Las imágenes del terremoto y del tsunami en Japón, en general, si todavía no estamos muy anestesiados, suscitan en nosotros un impacto emocional considerable. Y ello es un rasgo de nuestra humanidad: no nos quedamos indiferentes ante la desgracia ajena; esa ola que avanza implacable arrasando con miles y miles de vidas humanas, nos afecta. Podríamos ser tú o yo. Y sin embargo no lo somos. Nosotros somos los que, en impactantes videos de youtube, contemplamos la desgracia prácticamente a tiempo real. Somos testigos. Y por nuestra naturaleza, quedamos impactados, puede que pensando en la pequeñez del hombre frente a la naturaleza, o en lo efímero de la vida humana, que hoy está y mañana ha desaparecido. O hasta se nos derramen unas lágrimas pensando en todas las personas que quedarán solas, sin casa, sin familia, sin nada. Y lo que es peor, quizás sin esperanza.
Por esto éste es un momento privilegiado para que encaucemos todo lo que está pasando en nuestro corazón para ayudar a los que se han ido, a los que están a punto de irse, y a los que se han quedado. Y aquí entra nuestra esperanza: gracias a la ORACIÓN, podemos hacernos presentes en los corazones de tantas personas inmersas en un sufrimiento que seguramente jamás hubieran imaginado iban a padecer. A través de una oración confiada y sincera, podemos entrar en esos corazones rotos y llevarles el calor que ansían reencontrar. Nuestra oración llena de amor puede abrirles de forma intuitiva la puerta de la esperanza.
No creo que desde aquí no podamos hacer nada. Creo que la oración es un arma poderosa para paliar el sufrimiento, salvar almas y evitar catástrofes mayores.