Me hago hoy eco de la agenda de un personaje que está dando durante su mandato presidencial una lección de lo que puede ser un laicismo sano, y no forzado o impostado como el que se pretende implantar en otros lugares del vetusto continente europeo. Un laicismo al que él mismo ha dado el nombre de “laicismo positivo”. Me refiero naturalmente a Nicolás Sarkozy, quien en una ronda de visitas periódicas agrupadas bajo la rúbrica “la Francia de las iglesias”, hizo el pasado jueves parada y fonda en la catedral de Puy-en-Velay, punto de partida de la Via podiensis del Camino de Santiago. Durante su visita a la mencionada catedral, finalizada con una recepción con el obispo de la diócesis, Mons. Brincard (se nos hacen tan raras hoy día estas cosas a los españoles ¿verdad?), realizó declaraciones como las siguientes:
“La Francia de las raíces es la Francia que nos gusta”.
“El cristianismo nos ha dejado una magnífica herencia. Yo soy el Presidente de una república laica, pero puedo decir esto porque es la verdad, no estoy haciendo proselitismo [...] Estamos obligados por este legado. Debemos no solamente transmitirlo, sino asumirlo sin complejos”.
La visita entronca perfectamente con la realizada, el pasado 9 de febrero, al Consejo representativo de las instituciones judías de Francia (CRIF), donde Nicolás Sarkozy, hijo, como algunos sabrán, de una judía sefardita convertida al catolicismo, Andrée Mallah, había dicho algo parecido sobre el pasado de Francia, en este caso en su vertiente judía.
“Si Francia tiene raíces cristianas, también las tiene judías [...] Sí, el judaísmo forma parte de las raíces de Francia y cada francés, cualquiera que sea su confesión y su origen, puede estar orgulloso de ello”.
“Por eso mismo, no olvido el período sombrío de la colaboración que rindió la ley al servicio de una política antisemita odiosa. No olvido nada de eso, pero mi Francia, nuestra Francia, no es ésa. Nuestra historia de Francia es la Francia que hemos construido juntos”.
A lo que cabría añadir lo dicho días antes, refiriéndose esta vez al islam:
“Nuestros compatriotas musulmanes deben poder practicar su religión como cualquier otro de nuestros compatriotas judío, protestante, católico, pero no se puede tratar sino de un islam “de” Francia, no un islam “en” Francia”.
Digno colofón de todo lo cual, una de los mejores definiciones de laicismo y multiculturalismo que se puede hacer en pocas palabras, la que realizara en el mismo discurso del 9 de febrero ante el CRIF:
“Para nosotros los franceses, la libertad religiosa no es negociable. [...] Los que creen, los que rezan dentro del respeto a las leyes de la República, tienen derecho a la protección de la República. Eso es el laicismo”.
Por otro lado, y aunque aún no confirmado oficialmente, se anuncia como muy probable el viaje de Sarkozy a Roma para la beatificación de Juan Pablo II, primera que realizaría con tan fausto motivo como el de una beatificación, un Presidente de la República francesa, que acostumbra a hacerse representar en actos de esa envergadura, cuando afectan a franceses, por un ministro.