Algunos han comentado que siempre hablo de cuestiones religiosas y pastorales. Pero ¿de qué quieren que hable si no? ¿de fútbol? Pues voy a hablar de fútbol. ¿Saben de qué equipo soy partidario? Del Valencia; entre otras razones, porque soy valenciano. Sé que en España hay equipos de primera categoría, y yo soy partidario del Valencia, que también es de primera categoría. Y después de hablar de fútbol, vamos a lo nuestro: cuestiones religiosas y pastorales.
Empezamos con nuestro tema de hoy. Es cierto que la Iglesia siempre está cambiando, como cambian todos los seres vivos, y la Iglesia está viva y estará siempre viva y, entre todos vamos buscando cómo hacerla más bella y más santa. Pero no podemos estar cambiando lo que a cada uno y a cualquier grupo se les ocurra. Siempre hemos de tener en cuenta que la Iglesia no es una democracia; cada uno tenemos nuestras responsabilidades y competencias y no todos decidimos en todo. Alguien dijo: los experimentos, con gaseosa.
Uno de los problemas más delicados e importantes es el de los nombramientos eclesiásticos. Es cierto que hay muchos factores a tener en cuenta. En el caso de los párrocos, es el obispo quien los nombra porque son representantes suyos ante la comunidad. Y yo, obispo, me nombro mis representantes; no me los nombra nadie, excepto el Papa que sí me los puede nombrar, porque tiene plena potestad en la Iglesia.
En cuanto a los párrocos, una cosa es que el nombramiento lo haga el obispo y otra, que el obispo reciba y pida informaciones, no a todos los feligreses porque esto sería inviable, aparte de que no todos están en condiciones para informar convenientemente sobre posibles candidatos; ni siquiera todos conocen a quienes pueden ser nombrados. Y para informar debidamente hay que conocer bien a los posibles candidatos.
Hay quienes no se conforman con eso, sino que quieren que a los párrocos los nombre la misma comunidad y, claro, hay que distinguir entre la facultad de nombrar y el poder ser consultados.
También se da el caso de que cuando se trata de nombrar un obispo algunos piden que lo elija la diócesis. Si el nombramiento del párroco por la parroquia no encaja en la estructura de la Iglesia, menos, el del obispo.
En otras palabras, Tanto si se trata de elección como de consulta, no hay que olvidar que la Iglesia se distingue de todas las demás entidades socio-políticas, y no se trata de imitar a la sociedad en el caso de los nombramientos.
Sólo apunto algunas preguntas:
¿Quiénes serían los electores?
¿Los sacerdotes? ¿Los sacerdotes y religiosos? ¿También los seglares?
Si también los seglares, ¿sólo los seglares que pertenecen a movimientos apostólicos?
¿Los que trabajan en las parroquias?
¿Los que forman parte de los consejos de pastoral?
¿Sólo los que van a misa?
¿Todos los bautizados?
¿Con campaña o en secreto?
Creo que en éste, como en otros casos, la sensatez es muy importante. ¿Habría más unidad en la parroquia y en la diócesis? ¿No habría vencedores y vencidos? ¿No pasaría como en las elecciones democráticas? ¿No se impondrían grupos radicales? Y, caso de que la diócesis o la parroquia necesiten un cambio de orientación pastoral, ¿elegirían los que también necesitan un cambio en su orientación, o deberían ser excluídos? Y ¿quién los excluye?
¿No parece mejor el sistema actual con las correcciones que se crean convenientes? Es claro que en cualquiera de las opciones puede haber deficiencias y limitaciones, pero yo prefiero el sistema actual y que se vaya mejorando en lo posible, ya que este tipo de nombramientos que algunos proponen, valdría para cualquier sociedad democrática, pero no para la Iglesia que es dirigida por el Espíritu Santo por medio del Papa y de los obispos.
Pero es que, además, hay quienes parten del supuesto de que no se consulta a la base, como dicen (yo prefiero decir “a la comunidad”. Pero soy testigo de que sí me han consultado, desde la Santa Sede, para a la hora de nombrar a obispos; y también lo soy de que he consultado para el nombramiento de los sacerdotes que nombré durante el ejercicio de mi episcopado. Es de sentido común. Lo que pasa es que quizá algunos de los que piensan que no se consulta es porque raras veces o nunca han sido consultados.
No partamos de presupuestos falsos y en vez de cuestiones que no conducen a nada positivo, planteemos cuestiones vivas y fundamentales, que es así como podríamos colaborar en el perfeccionamiento de la Iglesia.
Y respondiendo a la pregunta del título, claro que podrían elegirse los párrocos de otra manera, pero siempre que sirviese para un mayor bien de las comunidades y se evitasen tensiones y divisiones dentro de la comunidad parroquial y diocesana.
José Gea