Pedimos muchos sacerdotes, pero supongamos una diócesis con 100; de los cuales el 50% son buenos y el 50 %, malos. Hay otra diócesis con 50 sacerdotes, pero todos buenos. Yo preferiría ésta segunda. Y es que un sacerdote malo es una rémora y hace más mal que bien. Lo que pasa es que ni todos ni somos limpiamente buenos ni completamente malos.

Hoy se habla mucho de los escándalos que algunos sacerdotes han dado. No se habla tanto de cantidad de sacerdotes que están entregando sus vidas al Señor con un sacrificio constante. Vemos sacerdotes con muchas cualidades que podrían colocarse muy bien en la sociedad y renuncian a ello, aceptando trabajar en barriadas pobres, en la selva o en pueblecitos perdidos entre las montañas, cuando podrían vivir normalmente en sus casas y tener un puesto digno en la sociedad.

Los vemos dedicados a los pobres…. Y lo mismo cabe decir de los consagrados. ¿Quién les manda meterse en problemas de los que sólo están sacando incomprensiones por defender la justicia y los derechos de los más necesitados?

Es cierto que a veces aparece algún sacerdote que, por debilidad ha caído en pecados que han causado escándalos con hechos indignos de un sacerdote. Es cierto.

Ante estos hechos, uno se pregunta ¿qué es mejor, contar con sacerdotes buenos, aunque sean menos, o contar con más sacerdotes entre los cuales hay un porcentaje de sacerdotes malos? Una pregunta parecida podría hacerse, por ejemplo en el caso de los médicos; en una ciudad necesitada de médicos; médicos ¿mejor muchos o pocos? Si hay unos pocos que envenenan en vez de curar, es preferible que haya unos pocos menos pero que curen, que unos cuantos más que envenenen. En un caso y en otro, creo que es mejor pocos, pero buenos, que muchos entre los que hay algunos malos, es decir, que lo mejor en ambos casos es que haya muchos y buenos.

Un obispo decía que siempre le faltaban sacerdotes pero que le sobraban algunos. Y es que un sacerdote que no sea bueno hace mucho mal a los fieles y a la Iglesia. Y quita credibilidad a los demás sacerdotes. Pero es que, además, ¿qué pinta un sacerdote en la Iglesia que esté viviendo apartado de Dios por el pecado y escandalizando a los fieles con la manera de comportarse y administrando los sacramentos sacrílegamente? Porque es toda la vida del sacerdote lo que está en juego. No es como un empleado que es ineficaz en un oficio y eficaz en otro; es más bien como una joya falsa; la apariencia puede ser buena, pero la realidad es que no tiene valor. Igual un sacerdote que no es bueno.

Y de cara a los sacerdotes que puedan vivir en pecado, es misión del obispo hacer todo lo posible por reconducirlos. El obispo es el pastor diocesano y si el Buen Pastor busca a la oveja descarriada, el obispo debe buscar al sacerdote descarriado y conducirlo a la penitencia. Y si se ve que es un caso perdido y que no dispuesto o no está en condiciones para cambiar, debiera proponerle pedir la secularización. Más vale que pueda casarse y vivir como esposo cristiano dignamente, que vivir como sacerdote indignamente escandalizando al pueblo. Es difícil ser un sacerdote bueno, pero es posible si no pierde el contacto con el Señor.

Y contesto a la pregunta del título del artículo Sacerdotes ¿mejor muchos o pocos? La respuesta que podría dar un tipo fino podría ser: Depende. Claro que depende; depende de cómo sean. Por ello, la oración pidiendo sacerdotes, en vez de danos muchos sacerdotes, debería ser: Danos muchos y santos sacerdotes.

José Gea