Trabajamos en muchos grupos de jóvenes y nadie estamos suficientemente contentos, en vista de los pocos jóvenes que aceptan en serio nuestra invitación a seguir a Jesús en una vida de fidelidad evangélica.
Quizá actuamos demasiado independientes unos grupos de otros y no acabamos de ver lo que consiguen los otros. Vemos que hay hambre de Dios entre nuestros jóvenes. Por otra parte, sabemos que Dios quiere salvar este mundo y quiere contar con nuestros jóvenes para ello.
De ahí, la pregunta que me hago: ¿estaremos trabajando bien? es decir, ¿les ofrecemos a Jesús como amigo de manera que se enamoren de Él y se sientan queridos por Él? ¿Usamos la metodología adecuada en su formación cristiana?
Es desde aquí desde donde os presento unas líneas que podrían servir, cosa que hago con mucho respeto y con cierto temblor porque todos hemos trabajado con jóvenes y sabemos que no es fácil. Muchas recetas, muchas reuniones y a veces te dejan plantado cuando menos te lo esperas. De todos modos ahí van unas sugerencias por si pueden servir.
1) Primero, creo que deberíamos trabajar unidos. Hoy no estamos aislados ni en parroquias ni en grupos cerrados. ¿No sería bueno que tuviésemos una programación conjunta basadas en unas líneas comunes de espiritualidad cristiana que sirviesen para su formación y estilo de actuación?
2) ¿No podríamos aprovechar el tiempo de preparación de la confirmación para que se fuesen incorporando a una actividad concreta apostólica? Esto les vincularía a un grupo apostólico en el que después de la confirmación sería más fácil para que permanecieran vinculados a la Iglesia.
3) Tener algunas actividades comunes como un campamento de verano, alguna convivencia zonal o diocesana, incluso programar una Asamblea diocesana de Juventudes Cristianas u otras cosas que se os puedan ir ocurriendo ¿no podrían repercutir en una mayor vinculación?
Estas tres sugerencias y otras, desde luego que sólo podrán ser positivas si hay una vivencia de la amistad con Jesús, si se evita el activismo y está todo basado en una vivencia seria de oración y de sacramentos; y los primeros que han de vivirlo son los dirigentes. Y si no estamos convencidos de ello, tened la seguridad de que estaremos trabajando en vano.
Y, apuntando ya a jóvenes y dirigentes, os digo que trabajar así supone:
1) Tener claras las ideas básicas sobre lo que es la Iglesia y sobre lo que supone la fe en Jesús. Cuando alguien quiere tomarse algo en serio, ha de saber primero de qué va. En vuestro caso habéis de tratar de descubrir lo que podríamos llamar las raíces de la Iglesia; y como la Iglesia está enraizada en Jesús, todo lo que intentéis ser y hacer dentro de la Iglesia debéis cimentarlo en Jesús. Recordad aquellas palabras de Jesús sobre el poder dar o no, fruto: "Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada" (Jn. 15, 4-5). Paso que no demos junto a Jesús y por Jesús, paso que estamos dando fuera de la Iglesia, por mucho que creamos que estamos haciendo la gran obra apostólica.
2) Caminar con Jesús supone escucharle, estar pendientes de Él, contemplarle, imitarle y estar dispuestos a cualquier sacrificio por Él. Y sólo desde esta identificación con Jesús podréis tener una actuación válida dentro de la Iglesia, aunque podáis dar la sensación de que no estáis haciendo nada de provecho. Recordad que los contemplativos son el gran potencial de la Iglesia.
3) ¿Cómo descubrimos la presencia de Jesús en las actuaciones de la Iglesia y en nuestras propias actuaciones? En la medida en que nuestras actuaciones y las de la Iglesia tengan sentido comunitario y no formemos grupitos aislados o asociaciones cerradas.
4) Habéis de ser exigentes con vosotros mismos sin esperar a que todo os lo den hecho. Esto supone desarrollar vuestro sentido de responsabilidad eclesial sin conformaros con mediocridades y colaborando con todos los demás miembros de la Iglesia. Nunca olvidéis que primero sois Iglesia, después diócesis, después parroquia y después grupo.
5) Si dejas la oración no harás nada de provecho. Pero, además, debes estar siempre disponible, sin arredrarte ante las dificultades con que te puedas encontrar, por grandes que sean. Debes tener siempre el coraje de escuchar en serio al Señor para ocupar el puesto que te ha asignado en la Iglesia, sea el que sea.
Los jóvenes debeis ser muy conscientes de que tenéis un futuro por delante y de que cada uno tenemos nuestra propia vocación que hemos de tratar de seguir por fidelidad al Señor, cueste lo que cueste. Nunca tengáis miedo de seguir la llamada del Señor. Un joven que escucha su llamada y mira hacia otro lado, renuncia a lo que da sentido a su vida.
Somos un buen grupo entre sacerdotes, consagrados, profesores y jóvenes dirigentes de movimientos juveniles. Estoy convencido de que si trabajamos unidos y bien, podemos esperar grandes frutos en el campo de la juventud. Hay muchísimos jóvenes que si encuentran buena orientación, la siguen y son capaces de lo que sea.
José Gea