Cuando se leen artículos que llegan a decir que hay una «solicitud al Papa Benedicto XVI para detener la beatificación de Juan Pablo II firmada por teólogos de universidades católicas y directores de cabeceras confesionales de cuatro países» (cf. «Wojtyla: lettera aperta conservatori. Non sia beato, era amico Maciel», ASCA 23.03.2011) se llega a pensar que algo pasó en Catholic News Agency, ZENIT, Catholic.net, American Magazine, Our Sunday Visitor, EWTN o RomeReports (entre tantos otros medios católicos que se podrían citar y que tanto bien hacen).
 
Pero el texto no refiere nombres así que se debe recurrir a la acostumbrada búsqueda periodística. Pronto llegamos a la fuente original: una entrada en la modesta publicación digital The Remnant On Line que lleva por título «A Statement of Reservations Concerning the Impending Beatification of Pope John Paul II» («Una declaración de reservas relativas a la inminente beatificación del Papa Juan Pablo II»).
 
Podría pensarse que es uno más de los manifiestos de los teólogos progresistas... Esta vez viene justamente del polo opuesto.
 
Se trata de una declaración firmada por 33 personas (el editor del periódico a la cabeza pero también algunos periodistas, profesores y un par de profesionistas de otros campos originarios de Estados Unidos, Argentina, Australia, Noruega, Alemania, Reino Unido, Inglaterra y República Checa), puesta en línea el pasado 21 de marzo. En resumen, es un manifiesto con el que se pide a Benedicto XVI la no beatificación de Juan Pablo II por tres razones principales: 1) hubo una presión popular que aceleró la beatificación; 2) Juan Pablo II tiene un legado perturbador y 3) el milagro es dudoso.
 
El inicio de la declaración pone en duda la ejemplaridad del Papa Wojtyla pues no «pudo» -dicen- disciplinar al rebaño encomendado. En el primer punto apelan a la presión masiva de la gente que pidió el reconocimiento de Juan Pablo II como santo, por lo que esto habría condicionado la beatificación: «¿de qué vale la aclamación popular para la beatificación en una época en que la mayoría de los católicos nominales rechaza cualquier enseñanza de fe y moral que consideren inaceptable, sobre todo la enseñanza infalible del Magisterio sobre el matrimonio y la procreación?», se preguntan los autores de la declaración.
 
En el segundo punto se identifica al Papa polaco como la causa del proceso de descristianización del mundo, presentándolo como culpable. A continuación le acusan de a) la decadencia de la liturgia, b) la aplicación y promoción del Concilio Vaticano II, c) ser «amigo» del fundador de los Legionarios de Cristo y de haber ocultado casos relativos al tema de los abusos, d) de la confusión suscitada tras el encuentro por la paz de Asís (1986 y 2002), e) de nombramientos episcopales disparatados, f) de la actuación en el caso del obispo cismático Marcel Lefebvre y otras ocurrencias.
 
En el tercer punto ponen en duda la acción de Dios en la curación milagrosa, por intercesión de Juan Pablo II, de la monja francesa.
 
Sobre el fondo y la forma de este peculiar documento destacan, por su deficiencia, varias cosas. Lo primero que llama la atención es el uso de citas de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI sacadas de contexto como para dar peso y consistencia a sus invectivas y apreciaciones.
 
Hay una explícita confrontación contra el Concilio Vaticano II y un guiño visible al tradicionalismo lefebvrista. Las exageraciones aparecen en distintos momentos del texto (por ejemplo «la mayoría del pueblo cristianos no cree en la presencia real de Cristo en la Eucaristía» o «el uso de métodos anticonceptivos es generalizada entre católicos»).
 
No se contentan con el escándalo que está siguiendo a la publicación de la declaración y van a la acusación de personas concretas en diferentes momentos (de mons. Piero Marini al actual cardenal-arzobispo de Cracovia). ¿Pruebas? Citas tomadas de fuentes tan fiables como The New York Times y Associated Press (precisamente los dos medios que en 2010, por estas mismas fechas, se ensañaron contra Benedicto XVI. Hemos tratado este tema en «»).
 
Dos puntos muy al corazón del filolefebvrismo son los encuentros interconfesionales por la paz en Asís y la petición de perdón de Juan Pablo II por las culpas de la Iglesia en el pasado. Para no proferir engaños, bastaría leer las dos explicaciones teológicas que dieron Joseph Ratzinger y la Comisión Teológica Internacional («» y «», respectivamente).
 
La valoración que los firmantes de la declaración hacen respecto a algunos gestos del papado de Juan Pablo II es arbitraria: la interpretación no está tomada dentro del contexto ni da espacio a la intención de la persona que los ejecutó. Se constituyen en jueces de un Papa.
 
Sobre el caso Maciel ya hubo pronunciamientos en el pasado. Uno de los más autorizados es el del prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos (el dicasterio -«dependencia»- encargado del minucioso análisis de las vidas de los candidatos a ser reconocidos siervos de Dios, beatos y, finalmente, declarados santos), cardenal Angelo Amato. Sus declaraciones son especialmente importantes en cuanto que sí conoce el proceso que ha seguido esta causa de beatificación en todos sus pormenores.
 
Consultado específicamente por el caso del padre Maciel, el cardenal Amato respondió ya en dos momentos: uno al diario Avvenire (cf. 15.01.2011, p.3), y en otro a la revista Famiglia Cristiana (no. 4, 2011; p. 18).
 
Famiglia Cristiana, la revista católica más difundida en Italia, formuló así su pregunta: «En los pasados meses se dijo que la causa corría el riesgo de sufrir un retraso relacionado con el escándalo de la pedofilia: Karol Wojtyla habría protegido al padre Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. ¿Habéis indagado también en la relación entre Juan Pablo y el padre Maciel?». A esto respondió el cardenal Amato: «Le confirmo que hemos indagado a fondo y ampliamente. Juan Pablo II no estaba en conocimiento de la doble personalidad del padre Maciel».
 
En otro momento, un periodista del diario Avvenire interpeló al cardenal: «Entre las eventuales dificultades respecto al ejercicio de las virtudes heroicas, ¿ha estado también la cuestión del padre Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo?». El prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos fue contundente en su contestación: «La Congregación para la Doctrina de la Fe ha reiterado que Juan Pablo II no estaba de ningún modo implicado en las cuestiones concernientes al lado oscuro de la figura de la personalidad en cuestión».
 
La declaración objeto de este análisis deja poco espacio a la acción de Dios y, sutilmente, pone en duda el magisterio ordinario del Papa (una beatificación entra dentro de este campo). Poner en duda el milagro cuando no se conoce todo el proceso y los mismos resultados, es poco menos que aventurado.
 
L´Osservatore Romano (cf. 16.01.2011, p. 8) interrogó en otra entrevista al cardenal Angelo Amato. El diario de la Santa Sede le cuestionó sobre las voces disonantes que hubo durante el proceso de estudio de la causa de Karol Wojtyla. Al respecto dijo el cardenal Amato: «Por derecho, por praxis, y también según nuestra normativa, el postulador debe examinar tanto textos a favor como textos en contra. Desde este punto de vista, la postulación ha hecho un buen trabajo para disipar todas las sombras. Como dije en mi prolusión en la apertura del Studium, el trabajo de los postuladores es extremadamente serio y debe ser hecho de manera escrupulosa, porque llevan a cabo una forma particular de colaboración con el Papa en su magisterio ordinario».
 
Dicho esto, bien se puede usar una cita que los firmantes hacen dentro de su invectiva para contextualizar y ubicar mejor su declaración: «Por alguna fisura el humo de Satanás ha entrado en el templo de Dios». También con piel de oveja se puede presentar el Diablo.
 
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