Escuchando las noticias de la 1 de TVE en su edición de tarde del sábado y hablando de FITUR, la Feria internacional de Turismo que se celebra todos los años en Madrid, aparece en pantalla alguien que parece representar a alguna caseta de la Feria –o mal no recuerdo, o ningún rótulo indicaba de quien se trataba-, anunciando que este mismo año tendrá lugar, por primera vez en España, (que no en el mundo, añado yo), un crucero exclusivamente destinado a público gay, el cual zarpará de Barcelona.
 
            Interesado por el tema, busco en la red y encuentro la página guíaturismogay en la que se confirma que, efectivamente, “la XXXI edición de FITUR, Feria Internacional de Turismo, que se celebrará en Madrid del 19 al 23 de enero de 2011, promoverá el turismo gay”, y que, “según explicaron sus organizadores, la edición de FITUR contará con una nueva zona de exposición que se ubicará en el pabellón diez y estará dedicada al segmento LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales). Allí se concentrará la oferta de destinos nacionales e internacionales dedicados exclusivamente a uno de los mercados con mayor desarrollo y potencial, según IFEMA”.
 
            La pregunta es: en esta sociedad hipócrita e incongruente que están intentando implementar una serie de personas sin el menor rigor ni formación que no han hecho otra cosa en su vida que militar en un partido político, embriagada de progresismo y sin embargo pacata, incapaz de dar un paso hacia la tolerancia sin dar otro hacia atrás cuando no dos, ¿se imagina alguno de Vds. lo que se habría dicho de una caseta dedicada exclusivamente al turismo “hetero”?
 
            Pues bien, por lo que a mi se refiere, el tema del turismo gay, ¿saben qué?, no me produce el menor problema, se lo aseguro, el menor de los problemas. Si una agencia de viajes considera interesante dirigirse al colectivo homosexual porque, como bien reconoce la página en cuestión, el público gay “está dispuesto a gastar un buen dinero en sus vacaciones y viajes de placer por lo que es un cliente a tener muy en cuenta”, y si quiere hacerlo en exclusiva y cerrar sus puertas a todo aquél que no sea homosexual, yo, a ello, no tengo la menor objeción que plantear. Cada uno sabe como lleva su negocio, a qué público quiere dirigirse, cuales son sus preferencias, o a quien quiere prestar sus servicios y a quien no. Y ninguno de los muchos ingenieros sociales que aparecen hoy de debajo de las piedras, tiene porqué decirle que lo haga de otra manera.
 
            Ahora bien, ¿por qué si una agencia de viajes puede organizar un viaje exclusivamente destinado a homosexuales y una caseta en la feria de turismo más importante del mundo dirigirse exclusivamente al público gay, un hotel en Inglaterra, como tuvimos ocasión de conocer el pasado día 20, no puede hacer lo propio con el turismo "hetero"?
 
            Se trata por un lado de una discriminación -ésta sí, no aquélla de la que se acusaba a los propietarios del hotelito inglés- intolerable: la que consiste, en este caso, en determinar que los homosexuales son “los buenos”, y los heterosexuales “los malos”, y que, en consecuencia, aquéllos pueden realizar conductas que éstos no pueden. En línea, por cierto, muy similar, a la seguida por el Gobierno español cuando en la Ley de protección integral contra la violencia de género establecía la premisa de que las mujeres son siempre “las buenas” y los hombres siempre “los malos”, por lo que sólo éstos pueden cometer un delito que aquéllas no pueden; o la adoptada por el Gobierno catalán cuando determinaba que los catalanoparlantes son “los buenos” y los castellanoparlantes “los malos”, por lo que todos han de educarse en la lengua de aquéllos. Discriminaciones que, además, constituyen una nueva e intolerable intromisión de un estado que se muestra insaciablemente intrusista, en la vida de sus ciudadanos y en la autonomía de la sociedad.
 
            Pues bien, esa intromisión, en su grado más abyecto es la que, en una nueva vuelta de tuerca, pretende introducir ahora en España el nuevo engendro pergeñado por el Gobierno español: la, una vez más malllamada, Ley de igualdad de trato, la cual, lejos de proteger la igualdad, lo único que pretende es instaurar nuevas discriminaciones entre españoles. ¿Firmada por quien? ¡Por quien iba a ser! Por la ministra de sanidad con el mejor CV de Europa. Y, naturalmente, con el aval de quien la eligió, el Presidente de Gobierno con la mejor formación del mismo continente... Tan capacitado, que es capaz de aprender, según atestiguó su entonces ministro de administraciones públicas, economía en dos tardes. Algo que, efectivamente, tan sobradamente ha demostrado... ¿o no?
 
 
 
 
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