La víspera de la fiesta de San Juan de la Cruz visita la iglesia de los carmelitas descalzos de Logroño la Virgen de la Esperanza. Es la patrona de la ciudad. No es la imagen titular, sino una copia pequeña que se tiene para este tipo de celebraciones. Este año en su novena recorre las diversas parroquias para que todos sus hijos podamos orar ante Ella pidiendo esa alegría, esperanza y vida nueva que nos llega de su Hijo. ¡El día 18 es su fiesta y hay que prepararse bien! No es casualidad que venga el domingo de gaudete por la tarde cuando todo es alegría, esperanza y fiesta.
Alegría por la liturgia del día, el domingo de la alegría, que nos llena por la próxima venida del Salvador. Las lecturas invitan a la alegría, al gozo, al festejo, a proclamar la grandeza de Dios. ¡Eso es pura alegría para un cristiano que vive lleno de Dios!
Esperanza por eso mismo y porque además la Madre de la Esperanza viene a estar con sus hijos para escuchar súplicas, para ser la buena Madre que atiende, cuida y mira con ojos que sólo una madre tiene. ¡La mirada de una madre a sus hijos es única!
Y fiesta porque la Virgen de la Esperanza hace su entrada en la iglesia de unos frailes que al día siguiente van celebrar a su Santo Padre, Juan de la Cruz. ¡Todo es fiesta! ¡La fiesta de San Juan de la Cruz! ¡La fiesta de un santo que nos enseña a amar a la Virgen y a tener esperanza!
Todo esto se vive en la celebración de las ocho de la tarde en la iglesia de los carmelitas descalzos de la capital de La Rioja. Es una preciosa preparación al triduo que va a tener lugar de lunes a miércoles para honrar al santo nacido en Fontiveros, Ávila, un santo que tiene mucho que instruir, no sólo a sus hijos, los carmelitas descalzos, sino a todo aquel que se acerca a su figura, a sus escritos, a su modo de oración. ¡Es un santo! ¡Es un doctor! ¡Es un místico! Para eso se hace el triduo, para celebrar su fiesta, para acercar a los fieles su doctrina y para que todos aprendamos algo de él, en este momento especial, ¡a tener esperanza! El triduo va a recorrer sus tres grandes poemas (Noche oscura, Cántico espiritual y Llama de amor viva) para mostrar cómo a través de estos versos nos describe la vivencia de la esperanza. Es una invitación que nos hace fray Juan a vivir como él, en esperanza. ¡Vivamos siempre en esperanza pase lo que pase!
San Juan de la Cruz nos lleva directamente a Dios. ¡Nos mete en Dios! ¡Nos llena de vida, de alegría, de esperanza que desborda y nos abre a una dimensión nueva donde el modo de vivir cambia por completo al descubrir la grandeza de Dios que nos da todo y nos abre la puerta a la esperanza! ¡Todo es gracia! ¡Todo es vida! ¡Todo es esperanza! ¡Escuchemos a fray Juan!: “Por una extraña manera mil vuelos pasé de un vuelo, porque esperanza de cielo tanto alcanza cuanto espera”. ¡La de veces que recuerdo estos versos en homilías, charlas y retiros! Tiene tanto contenido, tanta fuerza, tantas aplicaciones…
Si no esperamos de verdad, ¿qué esperamos alcanzar? Pero si esperamos de verdad podemos y de hecho alcanzamos todo. ¡Todo! ¡Y digo todo! Al que vive la esperanza como San Juan de la Cruz no le preocupa nada porque sabe que Dios está con él y la esperanza es el motor que le mueve a dar un paso y otro y llegar hasta el final y hasta lo más alto, porque con la esperanza de fray Juan se puede llegar hasta donde es imposible a los ojos de los hombres, pero no para Dios. Porque si vives en esperanza, vives en Dios, y si vives en Dios todo es posible.
Sus obras rezuman esperanza. ¡Lo vive, se le escapa, ni puede ni quiere controlarlo! Sus poesías son buena muestra de ello, el texto que las comenta también, y otros escritos recogen igualmente la experiencia de esperanza que fray Juan nos ha dejado como enjundiosa herencia.
Basta repasar esa Noche oscura donde la esperanza es una esperanza contra toda esperanza, no se ve nada, no se siente nada, no se escucha nada. Pero hay esperanza, ¡mira!:
“En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía”.
Es de noche pero hay esperanza, nadie te ve, has salido, has empezado a buscar a Dios “A oscuras y segura/ por la secreta escala, disfrazada”. Con el disfraz de la fe, esperanza y caridad el alma busca a su Amado en medio de la noche y goza. ¡Al final el encuentro llega, se vive y se hace realidad! Pero con esperanza, si no hay esperanza de encuentro con Dios no se puede vivir esta experiencia de vida y de alegría, en medio de la noche. Por eso San Juan de la Cruz nos invita a vivir siempre en esperanza aunque sea contra toda esperanza.
Si pasamos al Cántico espiritual nos metemos en una historia apasionante de amor, de búsqueda, de ansias, penas y heridas del amor impaciente mientras llega el encuentro que al final, porque hay esperanza, se alcanza; y para culminar todo esta esperanza abre a la vida eterna, al querer gozar ya de lo que en esperanza pregustamos.
El alma busca en soledad, pero llena de esperanza, a Dios y no sólo por un lugar, sino por muchos y de muchas maneras, y busca y busca:
“Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras”.
Parece que no lo encuentra y se producen heridas que no le frenan (“¡Ay, quien podrá sanarme!/ Acaba de entregarte ya de vero”), porque sabe que va a ser curado y la esperanza le abre las puertas a recrearse de verdad en un gozo sublime que le hace clamar a pleno pulmón:
“Gocémonos, Amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte y al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura”.
Sólo queda el desenlace, el encuentro definitivo, pero hay que esperar, hay que tener esperanza. El alma que anda en estos altos estados de amor de Dios sólo espera el encuentro final, el eterno, el glorioso, el que concentra en cuatro estrofas que dan cuerpo a la Llama de amor viva. Una llama de amor que es el mismo Espíritu Santo que enciende en esperanza de un modo impresionante:
¡Oh llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
¡rompe la tela de este dulce encuentro!”
¡El alma goza de Dios, gusta a Dios, saborea a Dios!, pero en esperanza, es todavía una vivencia en este mundo, queda lo mejor, que se rompa la tela del encuentro cara a cara con Dios y todo se calme, ya no habrá esperanza sino sólo amor, mucho amor, el amor de Dios para siempre, eternamente. Ese amor que es como un cauterio suave, como una regalada llaga, como una mano blanda. Es un toque delicado que sabe a vida eterna “¡Y toda deuda paga!” ¡Todo queda pagado, consumado, encendido para siempre en amor de Dios que transforma al alma para vivir en Dios en esperanza suma!
¿Y qué nos queda? ¡Pues esperar, esperar en Dios para vivir en alegría, para crecer en esperanza y para celebrar la fiesta de un santo! ¡San Juan de la Cruz, enséñanos a contagiar la esperanza, tú, el profeta de esperanza!