Voy a contar una anécdota mía de hace setenta años.
Cuando en 1940 entré jesuita, los jóvenes estudiantes teníamos un profesor de oratoria que nos enseñaba a predicar.
Una de las cosas que hacía es darnos un sermón de un buen predicador para que lo aprendiéramos y lo declamáramos.
A mí me dio un sermón del P. Vieira, jesuita portugués que predicaba a la corte portuguesa.
Los sermones entonces tenían un esquema común: exordio, desarrollo y peroración.
El exordio empezaba con una frase que contenía el tema del sermón. Esa frase era en latín, pues solía ser un versículo de la Biblia. La frase del sermón del P. Vieira era ésta: “Si non modo, ¿cur aliquando? Si aliquando, ¿cur non modo?
Que en castellano significa:
Si no te conviertes ahora, ¿quién te asegura que podrás hacerlo mañana?
Y si piensas hacerlo mañana, ¿por qué no lo haces ya?
La idea es tan magnífica que la recuerdo perfectamente a pesar del tiempo transcurrido.
Si no te conviertes ahora, ¿qué seguridad tienes de poder hacerlo mañana? Puedes morir de repente.
Todos los días muere gente de repente, pero nunca pensamos que nos puede ocurrir a nosotros.
Todas las semanas mueren cincuenta personas en al carretera, pero ninguna salió pensando que no volvería.
Un día puede ocurrirnos a nosotros.
O morir durmiendo: tres compañeros míos de estudios murieron durmiendo siendo jóvenes, sanos y deportistas.
También mueren los jóvenes y los sanos. Para morirse basta estar vivo.
O morir en un terremoto, o que se hunda la casa donde vives, como ocurrió en la calle Capitán Arenas de Barcelona, que una noche se hundió una casa y murieron todos los vecinos que estaban durmiendo.
A veces la muerte repentina viene en las circunstancias más raras.
La realidad supera la ficción.
En un hospital un enfermo quiso suicidarse y se tiró a la calle desde lo alto. Cayó sobre un transeúnte que murió al darse un golpe en el suelo con la cabeza; y el suicida no murió porque cayó en blando.
En otra ocasión un coche pisó tangencialmente una piedra redonda que salió disparada, atravesó el cristal de la ventanilla de otro coche y mató a uno golpeándole la cabeza.
Son casos reales.
Podemos morir del modo más insospechado. No hay nada más cierto que la muerte ni más incierto que la hora de morir.
Por eso no podemos dejar la conversión para más adelante.
Si piensas convertirte, hazlo ya.
El infierno está lleno de personas que pensaban convertirse más adelante, y no tuvieron tiempo de hacerlo.
No seas tú uno de esos.
CONVIÉRTETE YA.