Permítame dar una réplica a su último artículo, para lo cual quiero dejar claras dos consideraciones previas: la primera, pretendo llevarla a cabo dentro del más absoluto respeto hacia usted, por lo que quiero indicarle que si algunas frases parecen descorteses, es simplemente porque quiero hablar con total sinceridad y dejando clara mi postura de un modo rotundo, sin que haya lugar a equívocos, y la segunda, que me tomaré la licencia de poner en boca suya algunas frases que usted no ha dicho, pero que forman parte del repertorio de sus numerosos seguidores y a las que no quiero dejar sin respuesta.
Pues bien, quiero comenzar haciendo público el sentido de mi voto para las próximas elecciones del 22 de mayo. Le pongo en situación: yo votaré, Dios mediante, para elegir las Cortes de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, y para elegir la futura corporación municipal de la ciudad de Toledo. En el primer caso, mi voto va a ser para el Partido Popular y su candidata Maria Dolores de Cospedal, y en el segundo, para el Partido Socialista Obrero Español y su candidato Emiliano García-Page.
¿Quiere ésto decir que me paso por el forro las recomendaciones de los Obispos matritenses? (el hecho de que vote en otra autonomía no implica que no las considere como si hubieran sido hechas por mi propio obispo). Pues sí señor, me las paso por el forro. Permítame ahora iniciar una suerte de diálogo ficticio con usted, en el que me tomaré la licencia de poner en su boca cosas que, insisto, usted no ha dicho en modo alguno.
MM.- ¿Entonces, en función de qué va a votar usted?
AC.- En función de lo que considero que conviene más en cada ámbito, que en lo autonómico pasa por propiciar una alternancia que se hace ya imperiosa, y en lo municipal pasa por premiar un trabajo muy bien hecho y en castigar la tomadura de pelo de cuatro años de oposición inexistente.
MM.- ¿Luego usted no vota por principios, no vota en conciencia?
AC.- No señor, voto por conveniencias e intereses, en este caso por lo que entiendo que conviene e interesa a mi autonomía y a mi municipio.
MM.- Pero entonces usted no puede considerarse católico, desobedece a los Obispos y es partidario del "mal menor".
AC.- Pues consultaré el tema con mi confesor, si usted dice que no soy católico igual no lo soy. Veré en primer lugar si es materia de pecado mortal, lo cual no me permitiría comulgar, y si así fuera, me confesaría por haber pecado. Otra cosa es que mi voto fuera materia de excomunión, en cuyo caso no podría comulgar de ningún modo por más que me confesara.
MM.- La cuestión es que usted no actúa en conciencia, no es más que un tibio que ha caído en manos de la cultura dominante relativista y materialista, y a los tibios los vomitará Dios.
AC.- Pues verá, creo que correré el riesgo tanto de ser excomulgado como de ser vomitado, porque he llegado a creerme que en el sistema político en el que me toca vivir, el poder, la autoridad que viene de Dios, ha sido depositada sobre mí y sobre todos mis conciudadanos, de forma que podamos contratar o despedir libremente a aquellos que tienen la obligación de gestionar temporalmente los asuntos públicos.
MM.- ¡Pero eso es una herejía y es contrario a la Doctrina Social de la Iglesia!
AC.- De acuerdo. Considéreme entonces hereje, excomulgado y vomitado. Pero en última instancia mi voto va a ser el que me dé a mí la real gana.
MM.- ¿Haciendo caso omiso a los Obispos?
AC.- Totalmente. Lo siento por el pastor, pero le ha salido una oveja respondona, ¡¡beeeeee!!
Me despido, D. Manuel, no sin antes felicitarle por su blog, en el que se ve un incesante trabajo por documentar exhaustivamente todas sus entradas y fundamentarlas lo más rigurosamente posible. No creo que el voto llamado católico tenga que pasar por partidos delaradamente católicos, y en último extremo, no creo en el propio sistema de partidos. Conservo ciertas reminiscencias de una juventud en la que le confieso que fui declaradamente anarquista, y por eso mi postura siempre ha sido la de considerar que los partidos políticos no son más que mafias que pervierten la representatividad política bien entendida.
Pero hasta que la utopía de un sistema representativo sin partidos políticos pueda hacerse realidad, los tendré por mafias a todos, a los gigantescos partidos nacionales mayoritarios, a los medianos partidos nacionalistas y regionalistas, y a los microscópicos partidos sin representación parlamentaria, sean todo lo católicos que quieran ser. Macromafias, mafias y micromafias. Quizás algún día podamos elegir libremente entre personas individuales que vengan avaladas por sus currículums y sus proyectos, así como por sus principios.
Hasta ese día, reciba un cordial saludo y téngame a su disposición.