A veces me porto bien y otras no tanto. Normalmente no puedo evitar pelearme con mi hermano, pero es que me chincha mucho. Pero siempre ayudo a mi madre y respeto a mi padre. Por él os pido. Espero que me perdonéis mis fallos y me devolváis a mi padre. Está en la guerra, los alemanes se lo llevaron para que les ayudara, pero yo le echo de menos. No os pido juguetes, solo esto. Gracias.
Si no les llega esta carta, díselo tú, Jesús, que a ti seguro que te oyen.”
Karl Gajowniczek 4 de Enero de 1941. Polonia.
Estamos formando en fila. Llevamos así todo el día. Un prisionero se ha escapado y como es costumbre en Auschwitz, cuando un prisionero se fuga otros diez mueren en su lugar. Estamos esperando a que sean elegidos a dedo por el comandante del campo. Hace frío, un frío que se mete en los huesos. Pero eso no es lo peor. El barro. El barro que nos salpica de los camiones que pasan cerca atestados de clientes. Pero eso no es lo peor. Estamos agotados por el hambre y la posición de firmes. Hace diez minutos se ha caído uno a mi lado. No han parado de pegarle patadas hasta que se ha levantado de nuevo. Pero eso no es lo peor. Lo peor es el olor. Ese olor que lo impregna todo...
El comandante ha empezado a elegir a los condenados a muerte por inanición. Uno, dos, tres, cuatro...todos lloran, alguno se desmaya. Prefieren sobrevivir como ratas...Uno ha empezado ha llorar y ha musitar algo sobre que tiene hijos y esposa y...Le reconozco. Es Franc Gajowniczek. Polaco y buena persona. Pero ¿quien hay en esta fila que sea malo o se merezca este infierno?.
De repente a su lado alguien ha gritado un ¡no! Alto y claro. Es raro oir algo más potente que un susurro, de una garganta que vista a rayas. Es el padre Kolbe. Maximiliano Kolbe. Dice que le lleven a él en su lugar, que no tiene hijos, ni esposa. Al comandante se le ve sorprendido. No deja de ser un ofrecimiento extraño e incomprensible. Luego pasa a estar enfadado. Nunca se podía imaginar que alguna rata de éstas, tuviera sangre en las venas. Finalmente acepta encogiéndose de hombros.
Tras padecer tres semanas de hambre extrema, el 14 de agosto de 1941 aún sobrevivía junto a otros tres condenados y los oficiales a cargo del campo querían dar otro destino a la celda, Kolbe y sus tres compañeros de celda fueron asesinados administrándoles una inyección de cuerpos fueron incinerados en el crematorio del campo. El padre Kolbe tenía 47 años de edad al momento de su muerte.
Franc Gajowniczek estuvo presente en la plaza de San Pedro el 10 de Octubre de 1982 cuando Juan Pablo II canonizó a San Maximiliano Kolbe sacerdote y fraile franciscano que se dejó amar por Jesucristo y dio la vida por el prójimo.
Los reyes magos leyeron la carta del niño Karl y le prepararon el regalo más grande, cuando un 8 de Enero, 47 años antes, asistieron al nacimiento del salvador de su papá.
”Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos” ( 15,13).
En homenaje a mi madre, que nació también un 8 de Enero, para dar la vida cotidiana por su familia.
En homenaje a todos los sacrificados padres y madres que ayudan a los reyes magos.
En homenaje a todos los Kolbes que Dios designa y ofrece a lo largo de la historia, para asumir el mal y sostener el mundo.