Cristo nos enseña cómo solucionar la cuestión –en nuestros días tan polemizada– de «Dadles pan y luego habladles de religión...” “Hay primero que llenarles el estómago y luego predicarles»... ¿Quién no ha oído estas y otras semejantes palabras de hinchados, o bien-intencionados (pero despistados) apóstoles?
Sin embargo, Cristo...
«Al día siguiente (se refiere el evangelista al día que siguió al del milagro de los panes y los peces) la muchedumbre que se había quedado al otro lado del mar, vio que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado en ella con sus discípulos, sino que los discípulos se habían marchado solos. Pero llegaron barcas de Tiberíades cerca del lugar donde habían comido el pan.
Cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarle a la otra orilla del mar, le dijeron:
«Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?» (Jn 6, 22-25).
La pregunta pudiera parecer inocente, pero cualquiera puede entender que en sus caras se debía transparentar el deseo de una nueva multiplicación de panes, y quién sabe qué más prodigios.
Jesús les respondió:
«En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado» (Jn 6, 26).
La corrección era explícita, y sin duda fue como un jarro de agua fría echado sobre las ilusiones de estos «desinteresados» oyentes.
Y el Señor remachó, por si no había quedado claro:
«Obrad, no por alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os da el Hijo del hombre» (Jn 6, 27).
Desde luego, ni en aquel día, ni en los siguientes hubo multiplicación de panes. Tuvieron que seguirle con el estómago vacío o marcharse.
Y es que para esos que cacarean esto del “Primero pan, luego evangelio” les dedico este chistecillo adaptado para que sepan quién puede estar detrás de tan “caritativa” sugerencia:
Porthos