Esta Palabra séptima es comprendida en todas las culturas. Ninguna admite el robo y la confiscación de bienes como algo lícito. Sin embargo, el robo es una maldición de todas las culturas. Con pequeños o grandes robos, todos hemos caído alguna vez en esta lacra. No debemos cerrar los ojos a la verdad. Educar a los niños desde pequeños en el respeto a lo ajeno y en la devolución cuando hemos tomado algo que no nos corresponde, es muy importante. Los pequeños detalles hacen a los hombres grandes o los degradan.
El Papa, en esta catequesis, amplía el sentido inmediato y le da un sentido social: “En la doctrina social de la Iglesia se habla del destino universal de los bienes. ¿Qué significa? Escuchemos lo que dice el Catecismo: Al comienzo Dios confió la tierra y sus recursos a la administración común de la humanidad para que tuviera cuidado de ellos, los dominara mediante su trabajo y se beneficiara de sus frutos. Los bienes de la creación están destinados a todo el género humano”.
La experiencia demuestra que la propiedad privada es el mejor modo de producir bienes. La distribución de los mismos es el problema. No se pueden acaparar mientras otros miembros de la sociedad pasan hambre. “Pero el mundo es uno solo. La humanidad es una sola. La riqueza del mundo, hoy, está en manos de la minoría, de pocos, y la pobreza, es más, la miseria y el sufrimiento en las de tantos, de la mayoría. Si en la tierra existe el hambre, no es por falta de comida. Es más, por las exigencias del mercado se llega, a veces, a destruirla, se tira. Lo que hace falta es un empresariado libre y de grandes horizontes, que asegure una adecuada producción, y una perspectiva solidaria, que asegure una justa distribución”.
La riqueza tiene que tener un sentido social: “Dice también el Catecismo: «El hombre, al servirse de esos bienes, debe considerar las cosas externas que posee legítimamente, no solo como suyas, sino también como comunes, en el sentido de que puedan aprovechar no solo a él, sino también a los demás». Cada riqueza, para ser buena, tiene que tener una dimensión social. En esta perspectiva, aparece el significado positivo y amplio del mandamiento «No robarás». La propiedad de un bien hace a su dueño un administrador de la providencia. Nadie es dueño absoluto de los bienes: es un administrador de los bienes. La posesión es una responsabilidad. «Pero yo soy rico en todo…» -esa responsabilidad que tienes. Y todo bien arrebatado a la lógica de la Providencia, de Dios traiciona, traiciona en el sentido más profundo”.
Termina el Papa con estas palabras: “Queridos hermanos y hermanas, una vez más Jesucristo nos revela el pleno sentido de las Escrituras. «No robarás» significa: ama con tus bienes, aprovecha tus bienes para amar como puedas. Entonces tu vida será buena y la posesión se convertirá verdaderamente en un don. Porque la vida no es un tiempo para poseer sino para amar”.