Hay una mañana semanal en la agenda del Papa que es dedicada por entero a la catequesis. Indefectiblemente, los miércoles Benedicto XVI ejerce la misión de catequista que por antonomasia le corresponde como sucesor de san Pedro. En algunas ocasiones lo hace en la plaza homónima ante multitudes de peregrinos que en torno a él se apiñan para escucharlo, en otros momentos lo realiza en el aula Pablo VI del Vaticano y, las menos, dentro de la basílica.
Desde el pasado mes de septiembre de 2010 ha dedicado las catequesis durante las audiencias públicas a mujeres santas. La dedicada a santa Catalina de Génova, el pasado 12 de enero de 2011, parece haber suscitado un interés «especial» en más de algún medio de comunicación.
El motivo no fue propiamente la vida de la santa en cuestión cuanto la mención que Benedicto XVI hiciera del purgatorio, un tema frecuentemente tratado por Catalina de Génova y por el que es ampliamente conocida en ámbito católico (es autora, como señaló el Pontífice, del Tratado sobre el purgatorio y el Diálogo entre el alma y el cuerpo).
En la catequesis Benedicto XVI recordó que «Catalina, en su experiencia mística, nunca tuvo revelaciones específicas sobre el purgatorio o sobre las almas que se están purificando en él», pero sí ofreció descripciones originales para la época en que vivió (fines del siglo XV, inicios del XVI).
Es en este contexto donde el Vicario de Cristo habla del «lugar» para la purificación de las almas, según la mente de Catalina de Génova: «En su tiempo se representaba principalmente con el recurso a imágenes ligadas al espacio: se pensaba en un cierto espacio, donde se encontraría el purgatorio. En Catalina, en cambio, el purgatorio no está presentado como un elemento del paisaje de las entrañas de la tierra: es un fuego no exterior, sino interior. Esto es el purgatorio, un fuego interior».
La anterior cita mereció las «altas» elucubraciones mediáticas de más de algún periódico y periodista anticlerical que en su afán de prurito intelectual se atrevió a afirmar que, por ejemplo, «El Papa concluye la reforma de la eternidad» (cf. El País, 16.01.2010). Y en otra parte del bochornoso intento de desprestigio dice: «Los papas libran ahora a sus fieles católicos de esa escatología apocalíptica, tenebrosa y vengadora».
Considerando que las catequesis del Papa se están centrando en la vida de santos y santas (esto en periodismo se llama ofrecer contexto), llama la atención que haya quién quiera encauzar sus aproximaciones pseudo periodísticas a temas que escapan a los exabruptos de descalificación (que de paso aprovechan para arremeter contra todo lo que diga relación con la palabra «Vaticano»: desde Galileo hasta Küng, el heterodoxo). Tan sencillo que hubiera sido leer el Catecismo de la Iglesia Católica, especialmente los números 1030 a 1033 (que además, sin serlo, podrían pasar como ejemplo de ese periodismo que algunos carecen al no ofrecer marco, definiciones y consecuencias sobre puntos):
Marco:
1030: Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
Definición:
1031: La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820: 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:
Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquél que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).
Consecuencia-relación:
1032: Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos.
Con lo barato que está el Catecismo (indispensable en una redacción de periodismo religioso, si quiere serlo de verdad, para tratar eso que en las facultades de periodismo se suele llamar búsqueda y tratamiento de la información). Incluso … Habrá quien quiera evitarse esas consultas con tal de seguir aprovechando su ignorancia para arremeter contra el Papa. Esa es otra cuestión.