Sale de nuevo a la palestra el tema de la educación diferenciada, hasta el punto de negar subvenciones, o conciertos, con aquellos centros que adapten al sistema oficial. Es pura ideología de género. Pretenden igualar en todo a niños y niñas, chicos y chicas, sin dejar libertad a que los padres escojan el sistema que consideren más oportuno pensando en la eficacia de la enseñanza y de la educación.
Yo fui en la primaria alumno de un sistema de educación diferenciada. En el bachiller las clases eran conjuntas chicos y chicas. Después he sido profesor de centros de ambos sistemas. Y por la experiencia debo decir que la educación diferenciada es mucho más eficaz, porque se cuenta con una homogeneidad psicológica que hace más viable una enseñanza adecuada a la madurez del alumno, y a su peculiar modo de ser. No es lo mismo tratar a un grupo de chicos que a otro de chicas. El lenguaje no puede ser el mismo, la disciplina tiene connotaciones diversas, y normalmente el desarrollo intelectual no suele estar nivelado con la edad de cada sector. Normalmente en las clases mixtas llevan las de ganar las chicas por superior desarrollo a todos los niveles, y su mayor docilidad. Naturalmente que siempre hay excepciones.
Pero esto no es una simple apreciación mía. Me resulta reconfortante que expertos en la materia piensen lo mismo, y lo fundamenten científicamente.
En el año 2005 se celebró en Barcelona un Simposio Internacional sobre “Familia, educación y género”. La Profesora María Calvo Charro, de la Universidad Carlos III de Madrid, expuso en su disertación titulada: “La educación diferenciada: un modelo de educación personalizada y una opción de libertad”, entre otras muchas cosas, lo siguiente:
“Nada hay más poderoso que una idea a la que ha llegado su momento”. Víctor Hugo
La educación diferenciada, es decir, la enseñanza separada de niños y niñas, constituye un modelo pedagógico moderno que está siendo utilizado en los países más desarrollados como herramienta para superar determinados problemas a los que la educación mixta, tras aproximadamente treinta años de experiencia, no ha sido capaz de dar respuesta.
Los beneficios que se desprenden de este modelo educativo son cualitativa y cuantitativamente merecedores de una detallada atención por parte de padres, autoridades y docentes. Académica y personalmente los resultados son, como regla general, óptimos. Y, al contrario de lo que se cree mayoritariamente, provoca un mejor entendimiento y respeto entre sexos opuestos, un ambiente más relajado y agradable entre los alumnos, mayores facilidades para el ejercicio de la docencia, unos resultados académicos espectacularmente mejores que los de las escuelas mixtas, mucha menor conflictividad y violencia, mejora la autoestima de los alumnos, favorece desde un punto de vista realista la verdadera igualdad de oportunidades y da respuesta a las peculiaridades concretas de los alumnos en cuanto personas, niños o niñas, en atención a sus problemáticas específicas.
Una educación diferenciada por sexos que supere el mito de la neutralidad sexual aportará ventajas evidentes. Entre otras, alcanzar mejor los objetivos educativos y culturales y abrir para los alumnos mayores posibilidades, ya que los docentes trabajarán con grupos más homogéneos, así como un desarrollo más armónico de la personalidad que sólo se puede lograr si se tiene en cuenta la diferenciación sexual, pues es una cualidad que debe ser desarrollada individualmente. No darle importancia a esta cuestión, reducirla a la relación sexual, es poner freno al desarrollo personal de los jóvenes.
La clave del éxito de la educación diferenciada, afirman los expertos, radica en el equilibrio entre el reconocimiento de la diferencia y la garantía de la igualdad de oportunidades entre sexos. (Fuente: http://usuarios.multimania.es/atarifa2/edudif.htm)
Naturalmente que hay opiniones para todos los gustos, desde posiciones políticas opuestas (Izquierda, centro o derecha). Pero lo que no se puede hacer es imponer un criterio ideológico, con la amenaza de negar un derecho que todo padre tiene a que la Administración (al nivel que corresponda) colabore económicamente con todos los centros de enseñanza, independientemente del sistema que utilicen. Se podrá controlar el contenido y el nivel de la enseñanza, pero que cada cual sea libre de escoger el sistema, el método, que esté más de acuerdo con sus principios.
Me parece que España no anda muy sobrada de excelencia en la enseñanza que se imparte en muchos de los centros que gozan del favor del Estado. Habrá mucho “mixto” pero tal vez bastante fracaso. Las estadísticas lo delatan.
Juan García Inza