Frecuentemente escuchamos la muletilla, que es en lo que esta frase se ha convertido, de que no hay crédito para las empresas. Sin embargo, la pregunta que debemos hacernos es, ¿son los bancos quienes tienen que prestar dinero a las empresas? De hecho, la respuesta es no, o al menos no son los bancos comerciales los que tienen que prestar dinero a las empresas. Me explico.

Nuestro sistema bancario funciona bajo el denominado sistema de reserva fraccional. Sin embargo, este sistema es un fraude no sólo consentido por las leyes, sino auspiciado por el propio Estado. Es precisamente este sistema –soporte fundamental del sistema monetario fiduciario actual- el que les ha permitido endeudarse muy por encima de sus posibilidades, colocando ingentes cantidades de deuda pública en los balances de los bancos privados. ¿Era un acuerdo tácito para dejar hacer y mirar para otro lado siempre y cuando la banca financiase los derroches gubernamentales? Pero, cada vez que un banco presta dinero está aumentando la cantidad de papel emitido en el sistema, de manera que prácticamente una misma cantidad de papel moneda queda disponible tanto para los depositantes del banco que han sufragado el crédito, como para quien lo ha recibido. Claro, si el proyecto para el que se presta el dinero fracasa –el Estado de las Autonomías en España, por ejemplo- el agujero en el balance del banco es imposible de reparar.  

Recientemente, el inversor Douglas Casey, en su edición Conversations With Casey del 8 de diciembre del 2010, explica claramente la diferencia original, cuando la banca comercial era banca comercial, entre savings account (cuenta de ahorro) y checking account (cuenta corriente). La primera era una cuenta que remuneraba interés, carecía de costes de mantenimiento pero cuyo saldo no estaba libremente disponible para el ahorrador, salvo terminado los plazos del depósito de ahorro. Por el contrario, si una persona quería plena disponibilidad de su dinero, entonces necesitaba una cuenta corriente. Esta tendría sólo costes y ninguna remuneración. ¿Se dan ustedes cuenta de que en nuestro sistema bancario no hay ninguna diferencia entre cuentas de ahorro y cuentas corrientes? ¿Cómo es posible que todas ellas tengan plena disponibilidad del saldo, todas concedan prácticamente el mismo tipo de interés y todas estén saturadas de comisiones? Pero la cosa no termina ahí. Es que además existe una diferencia lógica entre banca comercial, que sería la que ofrece estas cuentas y la banca de inversión, dedicada a actividades mucho más arriesgadas y cuyos depósitos, jamás de los jamases, debieran estar respaldados por ningún fondo de garantía de depósito. ¿Es esto así en la actualidad?

Un ejemplo. ¿Ustedes entienden que la Caja de Ahorros de Asturias tenga en su haber una porción importante de las acciones de ENCE? Esta empresa, que cotiza en el mercado continuo de la Bolsa de Madrid,  se dedica a la explotación y transformación de madera para la industria papelera y está empezando a introducirse en el mercado eléctrico con biomasa procedente de sus explotaciones forestales. Siendo las expectativas de esta industria realmente buenas –creo que la biomasa y la geotérmica eran las apuestas correctas en energía y no la fotovoltaica- no me negarán que la actividad tiene un riesgo. ¿Me quieren decir ustedes que hace una caja de ahorros en estos menesteres? ¿Es la Caja de Asturias una caja de ahorros o un banco de inversión? ¿Qué sucede si quiebra esta empresa? Si usted ha comprado acciones de ENCE, usted pierde su dinero. Ahora bien, ¿con qué dinero ha comprado la Caja de Asturias su participación en ENCE? ¿Con el dinero de los depositantes? Si es así, ¿perderían los depositantes su dinero? ¿Lo cubre el fondo de garantías de depósitos? ¿Son cuentas de ahorro o son cuentas de inversión? ¿Está compitiendo la Caja de Asturias en igualdad de condiciones con los inversores particulares, cuyas inversiones no están garantizadas por ningún fondo de garantía? ¿No es todo esto un completo dislate? Visto lo visto, si no hubiese sido el mercado inmobiliario sería cualquier otra cosa lo que hubiese hecho quebrar a las Cajas. ¿Y los políticos qué dicen? No les habrán oído hablar de todo esto a Rodríguez Zapatero ni a Mariano Rajoy –algunos ponen sus esperanzas en él y yo todavía no sé en qué se basan-.

Nos guste o no, todas estas malas prácticas del sistema financiero las ha instigado, mediante su intervención regulatoria, el Estado. Así, todo ha quedado en un ovillo bien enredado y la banca comercial, la de inversión, las cuentas corrientes y las de ahorro es prácticamente lo mismo. En este estado de corrupción de la banca, regulada e intervenida por el propio Estado, pedir  encima que financien a las empresas es una idea de casquero. ¿Qué sucede si las empresas fracasan? Ahí tienen ustedes el mercado inmobiliario: la banca comercial como motores de la especulación inmobiliaria de alto riesgo. De ahí que Jim Rogers denuncie que el colapso se produjo, precisamente, en actividades completamente reguladas y controladas por el Estado.

Por lo tanto, sin la intervención del Estado, no se explica la corrupción del sistema financiero ni la proliferación de la idea de que la banca comercial es la que tiene que financiar las actividades de las empresas. Y en esta situación, no faltan los aprovechados como Sarkozy, que viene a proponer nuevas regulaciones para evitar el encarecimiento de los precios de las materias primas y los alimentos, mientras recibe críticas desde dentro de su propio partido por no aplicar ninguna reforma y multiplicar el déficit del Estado. Pero es que Francia, con un endeudamiento del 100 % sobre su PIB, es otro causante e instigador del incremento de la cantidad de papel moneda, que es el origen de estos encarecimientos. ¿Recuerdan que dije en el último artículo que los mismos que estaban creando el problema propondrían controlar precios para resolverlo? Aquí lo tienen.

El libre mercado, de no estar intervenido por el Estado, hubiese depurado responsabilidades hace muchos, muchos años y los que han respaldado este sistema financiero tendrían ahora bien claro cuál es la función de la banca comercial. No voy a ser yo quien defienda que no haya habido avaricia, pero ésta no provenía del mercado sino del Estado y su ansia por gastar lo que hace años que dejaron de recaudar –sin producción, que el Estado y sus leyes han aniquilado, no hay ni puede haber recaudación-.

Entonces, si a las empresas no las tiene que financiar la banca comercial, ¿cuál es la alternativa? Les dejo con la intriga hasta la próxima entrega.