vivo y verdadero, que se ha revelado y hablado al hombre de todos los tiempos, a través de su Palabra escrita en la Biblia, de la naturaleza, de la propia conciencia, de sus enviados los profetas y finalmente a través de su unigénito hijo Jesucristo. La Palabra de Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, es la última y definitiva. Todo cuanto el hombre necesita para salvarse y agradar a su Señor y Creador, lo ha dicho ya Jesucristo. La Iglesia fundada por Jesús sobre Pedro, a lo largo de los siglos, lo que ha hecho ha sido fijar las verdades comunicadas por su maestro y fundador Cristo y sacar a la luz aquellas que estaban implícitas en la revelación bíblica que acabó con la muerte del último apóstol. El grave peligro que acecha al hombre es desviarse de esta revelación y en vez de confiar en lo dicho por Dios, camino, verdad y vida, para todo hombre de todos los tiempos y lugares, de toda cultura, raza, sexo o condición, es buscar su salvación, guía y seguridad en otros hombres que suplantan a Dios y poner en ellos su confianza.
Admirablemente lo expresa la Biblia, en múltiples pasajes del Antiguo y N. Testamento, entre los que me place citar el salmo 145:”No confiéis en los príncipes, seres de polvo que no pueden salvar; exhalan el aliento y vuelven al polvo, ese día perecen sus planes.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor, su Dios, que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en él; que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos. El Señor guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad”.(Continuará)
MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN