Para valorar el aumento del número de españoles que decidieron apoyar a la Iglesia en su declaración de la Renta, hay que fijarse en el contexto en que tuvo lugar. Se padecía una doble crisis: la económica y la generada por los ataques a la Iglesia a raíz de los delitos de pederastia.
Por lógica, debería haber aumentado el apoyo a las ONGs, puesto que esa opción se puede unir a la de apoyar a la Iglesia, marcando ambas casillas. Es decir, al contribuyente español no le cuesta más dar el 0,7 por 100 de sus impuestos a la Iglesia que si lo otorga a ésta y a las ONGs. Y sin embargo no fue así, la beneficiada fue sólo la Iglesia.
Además, no hay que olvidar que en marzo del año pasado –es decir, tres meses antes de hacer la declaración-, el The New York Times encabezó una campaña mundial para pedir la dimisión del Papa acusándolo de haber protegido a curas pederastas; en España, esa campaña fue aireada por no pocos medios y en otros países sucedió lo mismo.
A pesar de todo ello, aumentó la ayuda a la Iglesia. Y eso, en esas condiciones, es un auténtico plebiscito a favor de la misma. Lo que significa, claramente, es que la gente se fía de ella. Se fía, porque la ven ayudar de verdad a los pobres y sabe que el dinero que se le confía no se extravía en prebendas a funcionarios. Se fía, porque está a su lado, a través de las parroquias, cuando sufren por cualquier causa. Y se fía del Papa, porque aunque algunos medios quieran manipular la opinión pública, la gente sabe bien que en todos los sitios hay pecados y que en la Iglesia es donde menos los hay.
¿Sacarán ahora los anticlericales alguna lección de esto? Temo que no y que seguirán diciendo que España ha dado la espalda a la Iglesia. Habría que recordarles aquello del Tenorio: “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”.
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