Muchas personas creen que orar es difícil. Están muy equivocadas. Orar es tan fácil como hablar con una persona a la que se ama.

Y para amar no hay que decir nada. Basta estar al lado.
Pero también se puede repetir: TE QUIERO.

Y también palabras de alabanza, de agradecimiento, de petición, de misericordia, etc.

Esto no es difícil.

Pero no sería oración buscar la relajación con el yoga o las prácticas orientales.

Y menos si lo que se pretende es exigir a Dios que nos escuche.

Hay que orar con frecuencia.

El amor nace del trato de las personas.

El trato conserva el amor.

La distancia lo apaga.

Cuentan de un novio que vivía muy lejos de su novia, pero le escribía todos los días.

Cuando volvió la encontró casada con el cartero que le llevaba las cartas a diario.

Hay que orar con humildad y amor.

Lo importante es el corazón que se pone en las palabras.
Hay gente que reza como una cinta magnetofónica.
La cinta habla, pero no se entera de lo que dice.
Lo importante en la oración es el corazón que se pone.
Y el amor está en la voluntad, no en el sentimiento.
Yo amo en la medida que quiero amar.

El sentimiento no lo podemos manejar. La voluntad, sí.
Sin yo quiero amar con toda mi alma, ya estoy amando; aunque mi sentimiento no se altere.

Si a mi voluntad le sigue el sentimiento, estupendo.
Pero esto no es necesario para que el amor sea verdadero.

Saber esto da paz y alegría.

Es muy triste la inseguridad del ateo.

En una tumba se lee: “He vivido en la duda, y muero sin esperanza”.

La fe es el supremo de los valores.

JORGE LORING, S.I.
jorgeloring@gmail.com
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