La decisión del Senado francés de rechazar la aprobación de la eutanasia y la del Constitucional de ese mismo país, que se ha mostrado en contra del matrimonio homosexual, ha supuesto no sólo una gran victoria para la causa de la vida y de la familia –debido, sobre todo, al peso específico de Francia en Europa-, sino también una gran victoria contra un enemigo tradicional de la Iglesia: la masonería.
El semanario Le Point y la televisión Canal +, han presentado un reportaje sobre la situación de la masonería en Francia y cómo se habían posicionado las dos grandes logias del país –Gran Oriente y Gran Logia- para dar esa batalla en contra de la vida. Es un reportaje que no tiene desperdicio, pues revela algunos de los secretos de esa asociación, prohibida por la Iglesia. Por ejemplo, su enorme peso en la Magistratura francesa, en los sindicatos de la educación y en el Ministerio de ese área. Pero también afirma que el Gobierno de Sarkozy está infiltrado de masones –lo serían el ministro del Interior, el de Economía, el de Asuntos Sociales, el de Cooperación con el Parlamento, el de Cooperación Internacional y el Consejero para la Seguridad Nacional-. Así mismo, el reportaje cuenta cómo los presidentes de las grandes multinacionales francesas son todos masones y aporta el testimonio de uno que no lo es y que ha sido invitado a afiliarse rápidamente para poder mantener una relación de confianza con su equipo y con los clientes. El poder de los masones es tan grande que, para ganar la batalla de le eutanasia, intentaron –desde dentro del partido de Sarkozy- que cayera el primer ministro, Francois Fillon, que no es masón: Sarkozy le mantuvo en su puesto y gracias a él la ley fue rechazada.
La derrota de la masonería en esta importante batalla es significativa. Europa se encuentra en una encrucijada muy difícil, recogiendo los frutos de la cultura de la muerte y de la cultura del relativismo. No hay niños y eso ha invertido la pirámide de población y muestra un horizonte cercano muy pesimista; además, el hedonismo –fruto del relativismo- ha destruido a una parte muy amplia de la juventud europea, que no está en condiciones de competir con sus iguales asiáticos o norteamericanos. Así las cosas, sólo hay dos opciones: seguir profundizando en la cultura de la muerte –aprobando leyes como la de la eutanasia que van dirigidas a acabar con el excedente de ancianos- o emprender un profundo cambio que implique no sólo la valoración de la vida sino también del esfuerzo, del compromiso, del sentido del deber, de las obligaciones. Si Francia elige este camino, a pesar de las poderosas fuerzas internas que quieren el otro, toda Europa se verá positivamente afectada. De momento, se están dando pasos en la buena dirección. Recemos para que sean seguidos por otros, como por ejemplo más restricciones al aborto hasta lograr que desaparezca por completo.
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