...muchas cosas. Ya lo creo que dijo muchas cosas.
Anoche a las 21:00 hs. en la Iglesia de María Virgen Madre, de la que es párroco mi compañero en este medio, el Padre Santiago Martín, acudí con sumo placer a la conferencia que dio el abad de la Comunidad benedictina del Valle de los Caídos, el Padre Anselmo Alvarez.
El Padre Anselmo, hijo y hermano de un caído del bando nacional, y sobrino de un caído del bando republicano, terminó su interesante e informativa charla tratando de justificar porqué no había hablado hasta la fecha, y afirmando que, en realidad, lo había hecho, pero “ante quien debía hacerlo y diciendo lo que tenía que decir”. Como quiera que sea, debió de considerar ayer que ante quien tocaba hacerlo era ante la opinión pública, y llegado el momento según su criterio, no se mordió la lengua y lo hizo, como él mismo dijo, “con la libertad que sólo tienen los monjes, porque no tenemos más compromiso que ante Dios”.
Empezó recordando que los monjes de la comunidad benedictina que dirige “no necesitamos del Valle de los Caídos”, y que sólo están allí, al servicio “de algo que nos pertenece a todos, a la sociedad española”. Explicó que habían llegado a él hace cincuenta y dos años procedentes de la abadía de Santo Domingo de Silos, y que de aquellos monjes pioneros, sobrevivían aún cuatro, así como que no es la primera vez que los monjes de la comunidad tenían problemas –aclaró que sólo dos meses después de llegar hace medio siglo, ya estuvieron a punto de volverse a casa-, problemas que nunca se habrían solventado de no haber sido por el acopio de santa “paciencia benedictina” que atesoran.
E hizo un detallado repaso a la difícil situación por la que han pasado en el último año. Un año duro como ninguno, en el que todo empezó cuando un buen día, los propios monjes reclamaron la limpieza del mosaico de la cúpula central, el mosaico más grande e importante realizado en el mundo en todo el s. XX, excesivamente sucio como consecuencia del paso del tiempo y, sobre todo, del atentado sufrido en 1999. Tras escuchar de Patrimonio Nacional, titular del monumento, la excusa de que la operación sería larga y costosa, los monjes proponen buscar ellos mismos una solución. El caso es que el 23 de noviembre de 2009 empieza una limpieza que, con un coste muy reducido, es terminada en apenas una semana. Para sorpresa de la comunidad, sin embargo, se recibe una llamada de una fuente gubernamental prohibiendo la reapertura, e informando que ésta no se producirá hasta el día de la Inmaculada.
Al llegar la fiesta señalada sin que dicha reapertura se hubiera producido, la comunidad entra en contacto con la archidiócesis, el nuncio y la Santa Sede, a través de la Secretaría de Estado. Por su parte, el Subsecretario de Presidencia del Gobierno visita el Valle, e informa de que su situación es deplorable, que peligra la seguridad incluso de la propia comunidad, y que el Gobierno se propone comenzar las reformas oportunas. El abad entonces realiza pesquisas, para descubrir que, contrariamente a lo que le dicen, no existía proyecto alguno de reforma. Lo cierto es que el año anterior, la comunidad había reclamado ya un informe pericial sobre el estado del monumento, informe cuya conclusión era que aunque se hallaba estéticamente dañado, no existía riesgo alguno para la seguridad de nadie.
Puesto en evidencia, el Gobierno abandona la tesis del peligro para la seguridad, tesis que reemplaza por la de la perentoria necesidad de restaurar la estatua de la Piedad que corona la puerta principal. Compuesta de ciento cincuenta piezas, alega la absoluta necesidad de desmontarlas todas y mandarlas a Madrid para su restauración, algo a lo que el abad se niega, reclamando un informe independiente, y por supuesto, como es preceptivo en estos casos, el permiso de la autoridad eclesiástica y la previa desacralización de la imagen. El nuevo informe pericial informa de que el pretendido traslado no es en modo alguno necesario, y aunque el abad renueva la denegación del permiso de la comunidad, el Gobierno trasmite a la opinión pública que sí lo ha otorgado.
El 26 de mayo, el Gobierno comienza a desmontar la Piedad. El abad entonces, se dirige al empresario que realiza el trabajo para informarle de que él ha denegado su permiso y que, en consecuencia, puede tener problemas si continúa. El empresario, que indica al abad que la condición por él impuesta para hacerlo era que todo estuviera en regla, lo abandona. Afortunadamente, apenas había dado tiempo a retirar ocho o diez piezas de las ciento cincuenta de las que está compuesto el monumento, y además, todas ellas de la parte trasera, por lo que no se veía afectada la visión del mismo.
La comunidad entonces realiza la propuesta de que la restauración se haga protegiendo la imagen en una cápsula de metacrilato y levantando un “túnel” de seguridad que permita el acceso a la Basílica similar a los existentes actualmente en otros monumentos como el Pórtico de la Gloria de Santiago de Compostela o la Sagrada Familia de Barcelona. Túnel por debajo del cual, ni más ni menos que todo un Papa, Benedicto XVI, no halló desdoro en pasar cuando consagró el templo en su reciente visita a España.
La propuesta es trasladada al Gobierno por un diputado del PP y otro del PSOE, y el 9 de junio, en la víspera del malhadado viaje de nuestro torpe Presidente a la Santa Sede con el penoso desenlace de todos conocido, se hace saber a la comunidad benedictina que el Gobierno accede a la solución por ella ofrecida, con lo que el delicado asunto del Valle de los Caídos “se cae” de la agenda de la visita de Zapatero al Papa, allanando una entrevista que de otra manera habría sido muy comprometida.
En la línea tantas veces exhibida por nuestro Gobierno, todo mentira sin embargo. Apenas unas semanas después, Patrimonio comunica una vez más a la comunidad su renovada intención de cerrar el Valle. En éstas estamos cuando se produce el cese del Presidente de Patrimonio Nacional, el diplomático Yago Pico de Coaña, -el cual, según informa el abad, se oponía al cierre, por lo que a lo mejor ha de encontrarse en ello la clave de su repentino cese- y su sustitución por el también diplomático Nicolás Del Fresno (añado yo, eso no lo dijo el abad, que "casualmente" tiene lugar también el relevo de la Vicepresidenta De La Vega). Momento a partir del cual, se produce la aparente reconducción del asunto. Tanto así, que las obras de reacondicionamiento de la Piedad han finalizado el pasado viernes.
Así las cosas, para el sábado pasado estaba convocada una reunión entre Patrimonio, la comunidad monacal y el delegado del Gobierno en Madrid, reunión a la que, sin embargo, ¡adivinen quien no acude! Efectivamente el delegado del Gobierno. Con lo que la Basílica permaneció cerrada el domingo. Ayer por fin, -informó el abad a los concurrentes-, el delegado del Gobierno se dignó hacer acto de presencia, y se está a la espera de la próxima autorización para la apertura. Por lo que la buena noticia es que de no volver a interferir ningún nuevo iluminado empeñado en ganar ahora la guerra civil que terminó hace ya setenta y un años, el próximo domingo, la Basílica del Valle de los Caídos estará de nuevo abierta al público y a su feligresía.
Habló por fin, también, D. Anselmo, de lo que él llamó “situaciones hilarantes” producidas en el proceso. Así define la aparición al limpiar la cúpula de tres banderas que eran la de España, la de Falange y la de los requetés, que apenas ocupaban cinco metros cuadrados en una superficie total de mil setecientos. Se determina que se trata de un atentado contra la memoria histórica y que, en consecuencia, es necesario arrancar las teselas que la componen, o taparlas mediante alguna pátina... Finalmente, en un “acceso de sentido común”, se limitan a taparlas con un lienzo que en estos momentos, es lo más estridente de todo el mosaico, provocando que mucha gente que jamás habría reparado en la existencia de las banderas, ahora dirija su mirada al mosaico sin otra finalidad que la de contemplar el lienzo que las cubre.
Y se refirió también a la inspección que, en su día, se hizo de los osarios donde reposan los restos de 33.780 caídos de la guerra pertenecientes a ambos bandos -cifra oficial, según el abad la cifra real ha de ser muy superior, al proceder muchos de los restos de fosas comunes en los que existían numerosos cadáveres sin identificar-, y aseguró que la inspección había sido meramente visual y que no se había registrado nada que quepa definir como de profanación. Sirviendo además para constatar el pésimo estado en el que se encuentran como consecuencia de las filtraciones de agua que constituyen el verdadero problema del monumento.
Y mencionó finalmente D. Anselmo, la penosa situación en la que se habían hallado los frailes durante tanto tiempo: “Hasta hace un año hemos tenido la sensación de una soledad absoluta. Unos vociferaban contra el Valle, pero los otros callaban”. Para terminar con estas hermosas palabras tan dignas de un monje, como, lamentablemente, retratadoras de los tiempos que corren:
“Solos ante el peligro frente a un Gobierno, el poder de un estado, las leyes del Parlamento... Con un solo poder, la paciencia benedictina y la cruz”.
¡Animo D. Anselmo! ¡Animo a toda esa valiente comunidad de monjes que ha opuesto la más feroz resistencia sin más arma que la cruz! ¡Y enhorabuena por la hermosa lección de lucha contra la injusticia y la arbitrariedad que de los frailes benedictinos hemos recibido todos los españoles!