Repasando la prensa para ver de qué les hablo hoy, me encuentro en El Mundo esta tan curiosa como lamentable noticia que nos habla de una práctica, al parecer, habitual en Sudáfrica. Trátase de la violación de mujeres lesbianas para enseñarles, según se dice, “que no son hombres”.
La asociación Luleki Sizwe dirigida por Ndumi Funda, en colaboración con otras organizaciones del mundo entero, entre las cuales la norteamericana change.org, ha conseguido en una iniciativa sin precedentes, reunir en todo el mundo 176.000 firmas para pedir al ministro de justicia sudafricana que se tomen medidas sobre el tema. Se da la curiosa circunstancia de que menos del 2% de las firmas proceden de personas sudafricanas.
El problema de la violación sistemática de lesbianas en Sudáfrica viene agravado por una serie de elementos circunstanciales, como son la preocupante presencia del sida en el país, que hace que no pocas de esas lesbianas violadas adquieran, como consecuencia de la violación, la enfermedad, a lo que se une la indiferencia de la sociedad hacia su problema y las dificultades, incluso, para denunciar la agresión. La misma mujer que era pareja de Ndumi Funda, de nombre Sizwe (una de las dos que da nombre a la asociación), fue violada por cinco hombres, violación de resultas de la cual, murió víctima del sida.
Preguntada sobre lo que le pide al ministro de justicia, Ndumi responde que quiere una legislación que califique el hecho de que la persona violada sea lesbiana como agravante.
Personalmente, no puedo sino expresar toda mi solidaridad con las mujeres lesbianas que sufren esta lacra execrable en Sudáfrica. Pero aun cuando esté firmemente convencido de que todo lo que se haga es poco por ayudar al colectivo de lesbianas sudafricanas y por concienciar a las autoridades y a la sociedad sudafricana de que la práctica de violar mujeres, por el solo hecho de que sean lesbianas, es repugnante, me expreso, una vez más, contra la discriminación que supondría establecer como agravante de la violación el que la mujer violada sea lesbiana.
No consigo ver en qué es mejor violar a una mujer que es heterosexual que hacerlo a una mujer que es homosexual. Como no consigo ver en qué es mejor transmitirle el sida a una mujer heterosexual que a una mujer homosexual. Como no consigo ver en qué es mejor una mujer homosexual que una heterosexual para que violarla deba tener una pena más grande.
Un nuevo caso de discriminación, ésta aún sin consumar, que empieza a parecer la única manera que algunos conocen de resolver los problemas de la sociedad.
La discriminación, por mucho que algunos se empeñen en llamarla positiva, no es nunca otra cosa que discriminación, y nunca, desde luego, el camino hacia la solución de nada. Algo de lo que es buena prueba la legislación abiertamente discriminatoria implementada en España sobre los malos tratos conyugales o domésticos, una legislación que si, por un lado, ha inducido comportamientos tan nuevos como indeseables cual es el de las falsas denuncias contra los únicos que pueden cometer el delito y una situación de superioridad legal de un segmento de la sociedad frente al otro, por otro, y para colmo, ni siquiera ha servido para reducir la dimensión del problema, que no ha hecho otra cosa que crecer en una forma alarmante que debería inducir a ejercitar un poco de autocrítica en quienes utilizan la discriminación no para solucionar problemas que nunca resolverá, sino como manera de obtener votos y sobre todo, el apoyo de determinados movimientos radicales muy útiles para caldear el ambiente a su conveniencia.
La discriminación, por mucho que algunos se empeñen en llamarla positiva, no es nunca otra cosa que discriminación, y nunca, desde luego, el camino hacia la solución de nada. Algo de lo que es buena prueba la legislación abiertamente discriminatoria implementada en España sobre los malos tratos conyugales o domésticos, una legislación que si, por un lado, ha inducido comportamientos tan nuevos como indeseables cual es el de las falsas denuncias contra los únicos que pueden cometer el delito y una situación de superioridad legal de un segmento de la sociedad frente al otro, por otro, y para colmo, ni siquiera ha servido para reducir la dimensión del problema, que no ha hecho otra cosa que crecer en una forma alarmante que debería inducir a ejercitar un poco de autocrítica en quienes utilizan la discriminación no para solucionar problemas que nunca resolverá, sino como manera de obtener votos y sobre todo, el apoyo de determinados movimientos radicales muy útiles para caldear el ambiente a su conveniencia.