Es lo que responden los Apóstoles cuando les prohíben predicar: "Les llamaron y les mandaron que de ninguna manera hablasen o enseñasen en el nombre de Jesús. Mas Pedro y Juan les contestaron: «Juzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios." (Hech. 4, 1819). Algo por el estilo pasa hoy, aunque no exactamente lo mismo.
El ministro de Presidencia, Ramón Jáuregui, ha tildado de "intromisión no adecuada" de la Iglesia sus calificaciones hacia algunas leyes del Gobierno como de "laicismo agresivo" y sus intentos de "mandatar" a cargos públicos que tienen fe católica a "actuar de alguna manera".
Yo diría más bien, Sr. Ministro, que en vez de decir “mandatar” a cargos públicos que tienen fe católica, decir “mandatar” a católicos que tienen cargos públicos. Porque la Iglesia, en cuestiones de fe y moral no opina; enseña, y cuando es el Magisterio quien enseña, todos los católicos, con cargos públicos o sin ellos, deben aceptar su enseñanza.
Esto no va contra la soberanía popular representada en el Parlamento. Pero el Parlamento no puede legislar en contra de los valores básicos en cualquier sociedad, empezando por el primer valor a tutelar que es la vida humana. Y el parlamentario ante la aprobación de determinadas leyes, si es católico y quiere ser coherente con su fe, no puede en conciencia, dar su voto afirmativo.
Le parece bien que la Iglesia "transforme sus principios teológicos en argumentos razonables". Pero ¿qué entiende por argumentos razonables? Porque ha dicho que no le parece "mal" que se escuche el punto de vista de una "concepción biológica cristiana, si es que cabe decir eso" o "sobre la manera en que hay que regular el fin de la vida"… aspectos en los que, a su juicio, hay que escuchar a la Iglesia católica así como a otras Iglesias. En todo caso, ha indicado que es la soberanía popular a través de Las Cortes las que tienen que hacer las leyes porque, según ha precisado, "la ley es de los hombres no es de Dios". Naturalmente que la ley es de los hombres, no de Dios. Porque la ley de Dios dice “No matarás”. Con ello no quiero decir que los católicos seamos mejores o peores que los demás; lo que quiero decir es que un católico que es parlamentario debe anteponer la ley de Dios a cualquier otra ley.
Por otra parte, el ministro de Presidencia sigue diciendo: "Parece que la Iglesia sólo se pronuncia cuando se trata de un código moral que afecta a la vida, a la familia, al aborto, pero la Iglesia tiene mucho más que decir". Claro que tiene mucho más que decir pero no se alaba a sí misma ni debe buscar el aplauso sino el servicio. Y lo está haciendo, con todas las limitaciones que se quiera, pero lo está haciendo.
Sin embargo, ha explicado, basándose en sus conversaciones con cardenales en Roma, que, en determinadas materias, la Iglesia considera que sus principios teológicos "no son objeto de negociación", como la vida. "La Iglesia no puede aceptar que entre vida y muerte haya zonas grises de debate público, entonces la opción es decir no, la vida hay que protegerla en todo caso y lo mismo cabe decir de la familia", ha señalado.
Puede haber debates sobre todo, pero para la Iglesia hay asuntos no negociables como el no matar a un ser inocente. Puede haber zonas grises sobre las cuales se puede discutir, pero hay zonas en que ha hablado el Magisterio de la Iglesia y todo católico tiene, como católico, que aceptar, no la opinión de la Iglesia, porque en materias de fe la Iglesia no opina sino que enseña. Por ejemplo en el caso del aborto ha hablado claramente. En ningún caso puede admitirlo un católico. También vale la enseñanza de la Iglesia para los católicos que tienen el deber de legislar, y un católico no puede votar a favor de suprimir la vida de un ser inocente.
Bien claro lo ha dicho Juan Pablo II en la encíclica Evangelium vitae: El Concilio Vaticano II lo define, junto con el infanticidio, como “crímenes nefandos”. Y sigue diciendo: Con la autoridad que Cristo confirió a Pedro y a sus Sucesores, en comunión con todos los Obispos —que en varias ocasiones han condenado el aborto y que en la consulta citada anteriormente, aunque dispersos por el mundo, han concordado unánimemente sobre esta doctrina—, declaro que el aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente
Ninguna circunstancia, ninguna finalidad, ninguna ley del mundo podrá jamás hacer lícito un acto que es intrínsecamente ilícito, por ser contrario a la Ley de Dios, escrita en el corazón de cada hombre, reconocible por la misma razón, y proclamada por la Iglesia (Ev. Nun, 62).
Aunque a veces se aportan razones para justificar el aborto. Por lo que también dice el Papa: Sin embargo, estas y otras razones semejantes, aun siendo graves y dramáticas, jamás pueden justificar la eliminación deliberada de un ser humano inocente.
Las cortes, representantes de la soberanía popular, pueden legislar como mejor les parezca, con laicismo o con laicidad. Pero los católicos tenemos el deber y el derecho de objeción de conciencia en las leyes que no respetan la dignidad de la persona humana, entre ellas, y en primer lugar, las que atentan contra la vida de un ser humano inocente.
En resumen, vamos a ver, Sr. Ministro. No sé si pertenece o no a la Iglesia católica. Si es católico ya sabe a qué atenerse en cuanto al Magisterio del Papa. Si no lo es, atienda a su conciencia.
¿Ha pensado bien lo que han hecho con la ley del aborto? Creo que no, porque los parlamentarios suelen ser inteligentes. Sólo unas preguntas:
Primera, ¿lo que la madre está gestando es una vida humana? Y si lo es, ¿hay vidas de primera y de segunda? Porque hay momentos en que se moviliza toda la sociedad como en casos de accidentes, de catástrofes, de naufragios, de epidemias… y, sin embargo han autorizado que las jovencitas de 16 años puedan abortar cuando les venga en gana durante las primeras catorce semanas. Si admiten que todas las vidas tienen la misma dignidad, ¿será porque lo que la madre lleva en su seno es un cabritillo o algo así? Porque una de dos, o todos no tenemos la misma dignidad en cuanto seres humanos, o si la tenemos, nadie, ni el Estado puede permitir el aborto.
Por último, si puede aclarar algo. Soy de un pueblo en que hay muchos naranjos, y recuerdo cuando era pequeño, que si el huerto tenía demasiadas naranjas se hacía lo que en valenciano llamábamos “aclarir” las naranjas todavía muy tiernas, porque si había demasiadas, no llegaban a tener el tamaño debido.
¿El aborto no es algo parecido a esto? Pero con la diferencia de que una cosa son las naranjas y otra muy distinta son los hombres.
José Gea