En el primer año de su ministerio en Casso don Guido tuvo un sueño profético. Vio, 18 años antes de que ocurriera, el desastre de Longarone. En aquella noche de espanto pudo asistir al desprendimiento del monte Toc que, arrastrando tierras, invadió el lago Vajont levantando un tsunami que traspasó con fuerza el dique protector. Las aguas corrían violentamente por el estrecho valle que lleva a Longarone, y en su sueño pudo ver como la masa de agua, que descendía estrepitosamente en zig-zag hacia el pueblo, barría casas, calles, plazas, iglesia, municipio, cementerio... Vio los muertos y aquellos que estaban por morir mientras se ahogaban desesperadamente entre los dolores, buscando como salvarse. Reconoció muchos, entre ellos también al Arcipreste de Longarone Mons. Bortolo Làrese y a su capellán y pariente don Lorenzo Làrese. Conmovido, intentó advertir a los pueblos interesados enviando a los respectivos alcaldes y párrocos cartas de advertencia. Describió hasta la línea de demarcación entre las casas que serían destruidas y aquellas que permanecerían sin daño. Pero, en aquella época, el dique y el lago del Vajont no existían aún. Le tomaron por loco.

 

18 años después aquel sueño se convirtió en una trágica realidad. En sus cartas no había contado la causa de aquella catástrofe, sólo años después se sinceró con Renza Giacobi.

 

“Vi serpentear a lo largo de las calles de Longarone una procesión formada por algunos jóvenes que llevaban sobre bastones clavados los genitales de bovinos recogidos en el rastro municipal entonando frases blasfemas e irrepetibles sobre el aire de las Letanías Lauretanas: -“Santa…, ora pro nobis”- con evidente actitud de burla. Deduje que el episodio sucedió algunas horas antes del desprendimiento a la luz de la puesta del sol de la escena que vi.”

 

La misma confidente entendió como entre la catástrofe que se le hizo ver y aquella blasfema procesión, había un nexo. Como si "un comportamiento irrespetuoso nuestro, diría la misma Renza, pudiera quitar la protección de Dios. Dios no castiga: Dios, cuando es rechazado, solamente se abstiene de Su protección en el respeto del libre albedrío que ha dado al hombre." El desprendimiento del monte Toc estaba ya en curso desde meses antes, pero la actuación humana, libre y blasfema, en cierto modo apartó la especial protección de Dios. Don Guido Bortoluzzi lo diría con más fuerza:

Es impropio llamarlo castigo de Dios porque Dios no es vengativo. No es Dios quien manda los castigos, aunque este es el término que usa la Biblia para hacer entender que entre dos hechos hay un nexo de causa y efecto. El castigo nos lo damos nosotros mismos porque es la consecuencia natural del alejamiento de la protección de Dios. Por desgracia, en estos casos se ven involucrados los inocentes. Pero la culpa no es de Dios. Al contrario estemos seguros que Dios está cerca de las victimas inocentes y que los sostiene espiritualmente. Dios tiene en el corazón la salvación eterna de todos. Además, la parte más pesada del sufrimiento, especialmente, el de los inocentes, la lleva Él mismo."

 



En aquel acto de cierre de curso parlamentario el líder español del partido de la oposición, Mariano Rajoy, elevó su gracieta afirmando que España no estaba tocada por "una especie de maldición bíblica si no que es por unos gobiernos manifiestamente mejorables". Pero era una gracieta y nada más, porque tanto le daba a Rajoy qué sea lo bíblico o qué sea una maldición. Hablaba políticamente, y políticamente hablando evidenciaba como estos casi siete años de gobierno socialista han sido una auténtica maldición para España, en cuanto han derribado la economía y el tejido laboral y social que había detrás. Pero la crítica iba a poco más.

 

Sin embargo, si de algo está plagada la Biblia es de maldiciones. Maldición como "un decir Dios mal de alguien", en cuanto que ese alguien pueda hacer lo que no gusta a Dios. Se puede afirmar incluso que la Biblia es terca en estas lides, pues cada vez que el pueblo elegido era infiel a su promesa, despreciando las advertencias de cuantos profetas eran enviados por Dios, otro pueblo era enviado para castigo de tanta terquedad. Callo la maldición sobre Jerusalem elevada por nuestro Señor. Aunando el sentir de don Guido podríamos decir que Dios retiraba su protección y “otros más fuertes” derribaban el trono de Israel.

 

Cabe decir que cuanto acontece en occidente no es sino consecuencia de un obrar libérrimo que ha decidido apartar a Dios de la vida personal y pública, dejando paso a “otro más fuerte” que día a día da señales evidentes con el deterioro moral y la destrucción de los mismo pilares sobre los que occidente se cree más fuerte: el poder económico. Ese otro más fuerte es el mismo hombre que pretendiendo luchar contra Dios -erigido en poder ideológico o en doctrinas fanáticas o terroristas, al decir de Benedicto XVI,- llegará un punto en el que se declarará impotente. Elevándose en dios mismo, le será retirada la especial protección del verdadero Dios, y quedará a merced de sus actos.


Rajoy, por tanto, dice mal, porque puede entenderse que esa “maldición bíblica” es tan real como notoria. Dios no puede ver bien no sólo Su apartamiento de la vida pública, sino especialmente la persecución a las niñas de Sus ojos: la vida y la familia (en primer lugar protegida en el designio misterioso de la unión del hombre con la mujer).
Decir que la “suerte de maldición bíblica” han sido sólo estos últimos años de gobierno socialista, es no ver que el mal viene de antes. De cuando se decidió que Dios era prescindible y que todo serían soluciones técnicas. Así la familia se hizo prescindible o cuanto menos no objeto predilecto del actuar politico. La verdad se hizo prescindible en aras de una libertad mal entendida. La justicia social se hizo prescindible en areas de un cambalache de compra de voluntades (tales como la de los sindicatos, o los mismos partidos o cuantos lobys varios se quieran ver).

 

Más que le pese a Rajoy, nuestros políticos son los mismos ejecutores de esa maldición. Pues todos ellos -cierto que en diversa medida- convirtiéndose en castas partitocráticas están siendo los agentes de la destrucción de cuanto había de bueno en occidente. Unos corren más en la destrucción (leáse PSOE) otros corren más despacio pero avanzan en el mismo proceso (leáse PP) porque la clave no es el acierto en tales o cuales medidas políticas o económicas, sino que se han empeñado en obrar contra el sentir de Dios, contra Su parecer, y eso, desgraciadamente, sólo acarrea el que Dios aparte su especial protección sobre esta nación. Como nuestros políticos no se urjan en la defensa de la vida, la protección de la familia, la protección de los desvalidos, la justicia social (que en primer lugar es retributiba), la libertad de las conciencias y del culto, y un largo etcétera, esas maldiciones de las que el líder de la oposición hacía burla, seguirán siendo manifiestas. Y quien sabe si la primera no será una nueva victoria socialista.




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